Teme. Su dolor ya es una carga que su frágil y maltratado cuerpo no puede soportar, pues solo observa como a su alrededor miles de almas claman por ver la suya partir entre la sangre que brota desde sus heridas que, ahora, ya son suficientes como para que su temor le domine y comience a anhelar aquellos días en los que el calor de su madre le confortaba cuando su corazón era marchitado por el miedo y la angustia.
Teme, y sus lágrimas son ahora el mejor símbolo de ello al nacer desde lo profundo de su alma que se aferra por permanecer siquiera un minuto más antes de partir.
Le busca, jamás apartó su mirada de entre los miles que claman por su sangre.
Aquí, en la arena, no hay brisa que traiga hasta él aquel aroma que anhela sentir. Tristemente, solo le llegan dejos de una humedad alimentada con su propio sudor, un olor terrible que augura su propio final, uno que ya siente llegar con cada golpe, con cada grito y festejo de aquellos que le observan.
Desde lo alto, el sol le ciega cuando huye lento de su cruel verdugo, pues no teme de él, sino de morir sin antes ver por fin el rostro de su amada madre.
Al verle, me embarga también el temor, pues siento mil días llegar y cargarse sobre sus hombros con cada par de ojos que desecha en su búsqueda por encontrar aquellos verdes que ama.
Sufre, lo sé. Camina entre piedras y arena que no son más que los vestigios ancestrales de aquellos que también cayeron en este lugar de sombras agónicas y tristes.
¡Oh, cruel Dios de los desdichados! Mira a tu hijo que teme y llora lágrimas de sangre por un amor que tú le has arrebatado de forma cruel. Aún le busca entre la multitud. Aún anhela sentir su piel sabiendo que no será más que por última vez.
¡Ámale! ¡Te lo ordeno! Lo exijo en el nombre de aquellos que rogaron también por ver un dejo de tu voluntad ante su propio temor, un temor que pronto renegó de ti al presenciar tu nula respuesta y tu ausente favor.
Así, el valor pronto se acaba cuando la esperanza no es más real que una simple fantasía, como los sueños. Su valor, aquel que le dio fuerzas para matar a su hermano, le ha traído hoy hasta aquí. Se nos ha dado ese valor, pero se nos castiga cuando hemos de oír su voz, una voz que muchas veces nos resulta adversa y contraria, incluso, a nuestra propia vida.
Quisiera por fin revelar ante él todo aquello que me es revelado y contarle de aquello que sé que niega creer. Pero, como un cobarde, solo puedo observar cada golpe y cada herida, mientras camina torpe y errante levantando el polvo que no ha sido atrapado por su sangre, esa misma que humedece la arena que le abrazará para entrar finalmente en sus propios sueños y vagar en ellos ya sin dolor, ya sin angustias y sin un Dios que le abandone cuando su alma clama por piedad.
Pero, con todo, aún temo a aquel que no me oye. Quizás le he fallado en algún día en que la voluntad fue propia, o, tal vez, solo es el Dios de los hombres, a quienes también ha abandonado ante el terror de sus propios actos y la sangre que claman a diario en todo el mundo.
Tal vez lo sea, un Dios de hombres, un Dios casi tan humano como quienes claman por la sangre de aquel que busca entre ellos un dejo de esperanza que le sea traído por los ojos de quien le vio nacer: su madre. Aquella madre que le vendió conforme a la voluntad de un Dios de hombres.
Así, sin más, pienso.
Es de hombres, en efecto. Un Dios tan humano y deficiente como aquellos a quienes acusa de serlo también. Un Dios que condena un libre albedrío que ha dado en su "divinidad" como regalo a quienes perecen y caen por negarse a su voluntad. Un Dios que abandona a su suerte a quien clama por un amor en su hora final mientras despreocupa, incluso, su propia vida; un alma que ha renegado en parte la existencia de ese mismo Dios tan falente como los hombres que observan sedientos como la arena se humedece de a poco con la vida de a quien han llamado Caín.
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La jaula de oro (completa)
Fantasy───0 ¡LIBRO PUBLICADO EN AMAZON! 0─── Tras haber cometido un crimen y haber dado muerte a su hermano Abel, la mente y el corazón de Caín se han perdido, confundiendo su realidad entre recuerdos de historias de su infancia y un cruel cautiverio. Si...