No llora - Rubegetta and Spreen

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Cuando el nene quiera caminar
Se eche a andar y se caiga al tropezar
Se tiene que levantar porque así mejora
El nene sigue avanzando, el nene no llora

Cuando Spreen cumplio los 14 meses no existía algo o alguien que lo detuviera, se llevaba todo a la boca y exploraba todo su salón de juegos gateando, pero no fue suficiente.

Rubén se encontraba en la cocina, 7:34 a.m, era algo temprano, pero le tocaba preparar el desayuno para su pareja y él. La noche anterior habían realizado una noche familiar en su sala, viendo algunas películas, jugando con su hijo, etc. Quedaron tan cansados que cayeron rendidos en el sofá e Iván dormido en su corral.
Algo somnoliento y con la cabeza bailando, cortaba algunos vegetales para la tortilla. No le prestaba atención a ningún sonido.

El pequeño bebé se había despertado, pero era muy raro que llorara, era un osito independiente.
Empeñado con seguir el olor de un papá, con sus pequeños colmillos, rompio los hilos de su corral donde dormía todos los días, y con puro gatear, salió del salón.

Entre risitas de bebé y unas cuantas resbaladas de sus manitas, seguía con su propósito, llegar con su papá. Iván era pequeño, pero su determinación era más grande.

Rubén a pesar de su cansancio, sus instintos lo hacían reaccionar cuando sentía que algo andaba fuera de lugar, su olfato le decía que su hijo estaba feliz. Con cuidado dejo todo sobre el mesón, se giró sobre sus talones para ir a verlo.

Apenas volteó, vio una escena que jamás olvidaría, su pequeño bebe estaba tratando de apoyarse con ayuda de la columna, pues estaba levantándose del piso, tenía el ceño fruncido, ya que era la quinta vez que lo intentaba, y esta vez lo logró.

Bajo la sorprendida mirada de su papá, el pequeño osito a tropezones y tambaleos "corrió" a abrazarlo y que lo levantara del frio suelo.

—Lo estás haciendo bien, mi amor. Tu puedes.—
El castaño se agachó a la altura del menor y extendió sus brazos para llamar su atención, tenía unas lágrimas en sus ojos, este era el mejor día de su vida.

Pero todo el escenario se rompió, Iván cayó, golpeando sus pompas fuertemente, y aunque el pañal amortiguo el golpe, el bebé se asustó, y su llanto se desató en la gran cocina.

—¡Iván! ¡No llores! Todo está bien, papá está aquí y te cuida.— Camino sobre sus rodillas para acercarse a su hijo, y con cuidado lo ayudo a levantarse, sacudiendo el polvo de su ropita y dándole un besito en la frente.

—Ya paso, estás bien, eres un bebé muy valiente, tu puedes, no te rindas.— Dijo mientras le limpiaba las lágrimas con las yemas de sus dedos y lo abrazaba, sin levantarlo en brazos.

Con una sonrisa, soltó al bebé para dejarlo nuevamente sobre sus piesitos, tenía que volverlo a intentar. Ya más relajado, el osito trató avanzar a su papá, pero el peso le ganó , cayendo otra vez al suelo.

Pero ahora ya no lloro, solito trato de levantarse y lo logró, soltó una carcajada emocionado, su mirada ahora la posó en su papá, que lo miraba orgulloso, y volvió a caminar con tambaleos.

Pero lo logró.

Llego con el castaño y recibió un gran abrazo de oso y varios besitos en el rostro, Rubén le decía palabra que no entendía pero sabía que eran buenas. Iván lo había logrado, dio sus primeros pasos.

Después de todo, fue bueno levantarse temprano ese día.