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Se dice que cuando el destino quiere dar un castigo los da de las maneras más inusuales posibles algunos eran unas torturas, para otros es una situación extraña y otros más relajados solo dejan que el problema pase, pero no es la situación aquí donde el destino quiere darles un castigo algo peculiar y que encontraran demasiado irritante nuestros amigos

—Vamos Reich solo beberemos un poco y ya —Sonrió aquel italiano mientras tenía unas botellas de Fernet blanco de su país natal en ambas manos, fue fácil traerlas escondidas entre su equipaje ya que su hijo fue el que se encargó del vuelo.

—Italia la última vez que tomamos terminamos iniciando la segunda guerra... —Hablo la nipona la cual estaba viéndolos con algo de aburrimiento en el escritorio del rojizo, el cual estaba a nada de cortarle la lengua al italiano por las estupideces que el proponía.

—Imperio tiene razón Italia... Aparte no me gustan tus licores —Se cruzo de brazos mientras se movía de donde estaba e iba donde la nipona sacándola de su asiento— Aunque te niegues Imperio para que lo acompañaste? – Pregunto con algo de confusión al verla aquí, no solían hacer reuniones a menos que sean para recordar viejos tiempos.

—Mi hija... Quería hacer unas noches de pijamada... La adoro, pero no voy a aguantar más de 4 noches seguidas de sus secciones de maquillaje... Nunca había visto a México tan emocionado con ella... —Murmuro mientras se sentaba en otro sillón teniendo una pequeña sonrisa, pero aquellos ojos reflejaban que no quería ver otro maquillaje extravagante en su vida.

—Comprensible

—Porque a ella si le aceptas todo tan fácil y a mí no?

—Porque ella si tiene sentido del pudor... —Dijo rodando los ojos mientras se recostaba mas en la silla del escritorio.

—Eso no se vale... Vamos Imperio apóyame solo serán algunas copas y sé que siempre llevas licor en tu equipaje y cantimplora —Lo acuso su compañero de antigua batalla.

—Stk... —Desvió la mirada sin querer verlo— Si Reich no está de acuerdo no hay porque insistir —Aunque la nipona lo negara igual le vendría bien un trago que hace años no podía tomar en confianza, lo hacía con su hija pero ella tenía una resistencia muy mala, y a la tercera copa ya la tenía que acostar.

—Que mala eres mintiendo —Hablo Reich mientras veía a los dos individuos y después su estante, estaban en su "casa" más que casa era mansión y su hijo no se encontraba, hace tiempo no jugaban a ese juego extraño de cartas que la asiática les enseño, lo pensó un poco sin esperar más se levantó abriendo el mueble para sacar algunas botellas de diferentes licores y un juego de cartas nuevo —Bien... Como no hay nadie podemos jugar tranquilamente —Ignorando el grito de felicidad del italiano, movieron los muebles solo dejando la mesa de centro.

𝒯𝓊 𝑒𝓇𝑒𝓈 𝓎𝑜 𝓎 𝑒𝓁 𝑒𝓇𝑒𝓈 𝓉𝓊́... 𝑜𝒽 𝒶𝓁𝑔𝑜 𝒶𝓈𝒾́Donde viven las historias. Descúbrelo ahora