Uno

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—¿Para qué? ¿Para que me digáis lo gilipollas que soy y lo inmaduro que os parezco?

De repente Diego está totalmente ofendido y ni siquiera sé la verdadera razón. Sus brillantes ojos color miel reflejan la ira que siente y los mantiene alejados del grupo que estamos sentados alrededor de la mesa de café. Que en este momento parecemos sus peores enemigos cuando en realidad somos su círculo más próximo. Su madre le observa sin saber bien qué decir.

Yo también le miro, pensando en lo que he dicho para desencadenar su reacción. Por el resquicio de la puerta se vislumbra la sombra de sus pasos, yendo en dirección a su habitación situada al fondo del largo pasillo. <<¿Ni siquiera vas a saludar?>>. He podido saborear el sarcasmo en mi propia voz, pero se lo tiene merecido. Y de repente se ha girado como si se llevara conteniendo demasiado tiempo y le hubieran obligado a morderse la lengua para no saltar.

Hago el intento de volver a preguntar qué le ocurre, pero estoy segura que como a lo largo de este último año no tendré una respuesta. Sin embargo, ahora tengo una pista de lo que ocurre. La misma frase que ha salido de su boca salió de la mía varios meses atrás. En esta misma casa solo que en la cocina en lugar de la sala de estar. Intenté varias veces hablar con él, pero no contestaba mis mensajes dejándome en leído. Cortaba las llamadas y ni siquiera respondía en redes sociales.

Puede que todo esto lo haya desencadenado yo sin darme cuenta. No debería haber dicho eso a sus espaldas aunque fuera una conversación sin importancia con su madre. No obstante, ha pasado un año. Deberíamos hablar como los adultos que se supone que somos, aunque él a sus veintidós años no lo demuestre del todo. ¿Por qué no vino hacia mí y me preguntó de frente? ¿Por qué no me dejó explicar la razón de ese comentario si se suponía que éramos tan buenos amigos? ¿Por qué lleva ignorándome tanto tiempo incluso cuando estoy en su casa?

Haber perdido la amistad así hace que yo también me sienta furiosa con él. Es como si estos seis años no sirvieran para nada más que para quedar ahogados bajo toneladas y toneladas de hielo. Sí, fui una inconsciente al decir eso, pero no sé ha parado ni a pensar que tal vez él tuviera un poco de culpa como para provocar esa reacción en mí. Se supone que me conocía mejor que todas las personas sentadas en esta habitación. O quizá al nivel de Jordana, mi hermana mayor. Ahora me doy cuenta de lo ilusa que he sido. Gasté meses tratando de conseguir una razón por la que ahogó la amistad y ahora creo tenerla.

Diego suelta una leve bocanada de aire antes de posar la vista en su hermano, en su madre y en mi madre. Evita la de Jordana y mucho más la mía antes de darse media vuelta y perderse de vista.

—¿A qué ha venido eso? —cuestiona mi madre con la taza aún a medio camino de la boca.

La madre de Diego y yo intercambiamos una mirada sabiendo que somos las únicas que han captado el mensaje. O eso creo, pero descubro a Carlos mirándome de soslayo como si él tuviera el resto de las piezas que me faltan o tal vez solo sea una casualidad. Me anoto en mi fuero interno hablar con Carlos más tarde.

—Supongo que la idea de alargar el café hasta la cena no será posible —dice Inés algo apenada.

El ambiente se ha espesado desde la aparición de Diego. Carlos se remueve en el sillón visiblemente deseoso de largarse de aquí. De hecho me había extrañado verlo esperando en la sala de estar cuando hemos llegado. Quedarse a tomar un café un domingo por la tarde no es el mejor plan para alguien como Carlos.

—Puedes venir con nosotras a casa —ofrece mi madre sabiendo lo bien que le viene a su amiga tener compañía casi todas las tardes.

Inés y mi madre se conocieron ocho años atrás. Jordana estaba buscando un curso para complementar con sus estudios de bachillerato, algo que le hiciera expandir su vena creativa. Dieron con una modesta academia de fotografía que enamoró a Jordana de inmediato. Inés era la encarga de impartir dicho curso y no tardó en saltar la chispa de amistad con mi madre. Más o menos como nos ocurrió a Diego y a mí el día que nos conocimos.

El secreto que esconde una amistad ahogada en el hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora