Capítulo 1 - Nuevos comienzos

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La alarma del teléfono de Eric rompió el plácido silencio de nuestra habitación. Sentí frío cuando separó su brazo de mi cintura y su pecho de mi espalda para apagar rápidamente el violento sonido. Mis párpados pesaban demasiado como para abrir los ojos. El moreno rozó mi hombro con sus labios en unos besos suaves y cuidadosos antes de levantarse de la cama. Escuché como trasteaba con cuidado de no hacer demasiado ruido entre las cajas de la mudanza, buscando la ropa que se pondría por la mañana.

Ayer aterrizamos en Barcelona, después de acabar de enviar todas las cajas de la mudanza a nuestro nuevo piso. Nuestro nuevo hogar era un desastre en ese momento. Todas las habitaciones estaban llenas de cajas de cartón.

En mayo, al acabar la temporada, el representante de mi pareja consiguió cerrar el futuro contrato con el Fútbol Club Barcelona. El 1 de junio hicimos un viaje exprés a la capital catalana para el acto de presentación en el Camp Nou.

Sonreí emocionada al escuchar a los aficionados gritar al unísono el nombre de mi novio mientras saludaba desde el campo. Con mi movil inmortalizaba todos los momentos, para verlos y revivirlos una y otra vez. Sabía lo feliz que estaba Eric ese día, aunque su amplia sonrisa que también se reflejaba en sus ojos lo demostraba.
Los fotógrafos nos indicaron a mis suegros y a mi que nos acercáramos a Eric para hacernos fotografías. El catalán pasó su brazo por mi espalda, rodeando mi cintura y pegándome a él.
— Se está haciendo realidad mi sueño... Y no sólo porque acabe de firmar con el club de mi vida, sino porque te tengo a ti a mi lado— susurró en mi oído antes de dejar un sonoro beso en mi mejilla provocando mi risa.
— Te quiero, Eric. Y espero verte cumplir muchos más sueños.

Sentí de nuevo los labios de mi chico rozando mi piel, esta vez perfilando mi mandíbula. Sonreí por inercia como siempre hacía, él sabía lo mucho que me gustaba eso.
— Cariño, si quieres venir conmigo al primer entrenamiento tienes que levantarte ya. Si no te apetece no pasa nada, puedes quedarte en casa tranquila que estarás cansada de la mudanza— habló en un suave tono de voz mientras enredaba sus dedos en mi pelo.
— No me perdería tu primer día por nada del mundo— respondí con la voz aún adormilada mientras abría por primera vez los ojos.

Eric se dirigió a la cocina a preparar el desayuno mientras me desperezaba y buscaba mi ropa entre las cajas de nuestra habitación.  Cogí unas bermudas vaqueras de color negro y un top blanco de tirantes. Para completar, me puse mis Nike Court Vision Low blancas que me acompañaban a todas partes. Fui al baño donde recogí todo mi cabello castaño en una coleta alta. No tenía el pelo sucio pero con el calor de Barcelona en agosto llevarlo suelto me agobiaba. Hice mi rutina de skin care diaria y me perfumé. Fui a la cocina encontrándome con Eric ya sentado con el desayuno mirando el móvil mientras esperaba. Aproveché que estaba de espaldas a mí y distraído para sorprenderle rodeándole con mis brazos por detrás y escondiendo la cara en el hueco de su cuello.
— ¿Qué tal llevas los nervios?— pregunté desde mi posición.
— No estoy nervioso, tengo muchas ganas de empezar y de hacerlo bien... ¿Sabes con quién estaba hablando?— preguntó con entusiasmo mientras yo apartaba mi silla para sentarme. Tenía a algunas personas en mente que compartían selección y ahora iban a compartir vestuario con mi chico.
— ¿Con quién, amor?— me acerqué mi taza de café a los labios para dar el primer sorbo.
— Con Pedri. Me ha escrito él preguntándome también por los nervios y me ha dicho que nos espera en el parking para que no entre yo solo— respondió emocionado.

Y así hicimos. Después de desayunar, nos subimos al coche de Eric y pusimos rumbo a la Ciudad Deportiva Joan Gamper. El catalán conducía concentrado en la carretera y yo iba concentrada en su caricias sobre mi muslo. Tenía la costumbre de hacer pequeños círculos con su pulgar y solo paraba para cambiar de marchas. Admiré su perfil y lo sexy que estaba conduciendo con una sola mano en el volante.
— Aprovecharé mientras os ponéis la ropa de entrenamiento para mirar solares en venta— rompí el silencio.
— Me hace muy feliz la ilusión que tienes con construir nuestra futura casa. Seguro que va a ser perfecta.

Cada día me sentía más y más afortunada de la persona que tenía a mi lado. Al principio de nuestra relación tenía miedo, ya que los futbolistas no tienen fama de ser gente muy humilde y fiel en sus relaciones. Pero Eric desde el primer día me demostró el enorme corazón que tiene. Me hizo sentir protegida desde el primer día. No solo era mi pareja, también era mi mejor amigo. Escuchaba todos mis problemas, todas mis comeduras de cabeza y aunque no siempre tuviera palabras para reconfortarme, sabía que tan solo sintiéndome escuchada ya hacía bastante. Habíamos forjado una relación preciosa y sana. Los dos nos sentíamos importantes y queridos. Mis amigas siempre me hacían saber la envidia, sana, que sentían de nuestra relación.
Además, toda mi familia adoraba a Eric, desde mis primos más pequeños hasta mis abuelos. Igual que su familia conmigo. Incluso hacía planes a solas con mi suegra y nos lo pasábamos genial.
Tenía una vida de ensueño. Viviendo con mi novio en nuestra propia casa y habiéndome graduado de la carrera de mis sueños.

Eric aparcó el coche en el parking de la ciudad deportiva y ambos bajamos a la vez. Vi cómo levantaba el brazo para saludar mientras esbozaba una sonrisa y me giré a mirar. Allí estaba el canario que conocía por jugar con mi chico en la selección española.
— ¡Qué alegría veros por Barcelona!— exclamó Pedri mientras nos acercábamos. Abrazó al catalán dándole varias palmas en la espalda y después me saludó con dos besos en las mejillas.
— Ya era hora de volver al sitio que pertenezco— respondió el moreno alegre.
— ¿Qué tal va la mudanza? ¿Dónde estáis viviendo?— preguntó curioso mientras nos encaminábamos al interior de las instalaciones.
— Estamos en un piso en Pedralbes, es de alquiler porque nuestra intención es construir nuestra casa pero mientras vivimos ahí— comentó Eric mientras miraba a su alrededor los pasillos por los que caminábamos.
— Sí, es un bajo con jardín y tenemos piscina y todo. Cuando terminemos de sacar todo de las cajas os venís a cenar un día Fer y tú— añadí dedicando una pequeña sonrisa al canario.
—A mi hermano no se lo digas dos veces que se presenta en vuestra casa con el bañador antes de tiempo.

Se dirigieron a los vestuarios después de que Pedri me indicara por dónde debía salir para ir a los campos de entrenamiento. Allí ya estaba el cuerpo técnico colocando conos, balones y todo lo necesario para el entrenamiento. Me senté en uno de los banquillos más cercanos a las escaleras a esperar a que dieran comienzo. El primero en salir era un chico joven, no me sonaba su cara. Él también me vio a mi y frunció el ceño confundido por verme allí sentada. Unos segundos después, un señor con pelo canoso rodeó los hombros del joven con su brazo mientras le sonreía.
— Tenía muchas ganas de que empezaras a entrenar con nosotros. Tienes a los veteranos embelesados con tu juego— revolvió el pelo del chico haciendo que esbozara una adorable y tímida sonrisa.
Eric apareció en el campo con sus botas de futbol en la mano mientras le seguía Pedri. Se dejó caer en el asiento al lado del mío para ponerse las botas.
— Ese chico, ¿quién es?— pregunté curiosa.
— Se llama Gavi, tiene diecisiete años y el tío es un bestia en el campo. Lleva en La Masía desde pequeño y la temporada pasada en el Barça B se lució. Koeman quiere que empiece a entrenar ya con nosotros porque dice que tiene mucho talento— respondió el canario girándose a mirar al nombrado—. Le saco dos años y ocupa dos veces lo que yo— reí ante su comentario inesperado.

El entrenamiento fue divertido para los jugadores. Al ser el primero de la pretemporada, no les exigieron demasiado. Me sentí orgullosa de mí misma al reconocer a casi todos los jugadores del equipo.
Cuando acabaron la sesión, les tenían preparado un stand con granizados de varios sabores para recuperarse del esfuerzo físico. Eric besó mi frente mientras me ofrecía de su vaso. Se notaba cansado pero feliz.
— Vamos al vestuario y me esperas en la puerta, no tardo en ducharme, ¿vale?— acarició mi mejilla mientras asentía y juntó sus labios con los míos en un corto beso antes de dirigirnos escaleras abajo.
Esperé apoyada en la pared junto a la puerta mientras miraba Instagram en mi móvil. La puerta se abrió robando mi atención esperando que fuera mi chico para poder irnos de vuelta a casa. En cambio, mi mirada se cruzó con otros ojos marrones. Era Gavi. Me dedicó una pequeña mueca, un intento de sonrisa a modo de despedida, antes de perderle de vista por los pasillos.

Sobre planos - Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora