Era un lugar oscuro, inundado de los lamentos de los condenados que allí eran torturados, retorciéndose y suplicando aquellos que una vez vivieron una mala vida o alguna vez hicieron algo tan horrible para merecerlo. El olor a azufre se clavaba en los huesos y cascadas de lava rodeaban la tierra yerma, excepto en el único acceso a la laguna donde el barquero transportaba las almas de los muertos. El lugar era custodiado por un gigantesco perro de tres cabezas, cola de serpiente y ojos rojos, cada una de sus partes había sido elegida meticulosamente para causar terror y respeto para que nadie se atreviera a propasarse, un perfecto perro guardián. La bestia ahora se encontraba a las puertas de lo que parecía ser un enorme palacio de obsidiana negra, tranquilo entre los enormes monumentos que representaban a su amo.
Dentro de las paredes del palacio, el rey del inframundo se encontraba en su trono, dios de la muerte y la discordia. Para él, ser llamado Hades o Plutón le traía sin cuidado, pues cada generación lo conocería con un nombre diferente, igual seguiría siendo venerado y temido a partes desiguales por los humanos teniendo el nombre que tuviera , así que encontró entretenido encontrar y ponerse su propio nombre, y así se llamó Damien. El nombre era importante después de todo, pero solo encontró esto como una actividad para pasar el rato entretenido dentro del aburrimiento de sus deberes como dios y soberano.
Siempre portaba un atuendo lúgubre y elegante acorde a él, abundante de tonos negros y huesos y calaveras, además de su preciosa corona siempre presente sobre sus cabellos azabache, así como las llamas que flotaban a su alrededor y con las que estaba jugando ahora a falta de hacer algo interesante. Estaba aburrido. Damien no tenía mucho más que hacer que mirar por la ventana y ver a las almas ahogarse en su propia desesperación y burlarse en ocasiones, pero ya se estaba volviendo demasiado repetitivo, últimamente no pasaba nada interesante.
Se levantó de su trono y abrió un portal al mundo terrenal, si en sus dominios no pasaba nada pues tendría que buscar en otro sitio para divertirse un poco.
Se cruzó en el camino de los humanos, creando miseria entre la gente y discordia que daría inicio a nuevas guerras, de las que podría disfrutar sentadito y cómodo en su palacio. El joven dios se reía ante lo fácil y lo dispuestos que estaban los humanos de ir contra sus vecinos a la más mínima provocación absurda. Negó con sorna y siguió paseando con tranquilidad, no es como si le importara realmente la humanidad, tras ver tanta muerte en su reino ya se había insensibilizado ante su sufrimiento, pero era lo mejor que se le ocurrió. Eso y... joder un poco al resto de dioses.
Pensó en ello y al final se decidió que molestaría al dios más cercano, Butters, el nuevo dios de la agricultura. Estaba en una aldea humana, así que su objetivo no estaba tan lejos, el antiguo dios de las cosechas dejó su puesto hace relativamente poco y en su lugar puso al pequeño e infantil Leopold, que, aunque trataba de dar su mayor esfuerzo, siempre era divertido ir a marchitar sus campos, así que eso hizo, probablemente la hambruna arrasaría aquella población.
Para su sorpresa, el pequeño dios vino corriendo cuando estaba en mitad de su trabajo, eso lo sorprendió mucho. ¿Cómo había aparecido tan rápido? Se tarda bastante en bajar desde el Olimpo, así que eso solo podía significar que ya estaba aquí. ¿Haciendo qué? Un dios (más uno ocupado como debería ser el dios de las cosechas) no se aparecía en el mundo humano por nada. Tal vez guardaba un secreto, uno que ningún otro dios conocía, o tal vez intentaba esconder algo de él para evitar que pereciera bajo su mano. Esa idea le hizo fruncir el ceño. Si era así, entonces se encargaría de llevarse la vida de su preciado secreto, a lo que aprovechó que el rubio estaba ocupado tratando de salvar las plantas y siguió el camino por el que lo había visto llegar, no importaba demasiado lo que encontrara, de todas formas él se encargaría de eliminarlo de la faz de la tierra.
Llegó a las lindes de un gran bosque inmaculado y rebosante de vida, alejado por mucho de cualquier población humana a la redonda. ¿Eso es lo que le importaba tanto, un puñado de árboles?
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Hades y Perséfone // Dip
FanfictionDip, South Park Cuando la vida aprendió a amar a la muerte, cuando la muerte encontró la belleza en la vida. *no es lo que estoy acostumbrada a escribir, sin embargo quería probar con una pareja y un Fandom distinto.*