Antes.

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—Dime que no es cierto.

Una de las sirvientas personales de su esposo tenía en el rostro un gesto de culpa indirecta después de decirle al rey  la noticia. Denotaba desesperación, miedo, dolor e incluso tristeza que el rey compartió desde que la vio salir de la habitación de su esposo.

Los guardias en la puerta y del pasillo, los sirvientes de su esposo, algunos miembros de la corte al lado del rey se quedaron en silencio al ver el rostro de este sin ninguna emoción pintada en ella. La falta de ruido en ese pasillo es roto cuando la puerta de aquellos aposentos es abierta, saliendo la noble partera con un pequeño bulto envuelto en telas blancas ensangrentadas.

Ella caminó con cierto temor hasta el gobernante quien miraba fijamente lo que tenía en brazos.

—Su majestad...

—¿Cómo está él? —Es lo primero que preguntó, sus pies parecieron haberse adherido al piso que no es capaz de ir hasta esa bendita habitación y ver por sí mismo a su esposo.

—Su alteza Doyoung está bien, se desmayó, pero va a despertar, le dimos un tónico de hierbas medicinales, necesita descanso. Fue una labor... muy complicada, su majestad.

Yoonoh tragó un nudo en su garganta, aguantando las lágrimas y detestando verse tan débil en estos momentos frente a varias miradas llenas de lástima y falso dolor.

— Mi hijo... m-mi bebé, nació bien, ¿verdad? Déjame sostenerlo... por favor... —La partera se asustó al sentir cuando el rey le quitaba al bebé, si es que lo era, de sus brazos con suma desesperación y lo colocaba contra su pecho en un débil intento de darle calor.

Yoonoh quitó una parte de la manta del rostro del bebé, cubierto de sangre, con los ojos cerrados, sintiéndolo frío, como si fuese un muñeco sin peso. Apretando su mandíbula con fuerza deslizó un dedo cerca de la naricita con la idea de que la respiración de aquel ser cubra este.

—Nació sin vida, su majestad —Habló sin tapujos la partera, pero con cierta delicadeza y sensibilida, temblorosa a que el rey le hago algo— El proceso de parto fue complicado, su alteza Doyoung perdió demasiada sangre, mucha. El bebé no lloró cuando logramos sacarlo, estaba bañando en sangre. Intenté reanimarlo, pero... lo siento, su bebé-

—Cállate —Musitó Yoonoh a la mujer con severidad y todos tuvieron miedo a cómo reaccionaría el rey al escucharlo cambiar su tono de voz.

Sin decir nada, caminó en dirección a la habitación donde estaba su esposo. Al entrar, las damas que lo estaban cuidando bajaron la cabeza y salieron de ahí a pasos agigantados, el aura que emitía el rey era pesada.

Doyoung tenía los ojos apenas abiertos y se animó un poco al ver a su esposo ir hacia él. Sonrió un poco al verlo con su bebé en brazos.

—¿C-Cómo nació? ¿Lo logramos?

La media sonrisa de Doyoung se rompió en pedazos cuando Yoonoh levantó su rostro con lágrimas gruesas bajando como cascadas y luego cayó de rodillas junto a la cama. Doyoung cerró los ojos con fuerza y cubriéndosela con sus manos y gritó mientras comenzaba a llorar.

—¡No! ¡No, Jaehyun, no! ¡No, no, no!

Con mucho dolor se sentó y Yoonoh le dio a su bebé y su esposo lo tomó violentamente llorando aún más fuerte.

—¡E-Era un varón... —Doyoung hipaba junto al llanto silencioso de Yoonoh, odiaba con toda su alma ver y escuchar al amor de su vida llorar, lo destruía por completo— ¡P-Por qué... Por qué, por qué, por qué, por qué! ¡Mi bebé, no! —Se aferró al inerte bebé contra su vientre, el llanto de Doyoung se escuchaba hasta el final del pasillo, tan desgarrador dejando ecos de varios segundos, llorando como nunca antes lo había hecho. Nunca fue así cuando perdió a sus otros bebés.

Todos allí lamentaron bajando la cabeza. Por todo el palacio se avisó de la pérdida, nuevamente, de otro bebé de los reyes.

Yoonoh se sentó en la cama abrazando a Doyoung quien seguía llorando demasiado desconsolado, sus dos brazos estaban extendidos sobre la cama, cansados, el inerte cuerpo del bebé se quedó inmóvil sobre los muslos de Doyoung. Este manchó todo su pecho y vientre con la sangre aún húmeda de los paños, y pedía en bajos susurros que despertara por algún milagro, que Dios lo reviva, algo, alguien. Que despierte de esa maldita pesadilla.

—Doyoung... mi amor.

—Mátame, Jaehyun, ya mátame, por favor. ¡Nunca vamos a tener hijos! ¡Nunca voy a darte un heredero! ¡Nunca tendrás un primogénito! ¡Nunca vamos a ser felices... ya... ya basta! Basta... no puedo, no puedo, basta... basta —Murmuraba débilmente, apenas con las últimas energías que le quedaba en su pálido cuerpo.

Jung Yoonoh, apodado cariñosamente por su esposo como Jaehyun, es el rey del reino Neozeng. Heredando el trono hace 10 años con solo 19 años al fallecer su padre, se casó con el hijo de un importante político de la corte real a los 23 años, Kim Doyoung. Convirtiéndose en automáticamente en el rey segundo y esposo real.

Tantos años gobernando en armonía y paz, llegó el momento de crear una familia, traer un heredero al mundo, un sueño que ambos anhelaban tanto. A los 28 años, llegó el primer anuncio que Doyoung estaba embarazado, pero no se anunció al reino por seguridad personal y hasta confirmarlo en su totalidad.

Dos meses pasaron y Doyoung tuvo una aborto espontáneo. Perdiendo de esta manera a su primer bebé.

Entrando así, a un calvario de sufrimiento y el constante intento, y casi desesperado, de tener bebés.

A un primogénito.

Primogénito⎯ jaedo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora