Capítulo 42: Verdades

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Shoto curvó un poco los extremos de sus labios y siguió observando la indiferencia con la que él lo miraba, sin moverse, manteniéndose solamente ahí con una seriedad estremecedora, enfrentándolo con la mirada. Sintió que algo estallaba en pedazos contra su tenso pecho y aceleraba los latidos intranquilos de su corazón. Se sacudió la camiseta y se encogió de hombros.

—Katsuki, ¿no me vas a decir nada?

Todo se mantuvo en silencio y no lo vio mover ni un músculo.

¿Qué estaba sucediendo?

—¿Sabes? Siento un enorme alivio de que estés aquí, se me ocurrieron un millón de locuras, mientras venía – su pecho se movía, agitado por el ejercicio y su boca se entreabría una y otra vez para capturar aire, jadeante —Pensé que podrías irte.

Volvió a sonreírle con y quiso agregar algo más, pero entonces Katsuki elevó un tanto las cejas y sus ojos se profundizaron un poco, adoptando un tono más seguro, mientras sus labios se presionaban entre sí y sus brazos se pegaban a su cuerpo, quedándose tiesos segundos después.

—¿Y por qué debería haberme ido? Yo he venido a trabajar, porque necesito el dinero y eso es precisamente lo que estoy haciendo.

—Claro, tienes razón… – Shoto frunció el ceño, controlando las ganas que sentía de correr a apretarlo entre sus brazos —No sabes el infierno que fueron estos días sin ti.

La sonrisa siguió latiéndole en los labios y sus pulmones se encogieron y se ensancharon de nuevo. Sentía el impulso de lanzarse a estrecharlo entre sus brazos, de besarlo, de tenerlo contra su pecho. ¿Por qué no estaba corriendo hacia él? ¿Por qué no le devolvía la sonrisa? ¿Por qué lo miraba de esa manera? Le pareció ver que esos labios con sabor a fresa, que conocía a la perfección, se movían de nuevo, pero no fue así, sino que continuó sin decirle nada o cambiar de expresión, manteniendo sus ojos tan fijos como antes.

—Katsuki, tener que decirte todo eso me dolió en el fondo, pero no encontré otra opción. No sabes cuánto me jodió por dentro cuando él dijo que podría hacerte algo, el solo imaginármelo me daba escalofríos y una rabia del diablo. No iba a permitir que te tocase de ninguna forma, no a ti que eres lo único que tengo y que me importa en este mundo.

El agua continuó goteando a través de su ropa y quiso moverse hacia él, pero Katsuki elevó las cejas por completo y luego las dejó caer, caminando hacia la mesa para recoger los lapiceros y colocarlos sobre el libro. Aunque su cuerpo parecía tieso, sus músculos se encontraban más templados que antes y sus dedos temblaban al recoger sus cosas. Se quedó dándole la espalda, adherido junto al borde de la mesa, incapaz de hacer algún otro movimiento.

—Se me ha hecho eterno cada segundo sin ti, el no verte me volvía loco, no sabía qué hacer, solo podía pensar en tu rostro al escucharme, en tus lágrimas al verme. Me sentía una mierda por haberte hecho llorar otra vez, una mismísima mierda. Apenas cerraba los ojos, te veía sufriendo por mi culpa y eso me quemaba por dentro. El no tenerte, el que estuvieses tan lejos, el que estuvieses llorando por mí. Pero ahora que te veo, puedo respirar de nuevo y sentirme vivo otra vez – la voz le salió demasiado apresurada y Shoto luchó contra la falta de respiración, dejando que los músculos de su rostro se tensen en una sonrisa —Por cierto, estás demasiado precioso, ¿recuerdas que llevabas esa camiseta la vez que salimos?

Y fue entonces cuando Katsuki se giró casi violentamente y se abalanzó contra él.

—¡Ya cállate, ya cierra la boca, Shoto! – su cuerpo le cayó encima de golpe y sus manos se aferraron al cuello de su camiseta húmeda, sacudiéndolo hasta hacerlo estrellarse bruscamente contra la pared —¡Eres un idiota, un idiota!

Innocence  [todobaku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora