Parte I

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Adonde sea que voy y en donde sea que estoy me siento culpable. No logro disminuir mi sentimiento de culpa. Culpable de un secreto, preso de una culpa. Los observo a todos tranquilos, seguir con sus vidas, preocuparse por las cosas banales. ¿Qué cenaré hoy? ¿Qué ropa me pondré? ¿A cuál de mis amigos visitaré? Eso es todo en lo que piensan los humanos, la "raza superior", que lo que ha hecho es quedar atrapada en un espiral de consumismo y de vanagloria.

En cambio yo, tengo otro tipo de preocupaciones, ¿A quién me cenaré hoy? ¿Cómo me disfrazaré para no causar sospecha?¿Cuál de mis amigos me acompañará en una noche de caza?


- Disculpe joven, ¿puedo retirar el plato? - me pregunta la mesonera y me saca de mi ensimismamiento.

- Si señora como no, muchas gracias.


Es una señora cuarentona, o eso aparenta, es difícil saberlo en estos tiempos de ambigüedad. Por un instante la veo a los ojos y descubro que son de color negro como la noche. También noto la bondad en ellos, y el paso de los años que la ha hecho llegar hasta este punto de recoger platos sucios de comensales de una feria de comida en un centro comercial. Por una fracción de segundo ella me observa directo a los ojos, y yo volteo la mirada temiendo que sospeche algo. Ella se lleva mi bandeja donde están los desechos de mi comida y la deposita en el basurero.


Me gusta venir a comer algo a la hora del almuerzo a este centro comercial, la comida es buena y económica, y además tengo acceso a la vida de los demás aunque sea por un instante. Por la forma de comer puedes llegar a conocer la personalidad de alguien. Si hace uso excesivo de las servilletas es alguien que teme equivocarse y ser víctima de las consecuencias; si, por el contrario, no utiliza servilletas es porque hay una gran cantidad de cosas que no les importan. Están también los que comen sano, que creen que por comerse una ensalada van a rebajar, esos son personas ilusas y esperanzadas, probablemente muy crédulas; así es como me gustan a mí. Y por supuesto, están los gorditos empedernidos, ellos si han perdido la vergüenza en todo aspecto, solo piensan en satisfacerse ellos sin importarles más nada.

Me levanto de la mesa, recojo mi maletín, y me dirijo a la salida. Ya es algo tarde, pero seguro a mi jefe no le importa, soy la estrella del bufete así que más le vale no molestarme. Tengo unos cuantos secretos de él que seguro no le gustaría que compartiera. Salgo de la feria de comida y me dirijo a una de las salidas del centro comercial donde una fuerte brisa tropical me golpea la cara. ¡Qué sabroso es vivir aquí! Fue una gran elección haberme mudado a esta ciudad donde aparte de mi buen trabajo, tengo una gran calidad de vida.


Ah, y que no se me olvide mencionar; tengo varias víctimas también.

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