YoonGi se despertó primero, como de costumbre. Durante mucho tiempo, se quedó allí sonriendo y sosteniendo al otro hombre mientras dormía, frotando la amplia espalda de Jeongguk mientras respiraba. El enorme hombre había vuelto a rodar sobre él y tenía al hombrecito pegado a la cama como un insecto en el parabrisas.
YoonGi quería llorar de alegría.
Su delgado cuerpo se estremeció de risa e hizo que Jeongguk se moviera sobre él, olisqueando y husmeando a lo largo de su cuello mientras dormía. YoonGi ahuecó la parte de atrás de su cabeza con la mano mientras los labios de Jeongguk se apretaban húmedamente en el ángulo bajo su mandíbula. Suspiró de placer cuando Jeongguk lamió la piel sensible y le envió escalofríos por la espalda. Él gimió y de repente Jeongguk se despertó, mirándolo con cara de sorpresa.
YoonGi le sonrió ampliamente.
—Buen día.
Jeongguk gimió avergonzado y levantó su peso de encima de YoonGi, grandes bíceps apretando a ambos lados de la rubia cabeza del muchacho.
—Lo siento, chico.
La sonrisa del muchacho era radiante.
—No me importa —Delgados y pálidos brazos se levantaron y enjaularon el cuello de Jeongguk, atrapándolo donde estaba—, quédate.
Jeongguk sonrió afectuosamente hacia él y luego dejó caer la parte inferior de su cuerpo, dejando que el peso de su torso cayera nuevamente entre las piernas de YoonGi. YoonGi oprimió los muslos, apretando las caderas de Jeongguk y acunando su dureza. Los ojos dorados de Jeongguk ardieron con deseo abierto y sus párpados se entrecerraron mientras su mirada se concentraba en la boca rosada de YoonGi. Él quería ser besado por Jeongguk. Tanto que casi gimoteó.
El muchacho cerró los ojos, levantando su barbilla, separando los labios en una invitación abierta.
Un suave, casto beso fue presionado en su mejilla y luego el peso de Jeongguk rodó a un lado y fuera de él. Los ojos azules volaron de par en par. La repentina decepción fue casi dolorosa.
YoonGi suspiró pesadamente y luego rodó para sentarse junto a Jeongguk, sus delgados hombros caídos mientras plantaba sus pequeños pies en la alfombra junto a los más grandes del hombre mayor. Miró al suelo y preguntó en voz baja.
—¿Por qué?
El hombre mayor inclinó su barbilla hacia arriba con una mano firme para poder mirarlo a los ojos.
—Porque no terminará con un beso, dulce. No hay nada en el cielo o en el infierno que pueda detenerme una vez que tenga una probada de ti.
La ardiente promesa estaba escrita en su mirada. YoonGi tragó saliva. Jeongguk sonrió y se levantó, su gran cuerpo casi desnudo y ondulando por los músculos. La polla de YoonGi se alzó orgullosa y feliz en sus pantalones cortos. Se sonrojó avergonzado, pero Jeongguk tenía una situación similar en sus propios pantalones. Ambos deliberadamente ignoraron el apuro del otro.
—¿Ejercitarse primero? —Preguntó YoonGi. Jeongguk asintió.
Aunque más pequeño, su gimnasio en casa humilló al gimnasio de la prisión. Tenía todos los equipos nuevos y pesas libres y puso todo ese equipo en buen uso, pateando el culo de YoonGi. Estableció circuitos, carreras en la cinta de correr, combinados con pesas y calistenia que hacían que YoonGi sudara más de lo que sudaba antes de que Jeongguk hubiera sido liberado de la prisión.
Jeongguk lo hizo parecer fácil.
YoonGi terminó tumbado boca abajo en el fresco suelo de baldosas como un cachorro recalentado. Jeongguk le sonrió con satisfacción, el sudor brillaba en su perfecto paquete de ocho. YoonGi quería lamerlo.
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