Serendipia

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Lo mejor para su cordura en ese momento era intentar mantenerse positivo. Había pasado por más placas que la mayoría de sus compañeros y pese a todo seguía ahí. Pero, por otro lado, la gente ya lo había eliminado antes y esta vez no tenía chance alguna de regresar.

Desde su eliminación había una cosa que Agustín tenía muy claro: él no iba a ganar. Los tenía a todos en contra y era prácticamente imposible que siquiera llegara a la final. Pero él tenía que volver. Tenia que volver por él.

Cuando volvió a la casa sabía que su estadía no se prolongaría mucho. Pero nada de eso importó cuando volvió a sentir sus brazos rodeándolo, sin intenciones de soltarlo, como si temiese que fuera a desaparecer si lo dejaba ir. Había estado un poco aterrado de que Marcos no lo hubiese extrañado tanto como él lo había hecho, cosa que el salteño se aseguró de descartar esa idea si las manos en su rostro y sus ojos brillosos de lágrimas que lo miraban como intentando asegurarse de que fuera real eran un indicio de algo.

Lo hubiese besado allí mismo si no los hubiese separado la ronda de abrazos de bienvenida de parte de sus compañeros, pero tuvieron tiempo para bienvenidas apropiadas una vez se quedaron solos.

Aunque esa burbuja de felicidad se les reventó después de la primera semana. Estaba genuinamente sorprendido de que no lo nominasen apenas llegó. Pero no importaba de cuantas placas zafara o que tan al margen del juego se mantuviera, no estaba seguro de si era un blanco fácil o si directamente ninguno de sus compañeros lo quería en la casa.

Si bien Marcos había tomado como un desafío personal alargar su estadía en el programa, no había mucho que pudiera hacer teniendo a la producción en su contra y el tener a Romina como compañera para decidir quien se salvaba de la inminente eliminación lo había dejado bien en claro.

—Hice todo lo que pude, te juro—le dice inflando los cachetes intentando contener las lágrimas y él no pudo soportarlo más. Se abalanzó sobre él en la cama abrazándolo fuertemente y enterrando la cara en el cuello del más alto. No tardó en sentir cómo le devolvía el abrazo y una mano empezaba a acariciar suavemente su cabello.

—Yo sé, boludo, yo sé—sintió sus propios ojos picar y los cerró con fuerza para no llorar—. Al menos dejaron el suspenso para el final—trazó su clavícula con la punta de sus dedos—, esperaba menos, te plantaste contra Romina, yo que vos lo consideraba un logro.

Una respiración entrecortada le indicó que su charla no estaba ayudando a la situación y se separó lo suficiente como para tomar su rostro entre sus manos y mirarlo con firmeza.

—Ey—limpió el rastro de lágrimas con los pulgares—. No pasa nada, ya pasamos por esto antes—el salteño hizo una mueca así que le picoteó los labios para distraerlo—Me preocupaban más otras placas, si te soy sincero. Y si me tengo que ir tampoco va ser el fin del mundo, no te vas a librar de mi tan fácil—lo pinchó en el estómago haciéndolo reír.

—Pero yo no quiero que te vayas.

Agustín sintió que se le rompía el corazón al escuchar al salteño. Era lo más parecido a ver a un perrito sufriendo. Romina de verdad que no tenía corazón, él de verdad no era capaz de negarle nada a Marcos salvo quizá esas tardes de entrenamiento de las que siempre escapa pero ahora por más que quiera no puede hacerle ninguna promesa porque ya nada depende de él, sino de la gente. Al menos esperaba que la gente tuviese el corazón como para no querer ver triste a la personificación humana de un golden retriever.

Aunque puede que eso le haya dado una idea.

—Hagamos algo—le dijo capturando su atención y no resistió a la tentación de darle un beso en la comisura de los labios, lo que lo hizo sonreír—. Allá afuera ya deben estar hablando pestes de los dos para convencer a la gente de no votar a Daniela. —puso un dedo sobre sus labios cuando el chico amagó a decir algo—Dejame terminar. No nos vamos a rebajar a eso, es un juego sucio.

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⏰ Última actualización: Jan 28, 2023 ⏰

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