Capítulo Único

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Yo también quería hacer mi propia historia de reencarnación y reencuentros.

Corto y simple, una ligera angustia al principio que se transforma en una cálida esperanza cuando dos almas se vuelven a encontrar.

¡Disfruten!

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Juushiro exhala un largo y pesado suspiro cuando ya nadie puede verlo con lástima fingida. Hoy sería un buen día, un nuevo comienzo, pero nada salió como lo esperaba.

Debido a su delicada salud, una condición con la que ha estado lidiando desde muy joven, Juushiro estuvo casi veinte días sufriendo por una nueva recaída. No solo fue duro físicamente, también lo lastimó mucho a nivel emocional. Estuvo encerrado por largos y solitarios días y con su mejoría (la verdad llegó a creer que no sobreviviría esta vez) poco a poco fue volviendo a su vida normal... Solo para encontrarle con la estupenda noticia de que fue echado de su trabajo el mismo día de su reincorporación.

No sabe a ciencia cierta que pudo haber ocurrido en tan solo veinte días, pero le alegaron (le mintieron) que la compañía pasaría por grandes cambios donde es obvio que él no figura. Qué buena excusa para finalmente deshacerse de él.

Juushiro se siente tan frustrado. Dedicó un par de años a su trabajo, fiel e incondicional, pero nada importó. Enfermó, gastó muchísimo dinero en tratamientos, preocupó a su familia y la cereza del pastel es, por supuesto, perder su empleo. Y lo peor es que no duda en lo absoluto que todo haya sido un verdadero capricho de, lo único bueno de todo esto, su exjefe.

Por hallarse sumido en pensamientos, Juushiro pierde su transporte y no tiene de otra que salir de la zona industrial por sus propios medios. Se siente estupido por creer que las cosas comenzarían a mejorar, ¿Realmente hay más penurias por las que atravesar? Parece que su tormenta no parará pronto.

Y hablando de tormenta... La lluvia simplemente comienza a caer apenas la noche se manifiesta. No es una llovizna leve, de esas que pueden anunciar diluvios o no ser nada, sino un aguacero que lo empapa en cosa de nada. Juushiro es un hombre prevenido y preparado, pero obvia el paraguas en su mochila y sigue adelante, tampoco considera los efectos que tendrá en su salud ya delicada.

La verdad es que Juushiro no es del tipo resentido, pero por primera vez una intensa rabia lo quema desde adentro. Fue iluso al esperar un poquito de solidaridad, nunca pidió nada aun cuando su condición económica no es estable, y lo peor es que su ilusión por retomar su vida y sentirse un poquito más normal se derrumbó frente a sus ojos. Sin duda, el egoísmo de algunos puede dañar a otros.

Nunca se había sentido tan perdido. Sin trabajo, sin ahorros, sin salud, sin a quien recurrir que no haya molestado demasiado ya. Aquí, bajo la lluvia, no sabe si le pesan más las ropas o su corazón. Y su cabello negro (recién cortado para volver presentable al trabajo, já) se le pega en la frente nublando su visión, ¿O son las lagrimas amargas que se mezclan con la lluvia más dulce?

Juushiro ya está sobre los treinta, pero ha sido víctima de más tormentas de las que puede contar. Es demasiado vergonzoso admitirlo a su edad, han sido demasiado fallos durante los años, y aun así una parte de él tenía la esperanza de que, algún día, podría hacerlo mejor. Y aunque es inteligente, disciplinado y constante, no parece ser suficiente...

¿Habrá alguna luz que pueda guiarlo en su oscuro camino? ¿Hay alguna salvación para alguien tan defectuoso como él?

Entonces, aún en su camino, un auto se anuncia con su sonido y su luz en las desoladas calles. Por instinto Juushiro se cubre el rostro, incapaz de soportar la luz, y lo último que siente es el agua del suelo salpicarle, ensuciándolo de barro y hojas caídas.

Cuando Juushiro se quita la mano del rostro, ya no siente nada. Ni la lluvia azotarlo, ni el frío, ni los miedos y preocupaciones que lo han abrumado tantas veces durante toda su existencia, ni la rabia y el coraje, ni la débil esperanza de un porvenir mejor... Ya nada importa en este momento, el huracán de emociones ha desaparecido dejándolo como un cascarón vacío.

Y como si estuviera sumergido en un extraño sueño, Juushiro no nota la figura que aparece ante él hasta que una tela rosada lo cubre. Es ahí, justo en ese instante, que el calor emerge desde su pecho y siente otra vez: alivio.

Finalmente, ha llegado la calma después de todas las tormentas de su vida.

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Juushiro despierta, todavía no muy consciente de cómo ni cuándo cayó dormido, y se encuentra con un mundo diferente .

Es como viajar al pasado. A las épocas de la mismísima aristocracia nipona que se estudia en la escuela, gobernada por emperadores elegidos por dioses y defendida por valientes y orgullosos guerreros. La habitación es amplia y bien decorada a pesar de no tener demasiado, Juushiro presiente que probablemente fue preparada para un invitado especial. Y él, por su parte, viste de blanco sin ningún rastro de suciedad, siendo un hombre puro otra vez.

La puerta se desliza, con evidente cuidado, y revela una gran presencia. Un hombre alto de piel bronceada y de largo cabello rizado, vestido por un haori rosado, que cierra la puerta detrás de sí aislandolos a los dos del resto del mundo. Su salvador.

Juushiro mira fijamente a este hombre, imponente e importante, más intrigado que asustado. Un ojo gris, el otro cubierto por un parche negro por alguna razón, lo mira de vuelta. En el iris visible hay un brillo singular, a pesar de la apariencia robusta de su persona, que sacude a Juushiro.

En silencio, tranquilo y agradable, el hombre se acerca y se arrodilla ante él, el haori rosado cae a su alrededor como pétalos de flor. Entonces, hay una pequeña sonrisa, tan complacida, que lleva calor al corazón ya despierto de Juushiro.

—Juu... — una voz profunda, cargada de anhelo, pronuncia su hombre con una fascinación que no había oído nunca.

Juushiro simplemente lo sigue mirando, abrumado con lo que sea que represente esta persona para él. Quisiera hablar, aunque no sabe qué decir, pero las palabras no salen. En cambio, mueve una mano lentamente, nervioso y ansioso, y la posa en una mejilla. Hay una chispa, lejana pero intensa. La barba descuidada lo pincha y le hace cosquillas y todo se vuelve aún más familiar. Frente a este hombre, que no parece ningún desconocido, se siente cómodo y seguro.

Sin darse cuenta, Juushiro está sonriendo. Contento, pleno, en paz. Y produce una reacción inesperada en el rostro del otro hombre, que pasa a una más sorprendida, incluso puede ver color en las mejillas. Finalmente, la voz de Juushiro sale en una risita que es incapaz de contener.

Un aroma, una calidez, una caricia, una mirada, tantas sensaciones... Todo es tan familiar. Es como si Juushiro hubiera pertenecido aquí, justo con esta persona, desde siempre.

Una mano, grande y callosa, finalmente se anima a atrapar la suya en el rostro. Juushiro siente al otro apoyarse en su palma y el ojo se cierra, claramente ameno con este contacto. La imagen hace revolotear el corazón de Juushiro y habla:

—Tú... —es un murmullo, aún débil, pero gracias a su cercanía llega a oídos ajenos.

El ojo se abre, el gris tan suave y perezoso y encantador, y pronto Juushiro siente los labios en su palma en un beso de mariposa cargado de inmenso cariño.

—Todo está bien ahora, Juu.

Y Juushiro le cree.

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¡Gracias por leer!

La calma después de la tormenta | BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora