01. Happy face: Donghyuck.

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What a strange world

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What a strange world































Donghyuck realmente no entiende cuál es la insistencia de sus familiares en que consiga un trabajo con apenas dieciséis años cumplidos. Cree, internamente, que no es su culpa que sus padres o abuelos fuesen explotados laboralmente desde que eran unos niños, y no planea entrar en ese turbio mundo donde a los adolescentes les pagan una miseria solo por ser inexpertos.

Es tan extraño.

Siente una necesidad de seguir disfrutando de su vida como cuando aún era un niño pequeño, pero a cada paso que da siempre lo persigue algún comentario hiriente por parte de los adultos.

Que si viste raro, que sus gustos son feos, que no tiene la inteligencia suficiente, que debería de ser más maduro. Todo llega a sus oídos, incluso con los audífonos puestos.

De verdad... ¿Qué le importa a la gente su vida? Si aún es un adolescente que tiene muchos miedos. La ansiedad al salir de su hogar y caminar al colegio, temiendo a que probablemente lo quieran asaltar o secuestrar, la presión de sacar buenas notas para que su familia deje de compararlo con otros, el esfuerzo que le coloca a sus coreografías con intenciones de que sus profesores miren que de verdad el tiene talento y que nació para las presentaciones.

Todo eso nadie lo ve, simplemente juzgan por apariencias y le dicen que parece un niño rebelde que nunca ha tenido intenciones de escuchar a sus padres. Cuando la verdad es que no saben nada de su vida, no saben que ama demasiado a sus padres y que obedece cada cosa que le indican porque fue criado de una mejor manera que toda esa familia asquerosa a la que obligan a ver solo por cortesía.

Sus pensamientos quedaron a la deriva cuando desde la cocina pudo escuchar a su abuelo reclamarle a sus padres el hecho de que seguía sin conseguir trabajo y que era un niño que solo les hacía gastar en tonterías como sus clases de baile. Quería salir a decirle que no tenía porque intervenir en esos asuntos, pero tenía estrictamente prohibido meterse en las conversaciones ajenas y mucho menos con ese señor, solo porque todos sabían que si discutían se haría un problema enorme.

Enojado, tomó una manzana y su mochila para huir de su hogar directamente a uno de los pocos lugares donde podía estar más tranquilo; el colegio.

—Que extraño es el mundo de los adultos —susurró, teniendo que subirle el volumen a su música para no sentir el miedo de caminar solo por las calles.

Estaba aterrado por el futuro que le esperaba. La posibilidad de nunca superar sus miedos lo hundían en una constante depresión y ansiedad que se presentaba durante las noches para no dejarlo dormir como debería.

Todos sus compañeros se emocionaban por sus cumpleaños y les hacía ilusión cumplir dieciocho años de edad. Sin embargo, el solo se tiraba a llorar cada que su día especial se acercaba, ya que los mismos comentarios llegaban a el para recordarle que su vida era una basura.

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