Único

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Nahoya no era conocido por su paciencia y perseverancia, más bien lo era gracias a la forma hostil y bruta de hacer las cosas, pasando sobre quien sea para llegar a lo que desea sin retraso.

Por eso, cuando los miembros de la Toman lo vieron coqueteando con Ran Haitani a pesar de sus constante rechazos, cayeron de culo contra el suelo.

¿¡Ese era su Smiley?!

Más que nada cuando Tenjiku, la pandilla de Ran, se retiró del templo y este suspiro enamorado mirando al Alfa de trenzas marcharse sin siquiera voltear a mirarlo.

Muto, su mejor amigo y confidente, se acerco al Omega y tocó su frente, mirando con una preocupación apenas notable al más bajo. Nahoya soltó una leve risita y preguntó. —¿Qué pasa?

—¿Te sintes bien? —pregunto curioso Sanzu, pareja del rubio alto, asomándose por el costado izquierdo de su pareja.

—Estoy perfecto. —ambos se miraron de reojo, algo raro había ahí.

(...)

—¡Vamos! —se quejo el Omega, haciendo suspirar exasperado al Alfa. —¿Por qué te niegas tanto?

—No me gustas, Nahoya. —repitió harto. Estaba realmente cansado de la actitud tan intensa y poco madura del más bajo al no aceptar su claro y explícito rechazo. —Ya déjame en paz.

Hubo silencio, uno demasiado largo para gusto de Ran. Detuvo su caminar en la calle nocturna y desolada. Giro, nervioso, su cuerpo en dirección al Omega, esperando que no se haya marchado solo. Sintió alivio al verlo parado a unos metros de él, con la cabeza gacha. —Te propongo un trato.

—No. —negó de inmediato, una trampa debía de haber.

—Déjame hablar. —respiro hondo y apretó los puños, quizás nervioso o angustiado. —Una noche —aclaro la garganta —, tengamos sexo una noche.

—¿Y por qué debería? —cruzo sus brazos y elevó una ceja.

—Si lo haces, prometo dejar de molestarte.

—¿Cómo estoy seguro de que cumplirás tu palabra? —achico los ojos, esperando ver duda en el otro.

—¿Cómo estás tan seguro que no lo haré? —contesto con otra pregunta, cerrando la boca cansada de Ran.

Lo medito un poco, y, después de todo, no tenía nada que perder. Es más, salía ganando si lo pensaba bien.

Un polvo después de semanas agitadas por la pandilla y la universidad (la cual lo tenía hasta le cuello exigiendo cierto nivel de conocimiento para entrar). Además, podría librarse de ese maldito Omega que lo seguía como perro rabioso, que no dudaba un segundo en espantar o arruinar con descara sus citas con otros Omegas o Betas.

—¿En tu casa o en la mía? —pregunto sin ganas, viendo cómo la expresión de Nahoya dejaba ese semblante sombrío y tomaba uno acalorado y emocionado. Suspiro.

—Estamos en Roppongi —le recordó con la sonrisa habitual de oreja de a oreja, caminando rápido hasta el más alto y colgarse de su brazo.

(...)

Smiley estaba satisfecho, finalmente había logrado calmar la necesidad de su Omega por acostarse con ese Alfa que tanto lo volvía loco, sin quererlo.

Jamás entendió que vio su animal interior en él, lo trataba como la mierda y no lo dejaba de despreciar; también era consciente de los maltratos que recibía, ambos lo eran, pero al otro parecía no importarle y lo obligaba a arrastrase por ese Alfa trenzado.

Ahora lo entendía, estaba caliente. Sentía un calor abrasador cada que lo veía y se mojaba con solo sentir su mirada fría sobre él. Por suerte, solo había sido un capricho, finalmente estaba calmado y eso le trajo paz a Nahoya.

Promesa - RanleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora