Con tan solo 12 años, un pequeño niño intentaba sobrevivir a las frías noches de una ciudad olvidada. Sin siquiera esperar que en un tiroteo su alma fuera condenada a vivir entre una delgada línea.
Todo paso tan rápido, no pude hacer nada. Y ahora simplemente estoy en este lugar, este lugar me aterra. Quiero llorar pero no puedo, ni siquiera se si aún vivo estoy. Pero lo que me atormenta es, que lo recuerdo todo a la perfección.
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En una habitación de condiciones deplorables. Un tablón del suelo, empezó a crujir a la vez que se movía con suavidad y torpeza.
Cuando aquel único tablón por fin cedió, este fue elevado y dejado a un lado. Dónde de aquel agujero, una pequeña silueta se esforzaba por intentar subir.
Pequeños pucheros se podían escuchar desde debajo del tablón, hasta que una bolsa de plástico, salió volando hasta impactar contra una pared, cayendo al suelo.
???: ¡Va-vamos! ¡U-un po-co ma-mas! ¡Listo!
Logrando subir, aquella pequeña silueta, rápidamente cambio. Hasta convertirse en la figura de un infante, de no más de 12 años, mismo que al subir. Con sus pequeñas manitas, tomo el tablón suelto para colocarlo en su lugar.
Dejándose caer, aquel niño rápidamente se acercaría gateando en dirección a la bolsa que había lanzado. Empezando a buscar en su interior, y con estrellas en su ojo derecho lograría encontrar una gran cantidad de comida que por poco y no lo hacía llorar de la felicidad.
???: Atún, Yogurt, Queso, Pan e incluso sopa instante..... ¡Este es el mejor día de mi vida!
Abrazando fuertemente la bolsa con los productos en su interior, aquel niño simplemente. Estaba listo para degustar una sola lata para guardar el resto, sin embargo tardo más de 5 minutos en entender cómo abrir la lata. Aún si está tenía instrucciones, este no sabía leer.
Con la lata por fin abierta, pudo observar el pescado ahí esperando a que esté la consumiera. Pero el líquido viscoso en su interior, confundió al niño. Acercándose a la lata para probar un poco el líquido, sin esperar que lo escupiera al instante.
Enojado con la lata por "engañarlo" le arrojó un pedazo de chatarra que había en la habitación. El líquido se derramaria en el suelo, y con el sonido de su estómago rugir. Le daría una segunda oportunidad al atún, tomando un poco de la carne con sus maltratadas manos para introducir la carne en su boca.
Sus ojos se abrieron de par en par, empezando a derramar lágrimas. Empezando a comer desesperadamente ante el magnífico sabor, las lágrimas no se detuvieron, hasta que la lata se terminó.
