Como bien es sabido aquí dentro del pueblo, cuando surge de repente una fuerte lluvia y las temperaturas bajan, es augurio de que la abundancia viene y que hay que dar pie a una buena tarde con café, té y tarta.
Desde ayer me vengo sintiendo cansada e incómoda, los sueños de repente se me han vuelto en pesadillas que me terminan levantando a altas horas de la madrugada, y ya no me puedo volver a dormir. Antor siempre llega a postrarse a los pies de mi cama cuando ve que su ama no está teniendo una buena noche. Probablemente logra percibir la angustia y trata de ayudar con su mera presencia, casi lográndolo con éxito. Hace unas dos semanas el pronóstico del tiempo habló de una presunta temporada de frío, que iba a venir acompañada de pequeños chubascos. Hecho, llegó justo cuando menos lo necesitaba.
Las fricciones de mi carro están a un mal movimiento de estropearse por completo y con las calles mojadas... uhg, creo que prefiero regresarme caminando a casa.
Mientras espero sentada en la mesa de la cafetería de Meredith, veo tras el cristal a la gente pasar con sus prendas para el frío, bien envueltas y cubiertas, viviendo sus vidas sin sentirse observadas, viviendo sin miedo. Que envidia.
Los minutos pasan y las personas también, pintando ante mí un panorama casi etéreo, inalcanzable. Sonrío con nostalgia con lo que tengo en frente, una pareja que se muestran felices ante la vida, con los ojos brillando y las sonrisas más sinceras. La nariz me comienza a arder con los recuerdos y suelto un suspiro tratando de olvidar lo que sucedió.
La vida no es siempre feliz, como tampoco es siempre triste. Hay que encontrar ese punto medio en el que no nos ahoguemos, y según parece a mí como que últimamente se me olvidó como flotar.
Tomo el café entre mis manos para calentarlas, tratando de disipar a mi mente traicionera, y espero.
Espero y espero...
Hasta que de pronto la campanilla de la puerta de la cafetería suena y revela tras unos segundos el inconfundible rostro serio y amargo del nuevo habitante de Coast Town.
Sus ojos denotan frialdad, como su quijada presionada y la tensión en sus hombros dejan entrever que lo que menos desea es estar aquí. Sus ojos vagan por todo el salón y yo contengo la respiración esperando a que note mi presencia. Que por tan solo un segundo repare en mi persona, pero solo hace un barrido vago por la estancia para centrarse en Meredith que lo atiende con una sonrisa en sus labios. Él queda de espalda hacia mí y desde aquí no puedo tener una idea de lo que hablan. Que frustrante. Este es el único lugar del que sé él suele venir seguido, pero en estas dos semanas se me ha hecho imposible tener un acercamiento. Es tan mezquino que solo llega y su visita en el local no dura más de cinco minutos, luego desaparece en su camioneta negra arrancando como si se le fuera la vida en ello.
Estoy agotada y doy por perdida una tarde más, al ver que su orden ya esta servida y está por tomarla.
Me tomo el tiempo de observarlo a detalle ya que en el tiempo que tengo de seguir sus pasos, nunca se detiene para voltear hacia atrás. Se dirige en tensión hacia la zona de entregas que queda a un metro de la caja, sus manos, bonitas y masculinas toman el pedido, asiente con la cabeza en agradecimiento (vaya, parece que tiene modales por lo menos) dirigiéndose hacia la salida. Mis ojos lo siguen, mis latidos se ralentizan, toma el pomo de la puerta con la cabeza gacha y yo le suelto un silencioso adiós desde donde me encuentro.
Su cuerpo se detiene, su mano queda extendida sin terminar de abrirla, se para y siento que mi respiración lo hace también. Trago en seco poniéndome nerviosa ya que esto no había pasado y sin esperármelo, sus ojos en una milésima de segundos se postran en los míos, para luego regresarlos al frente, abrir la puerta por completo con paciencia y sale a un paso apresurado, como siempre.
Los oídos me zumban, las manos me sudan y siento que tengo el cuerpo helado, y no por el frío. Si no que por los nervios y por la impresión de sus ojos sobre los míos.
Todo pasó en una milésima de segundos que parece como que si realmente nada hubiera pasado, ¿en serio pasó o estoy alucinando? Pueda que el desvelo y el frío me estén haciendo daño ya.
Trato de relajarme y olvidar lo que acaba de pasar, es que es imposible que haya pasado. Sus ojos no me habrían mirado directamente, como si hubiese llegado a sus oídos mi silencioso adiós... no, más que imposible.
Los minutos pasan y de nuevo me encuentro sumergida en dentro de mi cabeza, la campanilla vuelve a sonar y como sé que esta vez no es él no presto la mas mínima atención.
Aún me pesan los recuerdos, los pensamientos y estoy más que agotada, el dolor de cabeza comienza a asomarse y trato de calmarlo con un sorbo de café. Tras un día agotador junto a un susto de muerte mis pobres nervios están hechos trizas. Cierro los ojos tratando de relajarme y buscando respuestas al azar, fáciles dentro de mi cabeza para todo lo que me agobia. Lo empiezo a conseguir, o bueno, empiezo a dormirme cuando de repente escucho que una silla se arrastra a mi lado, finjo no ser consciente ya que nadie tiene por qué sentarse en mi mesa y es muy imprudente hacer tanto ruido cuando ves que alguien duerme, alguien se aclara la voz mientras me tocan el hombro y mi calma se evapora.
Abro los ojos furiosa y estresada para toparme con unos que me dejan helada, fría...
Es él ¿Pero qué demonios?!
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Haley, el Astro Faltante
Teen Fiction¨Una estrella es una esfera de gas en un estado de equilibrio entre la gravedad que tiende a comprimirla y la presión del gas, que tiende a que se expanda. Las estrellas liberan energía en su interior mediante reacciones termonucleares...¨ Vivir en...