"Ave María purísima".
"Sin pecado concebida"."En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
"El señor esté en tu corazón..."Desde sus entrañas desea que el tiempo pase rápido, que no sienta las horas ¡que las palabras corran como el agua! Escuchar al penitente le revuelve el estómago, siente sus órganos girar y enredarse en su interior, no lo soporta, ¡no lo soporta! no soporta escuchar el placer en la voz de aquel sujeto, como ríe tras cada maldito detalle, el escucharlo repetir con minuciosidad como el pene de aquel hombre perforaba el cadáver una mujer. Las risas inocentes que salen del penitente obligan al sacerdote a morder sus uñas, a torcer su rostro en total desagrado. Para su suerte, el penitente no puede verle pues la pequeña ventana del habitáculo se encuentra sellada por una puertita de madera con cerradura, que solo aquel sacerdote puede darse el lujo de abrir al portar una llave consigo, pero siendo sincero, no quiere hacerlo. No quiere darle a alguien más el gusto de verlo asqueado, de embelesarse con su desgracia.
"¿Has acabado ya?" Susurra el sacerdote con la pureza del asco marcada en sus palabras.
–¿Disculpe? Padre –.
–¿Estás listo para tu penitencia? –endurece su voz, no le molesta mostrar su desagrado al hombre. No debería sentir ofensa ante su trato; nadie, ninguna persona que acuda a él. Después de todo están escupiendo un parásito al sacerdote, para después seguirle con sus pecados ¡después de todo el sacerdote Imre les quitará toda culpa! ¿No es así? ¡Todo arrepentimiento! Daba igual cuántas veces hayan violado, matado, robado, acusado, envenenado, golpeado ¡da igual! Siempre acuden a él, y eso le enferma.
No deberían ofenderse.Incluso persignarlo le desagrada, puede sentir aquel intruso ahora en su cuerpo, el veneno de los pecados ajenos invadir sus venas, su paladar, cómo cosquillean sus nervios haciéndolo sentir puramente enfermo conforme lleva su mano a la frente de penitente, en cualquier momento puede vomitarse enfrente de él mientras le reza. Presiona sus dedos contra sí continuando su signar, desea terminar pronto.
Y tras acabar despide al hombre, sabiendo que va a volver a verlo, siempre vuelven, con nuevas confesiones una peor que la otra. Incluso se pregunta si cumplen su penitencia, ya ni siquiera le importa, no se fija ni en las caras que asisten a misa, ya no le importa, no le importa. Lo que sí le importa en este momento es ver al sujeto cruzar la puerta pues apenas cruza su último pie afuera de la iglesia, el anciano va apresurado a una pequeña habitación que gracias a las cortinas es invisible a los demás. Con las manos en su boca y ya escurriendo por las grietas que forman sus dedos deja salir todo el veneno guardado, agua agria que sale desde su garganta de un color pálido como la carne cruda de ternero, pequeños, pequeñitos trozos del desayuno se van por el desagüe junto con el líquido acedo que escupe el hombre que tose como gritándole a su estómago que pare de contraerse, las lágrimas que nublan su visión, su cuerpo se contrae en el lavado aferrando sus manos al material de este; si por él fuera entierra sus uñas hasta quebrárselas. Realmente le repudia haber escuchado tantas descripciones.
Finalmente su cuerpo le brinda la tranquilidad que pedía a lloro el anciano dejándolo a jadeos en la estancia. Tan pronto moja su cara una y otra vez, lleva el agua a su boca escupiendo los residuos que han quedado dentro, cuando creía que todo ya había acabado; como moscas pululando en sus sesos llegan voces que gritan incoherencias, tan cerca de sus oídos, tan desde sus adentros que le obligan a apretar sus ojos y sus manos contra el mármol del lavabo, parece aquello nunca acabar, ensordeciéndolo más y más hasta que de un suspiro desaparece. Imre suspira sintiendo aquello quitarse de encima como un peso menos en su pecho. Seca su rostro saliendo de la oculta habitación encontrándose a un joven que yace sentando en las bancas revisando su celular, y a su lado: un trapeador dentro de una cubeta con agua.
–Llegaste temprano –dice Imre llamando la atención del joven quien con una sonrisa guarda el teléfono en su bolsillo.
–Deben tenerlo enfermo esas personas ¿no es así? –pregunta el muchacho.
Pero Imre no responde, más bien, no necesitó palabras para responderle pues su expresión y el suspiro que sale de sus labios es suficiente. El pequeño momento silencioso hace que el sacerdote preste atención al ruido del exterior: abucheos y lo que parece ser una discusión, de hecho, ni siquiera había notado que la puerta de la iglesia está cerrada, otorga un vistazo al joven que lo ve con aquella expresión de gato curioso. Entonces Imre va hasta la ventana para echar un vistazo.
–Ah, ya entiendo porque llegaste temprano... –.
Aquello responsable del ruido: un hombre de la tercera edad con su cuerpo tambaleante y aferrando su mano a una botella a medio acabar de alcohol, grita acusaciones mientras es apartado por otro hombre un poco más mayor.
–¡¿A que vergas vienes?! ¡¿Que chingados quieres de aquí?! ¡Adelfa ya tiene bastante con esta maldita plaga como para soportar a otra! ¡¿Piensas que dándonos comida como un ganado vas a ganarte a la gente?! ¡No eres más que una pinche mentira! –continúa con sus barbaridades otorgando un escupitajo que solo ensucia el zapato de un hombre de traje que lo ve solo una vez, no le otorga palabra, solo lo ignora dándole la espalda para darle una caja con comida en su interior a una pareja de ancianos, les sonríe recibiendo su agradecimiento. Los otros ancianos forcejean, el más mayor evita que el ebrio llegue hasta el de traje. Le brinda palabras para calmar al sujeto notablemente violento, algunas personas abuchean al ebrio, pero el más mayor con una sonrisa suave pide respeto con la excusa de que aquel otro se encuentra bajo los efectos del alcohol. Hasta que, el puño del anciano ebrio da contra la cara de quien lo sujetaba arrojándolo al suelo, este solo se cubre tímido de recibir otro golpe, pero solo escuchando los retos del otro con iniciar una pelea. Esto hace al de traje girar su cabeza tan pronto hacia el agresor y antes de que vaya hacia este, algunos hombres que se encontraban allí toman al beodo por detrás evitando que agreda una vez más a quien se encuentra aún en el suelo, siendo también ayudado. Algunos jóvenes se acercan amenazantes al anciano responsable del caos, este forcejea para salir del agarre, pero antes de recibir un golpe una nueva voz grita.
–¡hey! ¡¿Qué les pasa?! ¡Es un anciano! –el mismo muchacho de la iglesia llega con el trapeador en mano, empuñandolo como un arma lista para defenderse.
–¡golpeó a aquel pobre hombre! –responde uno de los jóvenes señalando a quien está siendo atendido por algunas personas.
Ambos chocan miradas obligando al herido a desviarla mientras que el joven con el trapeador le brinda una mirada nada amable. Va hacia el que estaba siendo agarrado para tomarlo ayudándole a tener equilibrio haciéndole sostenerse de su hombro.
–debería darles vergüenza...–bufa viendo por última vez a las personas, recibiendo murmullos conforme va alejándose de allí, camina de vuelta a la iglesia viendo como la cortina de la ventana es cerrada de golpe apenas el menor ve hacia esta.
Entonces apurado y obligando al anciano a caminar a su ritmo llega hasta puerta de la iglesia escuchando el cerrojo, forcejea la puerta llevándose la sorpresa que está ha sido cerrada bajo llave.
–¡Es un sacerdote, debe servir a los hijos de Dios! –pronuncia dando golpes a la madera de la puerta con la palma de su mano.
–Un borracho que amanece tirado como un muerto y agrede a otros no es un hijo de Dios –responde el sacerdote al otro lado de la puerta.
–No lo haga por él, hágalo por mí. El señor Ancel es como mi padre –.
–¡ay, no, que feo tener un padre así! –.
El muchacho queda en silencio tras aquella respuesta, y después de unos segundos continúa con sus golpeteos hasta que el sacerdote a regañadientes abre la puerta.
–muchas gracias, padre. Sabía que usted era un buen hombre –dice con una sonrisa llevando al anciano ahora dormido hasta una banca para recostarlo.
–¿Lo golpearon? –.
–No –.
–¿Entonces por qué tanta insistencia en meterlo? –.
–Porque ese viejo ermitaño vive en la montaña más alta y alejada de Adelfa. No pensaba llevarlo hasta haya y devolverme a la iglesia para ayudarle a limpiar, es un camino agotador –responde quejoso casi sintiendo el cansancio con solo mencionar la ubicación del lugar, va hasta la cubeta con agua para remojar el trapeador que en todo momento sostuvo en su mano–solo ignórelo. El alcohol lo noqueó y no va a despertar hasta unas horas.
–puedo ignorar su presencia, pero no puedo ignorar el nauseabundo olor a alcohol que emana y apesta mi iglesia, llévalo a mi habitación...ademas, la madera de la banca es dura, un colchón es mejor –dice tomando el trapeador que sostiene el joven para que este haga lo pedido.
El joven le sonríe como agradecimiento yendo por el moribundo anciano para apoyarlo en su hombro y llevarlo al lugar mencionado dejando a Imre en soledad limpiando el suelo de la iglesia. Observa a su alrededor: las paredes agrietadas, el tapiz resbalando desde las alturas como cáscara de fruta, pequeños huecos que dejan al sol asomarse con suaves lluvias de color oro que molestan la vista del viejo, el suelo también agrietado, el agua sucia del trapeador se resbala hacia las grietas escondiéndose allí.
"¿Qué me aferra a ti? ¿Por qué sigo aquí? Si ya no me queda nada" susurra perdiéndose en el pobre reflejo que brinda el suelo húmedo, viendo a través de este una parte oscura del techo, la ceniza donde el fuego rugió y dejó solo una cicatriz no solo en el lugar, en hombre lleva su mano a su rostro sintiendo los relieves de la quemadura en su mejilla, que baja hasta su cuello escondiéndose debajo de la sotana. Tan perdido en sus amargos recuerdos donde solo escucha gritos, llantos y golpes que ruegan por ayuda, pudiendo volver a sentir aquel infernal calor que le hacía retorcerse de dolor, pero no le es un dolor comparable con el recuerdo de una joven risueña que lo llama, que con risas le alegraba sus días.
"Papá" puede escuchar la voz del fantasma hacer eco en sus remembranzas, ya no quiere escarbar más en sus recuerdos pues siempre es lo mismo, después de recordar aquellos momentos felices, llega lo que le tortura: sangre, el rostro de su hija cubierto en sangre con una mirada perdida, él sosteniéndola en sus brazos sin querer dejarla ir, apreciando su último aliento entre lágrimas, pidiéndole a Dios misericordia.
Imre chasquea su lengua apretando el palo del trapeador obligándose a volver a la realidad. Aunque al ver frente a él a una nueva persona, hubiera preferido seguir en el mar de recuerdos que lo ahogaban.
–se podría ahorrar tooodo este trabajo si usted aceptara mi ayuda –dice el mismo hombre de traje que se encontraba en aquel altercado. Cierra la puerta bajo llave, cosa que hace a Imre sentir un escalofrío en su espalda, pero no le piensa dar el gusto con su miedo otorgándole una dura y molesta mirada–¿por qué esa cara? Yo solo vengo a confesarme, padre. Pero, ya sabe, me gusta la privacidad, no me gusta que nos molesten en nuestro momento más íntimo.
Con una sonrisa va hacia el anciano, con un paso suave y elegante, como si se tratase de un gato yendo con cautela hacia un ratón.
–¡Las confesiones han acabado por hoy! –corta de tajo la labia del sujeto–¡vuelva otro día!
Alza su voz frenando el paso del sujeto yendo Imre hacia la puerta con intención de abrirla, pero apenas pasa a un lado del de traje, este lleva su mano a la muñeca del aciano haciendo que retroceda tras jalarlo hacia él con un movimiento violento que hace la espalda del anciano golpear contra la pared haciéndose sonoro el golpe en la estancia.
–No me quiere ver enojado, señor Imre... –susurra acercando su rostro a la oreja del anciano quien trata de controlar el temblar de su cuerpo, le eriza la piel sentir el cálido aliento del contrario rozar su cuello–Ahora, quiero que se calle, se dé la vuelta, entre a ese maldito confesionario, y con su puta boca cerrada, ¡y la ventanilla abierta! Quiero que me escuche porque no voy a soportar un minuto más con esta maldita voz que me grita que me iré al infierno ¡¿queda claro?!
Ordena con ímpetu llevando su mano a las mejillas del anciano haciendo cada vez más y más apretado el agarre que incluso hace al viejo soltar un quejido de dolor, este aparta el agarre de su rostro tras un gruñido.
Y tragando el coraje y odio que quisiera sacar de su boca, lo ve por última vez para después entrar al habitáculo. Escuchando a sus espaldas la risa burlesca del hombre quien le sigue para entrar al otro pequeño cuarto del confesionario.
"Ave María Purísima" escupe con antipatía aquello que era obligado a decir en toda confesión, pero el suspiro proveniente del contrario le hace girar su rostro hacia la ventanilla que es abierta por el sujeto quien le ve con un gesto cansado, más bien asqueado.
–Guárdese eso para los demás penitentes, padre. Sabe que conmigo no es necesario jugar al devoto y el portavoz de Dios... –ríe haciendo golpear contra la madera una copia de la misma llave que porta Imre.
Entonces el anciano le ve por última vez antes de llevar su atención al frente, sintiendo aquella pesada mirada del hombre quemarle la piel, incluso dificultando su respiración que parece ser percibida por este otro. Solo escuchando la anécdota que le hace apretar sus labios y fruncir el ceño en genuina repulsión, sus manos tiemblan en una lucha de llevarlas a su boca, pero sabe que eso espera el contrario quien parece alimentarse de su horror, como una clase de incubo quien no se molesta en mostrar placer en su risa y gestos disfrutando ver las reacciones del anciano ante lo que escucha con atención. Y no por curiosidad ¿qué más puede hacer? ¿Ignorarlo? Sabe que será obligado a escucharlo; no le queda de otra. Incluso la pequeña habitación donde se encuentra le hace sentir como se encoge hacia el, quitándole el aire, las paredes contrayéndose hasta sentir como rozan su piel, apretando sus manos sobre la tela de la sotana, pudiendo escuchar los roses de la madera al ser acariciada por los dedos del hombre quien imita al filoso cuchillo que utilizó para acabar con una joven y después, ¿de verdad está arrepentido? Pues ríe como si fuera un logro el haber abusado sexualmente de una joven quien moribunda gritaba por salvación y piedad, le enferma escucharlo reír; como sí aquello fuese una charla cualquiera bebiendo té.
–Siento un peso menos –suspira el hombre con una sonrisa saliendo del cuartillo sin dejar a Imre dar su penitencia–no fue tan difícil ¿ve?
La retorcida actitud del hombre es prontamente alterada pues apenas da la vuelta se encuentra con el joven de hace unos minutos saliendo de la oculta habitación, ambos intercambian miradas obligando al adulto a suavizar su rostro en uno más amable.
–Hey, no sabía que tenía invitados, padre –sonríe con el falso semblante al anciano quien sale del habitáculo apenas recuperándose de la aparatosa confesión –Tu debes ser el muchacho que defendió al anciano borracho que golpeó a mi asistente, ¿no es así? Un gusto, mi nombre es Valentino Jin Osamenta.
–¡sé quién eres, nos tienes enfermos con tu presencia! –alza la voz el joven quien no se molesta en verlo con furia, incluso empuñando sus manos e inclinando su cuerpo en un acto retante, dejando al de traje con la mano extendida al aire–¿qué te hizo pensar que iba a doblegarme ante ti cuando finges esa estúpida vocecita? ¿Esperabas que te la chupara como tu maldito asistente? ¡Acabo de ver cómo trataste al sacerdote!
El asco que Imre sentía hace unos segundos es reemplazado por la sorpresa que le genera la actitud del más joven, y esto empeora al dirigir su atención a la mano de Valentino que mantiene en su espalda, empuñándola incluso llegando a hacer que tiemble debido a la fuerza que ejerce.
–Willson, es suficiente –pide Imre.
–¡El señor Ancel tiene razón! ¡No eres más que una mentira! Me cuesta creer cómo es que el otro tipo sigue tu sombra como un perro sin necesidad de una correa...debes cogértelo tan bien ¿no es así? Vandor no necesita nada más que eso, solo lo convences con sexo ¿cierto? –cada vez más alta su voz incluso haciendo eco en la estancia, Valentino solo le escucha en un silencio amenazador, pero conservando esa sonrisa que de a poco cambia a una cínica.
–¡Willson, ya basta! –resuena el grito de Imre como un estruendo que hace al mencionado callar de tajo, quiere decirle más, pero en sentir la desesperación del anciano lo obliga a enderezar su cuerpo relajando su mirada que aún así no despega del de traje.
Valentino conserva esa nueva expresión cínica y baja la mano que en todo momento mantuvo en el aire, con total lentitud y afinidad digna de un depredador, clavando su filosa mirada en los ojos del joven que emanan furia.
–¿qué son dos menos para mí? Al menos ya sé que con usted tampoco tengo que gastar mi tiempo: un viejo borracho y un mocoso con pésimo gusto para vestir...no son nada para mí –susurra dando una risita que cada vez es más alta para callarla con un suspiro llegando a la puerta de la iglesia–lo veré luego, Imre.
–¡ojalá te pudras en el infierno! –maldice el joven recibiendo las carcajadas del hombre que cruza la puerta dejando a ambos dentro del ahora silencioso lugar.
Willson trata de decir algunas palabras a Imre para romper el silencio, pero ve al otro alejarse para volver a tomar el trapeador y seguir con la limpieza: una silenciosa e incómoda limpieza que acaba hasta que el sol está por ocultarse.Willson y Ancel caminan atravesando el pastizal dirigiéndose a la montaña más alta y alejada de Adelfa, el pasto seco y fresco cruje con las pisadas de ambos, algunos pequeños animales huyen tras su paso, otros insectos voladores son apartados por el joven y el anciano.
–creí que estaba soñando cuando desperté en la habitación de ese hombre –dice Ancel.
–ah, sí. Me pidió llevarlo allí porque le molestaba su olor a alcohol –.
–mira, que amable... –comenta con notable sarcasmo y una ligera sonrisa en su rostro, continuando su andar aún con la mirada al frente, siguiendo el cotidiano camino hacia su casa. Ambos alejándose de las casas que se muestran dañadas, esto siempre ha llamado la atención de Willson quien ve cada detalle en las maderas, en los tejados, en los devastados alrededores, observando algunas muñecas y peluches cubiertos de polvo y lodo seco, incluso pateando unos de estos como verificando si están vivos.
–¿ya recolectó de la limosna lo necesario para arreglar su parroquia? –pregunta Ancel.
-¿huh? –.
–Imre. Ese lugar está cayéndose a pedazos, pero al parecer a la gente no le importa. Bien podría dar la misa al exterior, pero insiste en estar allí adentro para el sermón...¿no crees que muy en su interior desea que la iglesia colapse con todos adentro? –pregunta viendo al joven sobre su hombro, notando a este distraído en lo que le ofrece el exterior–¿Willson?
–¿huh? Sí...sinceramente no lo dudo, debe estar harto, como todos aquí. Tras sufrir lo del tornado y también..."aquello" –el joven frunce el ceño desviando su mirada hacia el suelo, silenciándose en automático con solo recordar el rugido del fuego que consumía la madera de aquella iglesia, las risas, los gritos de agonía, que exclaman auxilio.
–¿"aquello"? Ah, sí. Cuando "aquellas personas" incendiaron su iglesia, ¿y sí Imre ya lo sabe y solo está fingiendo para no atormentarte más? ¿Lo has pensado? –aquella pregunta hace nacer en el joven un ardor en el pecho que le hace apretar la camisa que porta, como si esta le impidiera respirar.
–¡no teníamos idea que estaba alguien adentro! Ver sus quemaduras hacen que me sienta culpable...–.
–no digas eso que el campo tiene oídos, niño –interrumpe tan pronto al joven conservando aquella voz relajada–es mala la culpa aquí en Adelfa, lo sabemos muy bien.
El anciano gruñe llevando una de sus manos que portan guantes de cuero a su cuello, rascando la piel de este emitiendo una tos seca que hace a Willson prestarle atención.
–debería ir a confesarse –.
–¡claro, como le agrado a ese hombre! –ríe el anciano siendo interrumpido por la misma tos seca obligándole a llevar su mano nuevamente a su cuello está vez apretándolo con algo de fuerza.
–bueno...portando esa escopeta aunando su actitud, no es como que agrade a primera vista –responde con balbuceos que son entendibles por el viejo quien le brinda una mirada molesta haciendo al joven reiterarse en una risa nerviosa y abalanzándose al viejo en un abrazo y un dulce beso en la mejilla de este–pero no deberían juzgar un libro por su portada, papá. Yo te quiero pese a que sea un borracho que no conoce otro líquido que no contenga alcohol.
El anciano ríe ante la respuesta y acción del joven otorgándole una caricia al cabello de este apenas se aparta de él.
–voy a ver mañana como me va con ese hombre –.
–inténtelo. Sinceramente me aterra escucharlo hablar con la nada y quejarse con el aire –.
–¿de verdad no la escuchas? Esa maldita boca nunca se calla, grita muy fuerte y es tan molesta –gruñe volviendo a rascar su cuello, esta vez con algo más de rapidez.
Y lo que quedó por el resto del camino fueron conversaciones y pequeños juegos por parte del joven que hacen al anciano brindarle regaños y uno que otro grito que hacen al joven reír para disculparse con suaves besos y cariñosos abrazos que hacen al viejo caer en sus encantos terminando en risas por parte de ambos.
Pero siempre cuidando sus palabras pues en ese campo aterra hablar por los lares. Quién sabe si una de esas cosas huele algún secreto que se oculta en las palabras.Después del tornado, de entre los escombros y cadáveres, bajo las piedras, la sangre y lágrimas de muchas víctimas; la adelfa comenzó a emerger, una flor que no pertenece allí. Tan hermosa como peligrosa, "la Adelita" la llaman los campesinos. Viéndola como una grieta de luz en aquella oscuridad, bautizando al campo como la flor. Pero no solo eso vino tras el tornado, muchos lo vieron como un castigo divino, una oportunidad para ser mejor persona, una maldición, el resultado de haber dañado la parroquia del sacerdote, pues tras el incendio, una plaga comenzó a propagarse: ángeles guardianes, consumidores de energía, parásitos astrales, castigadores de Dios o algo más, más allá de la comprensión humana. Viendo como único salvador al portavoz de Dios, a un simple anciano que a voces de los pueblerinos tiene un don para quitarles de encima esos monstruos, un verdadero enviado de Dios.
Un maldito infierno para él.
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Adelfa
Romance⚠️FAVOR DE LEER LA ADVERTENCIA⚠️ Esta novela contiene lenguaje explícito así como temas delicados y problemáticos, personajes que pueden no agradar a algunas personas. Algunos capítulos pueden incomodar a ciertos lectores, por lo que pido de la mane...