Prólogo: La Calma Después De La Tormenta

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Desde que era un niño pequeño, los días grises por alguna extraña razón me resultaban aún más largos que los días soleados, "¡¿Lluvia en invierno?!" las preguntas de confusión se hacían resonar desde autobuses hasta en el plato de sopa que se degustaba en algún restaurante lujoso de la ciudad, pues era un fenómeno tan inusual que sin duda los residentes más antiguos generaban pánico entre los más jóvenes, diciendo que esto era obra de hechos místicos y de un presagio para el mal augurio de los recién nacidos, señales divinas de Dios quien exigía el castigo de los ignorantes y los blasfemos.

Por mi parte, iba de regreso a casa, disfrutando de la sombría vista que podía apreciarse a través de la ventana del autobús, con la espalda más adolorida que el día anterior, nada importante en realidad, pues es algo a lo que he tenido que acostumbrarme a las malas para poder llevar algo de dinero a casa. Una vez que llegamos a mi destino descendí del camión y me quedé un par de segundos observando el cielo, y el cómo los primeros rayos de luz del día comenzaban a asomarse tras las oscuras nubes.

- ¡Christian! - escuchar el grito de mi nombre tras de mí me hizo voltear de inmediato -Hola, buenas tardes, ¿cómo estás chico?

- Hola, bien, gracias por preguntar

- Hace un par de horas llegó este sobre, y veo que contiene su dirección, bueno lo encontré en mi buzón y al parecer esto les pertenece

La señora Graciela me hizo entrega de un sobre de papel con un clásico sello negro

- Sí, esto es de Marco - me susurré a mí mismo

- Debe ser importante porque ese sello parece de una agencia o de algún papeleo importante

- Si, ya sabe, los ancianos y sus anticuados sellos

- Jajaja, no es anticuado jovencito, de hecho, es muy bonito, en mi época estos sellos eran muy populares

- El cartero había realizado buenas entregas toda su vida, ¿qué paso esta vez? ¿Algún descuido?

- Si de hecho me sorprendió verlo en mi buzón, pero por lo que me he enterado, creo que tenemos a un nuevo cartero, el antiguo ya era alguien bastante mayor, ya era justo que se jubilará, el nuevo dicen que es joven con la barba bien cuidada, y muy guapo

- Vaya, veo que se informo bien sobre el nuevo cartero - le respondí a Graciela entre burlas, a lo que ella apenada tocio disimuladamente

- Si, pero bueno dejando eso de lado, démosle tiempo para que se acostumbre a los suburbios

- Los marginados suburbios...- susurré una vez más para mí mismo

- Tengo que ir a terminar la cena de esta noche, salúdame a Susana hace tiempo que no la he visto, espero que todos se cuiden, y sobre todo con este clima loco

- Si nos vemos, también cuídese mucho

Me despedí de aquella señora y me moví tranquilamente al interior del callejón que era necesario cruzar para llegar a casa, antes de eso un suspiro escapo de mis labios al frio aire de invierno. Me adente a través de la brecha hasta toparme con la facha principal de la casa, a pesar de lo grisáceo que era el día nuestro hogar brillaba con ese simpático y alegre color amarillo tan particular, aunque no fue suficiente para ayudarme a cambiar mi estado de ánimo.

Entré a casa dejándome envolver por un silencio denso, algo no tan inaudito pues me había acostumbrado a esa penumbra que había sido compañía fiel de nuestra morada en los últimos días. Avance arrastrando los pies hasta mi habitación, una vez dentro me quité los zapatos para sentarme de manera placida sobre el colchón, mantuve el sobre que Graciela me había dado entre mis dedos viéndolo fijamente pero el cansancio fue cada vez más pesado y al sentir la comodidad de mi colchón sobre mi espalda, caí en un profundo sueño.

PURPLE ECSTASYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora