El café en su escritorio, junto a esas hojas desparramadas desprolijamente, lo acompañaban en su soledad, interna y externa.
Daba algunos sorbos cortos al café en su taza y volvía la vista a las hojas, de vez en cuando agregando algo nuevo o corrigiendo lo escrito con anterioridad.
Cuando escribía, acostumbraba a silenciar el ruido exterior con su música favorita, aquella que a veces lo inspiraba, otras lo ayudaba y otras simplemente servía como un sonido que silenciaba momentáneamente todos sus pensamientos sueltos; la música también lo ayudaba a dispersar sus ideas y hacer de sus pensamientos otros más luminosos cuando estos buscaban aconsejarlo mal.Yeonjun miró por la ventana delante suyo y se encontró con la lluvia; el agua cayendo aparentemente incesante y golpeando su vidrio, como pequeñas partículas amontonadas buscando llamar su atención.
Se distrajo momentáneamente con una gota que parecía caer suavemente, sin el más mínimo apuro y sin dirección aparente, sólo deslizándose por allí, sin rumbo, y notó como en su camino, esta iba haciéndose más grande, hasta estrellarse y finalmente desaparecer como si nunca hubiera existido.
Así, se descubrió a sí mismo completamente compenetrado en ese concepto de creación y destrucción, buscando fijar su atención en la forma en que las gotas crecían hasta desaparecer frente a sus ojos.Se fijó también en el vapor de su café, el cual dibujaba formas en el aire, las cuales aparecían y desaparecían constantemente, variando y repitiéndose, una y otra vez, tantas que así lograron captar su atención.
Dio un corto sorbo y la amargura lo recibió como a un viejo amigo, y él mismo empapó su paladar gustoso, totalmente acostumbrado al sabor, uno que en sus memorias no tan pasadas no soportaba, pero que con el tiempo aprendió a disfrutar.
Alguien que conoció hace tiempo lo introdujo a aquel placer totalmente inconsciente, y desde entonces simplemente no pudo dejarlo, tal como a un vicio.Sabe que no podría olvidarlo fácilmente, pero no imaginó que rondaría su mente cada momento desde que lo conoció.
Era incluso ridículo pensar que una simple taza de café podría expandir tan claramente sus memorias, hasta un punto donde sentía que si no dejaba de pensar no podría evitar sentirse mal y cruelmente solo.No dependía de él su soledad, porque si tuviera el valor, tendría a alguien a su lado y lo sabía, pero de todas formas era muy cobarde para dar ese paso y, aunque lo había pensado muchas veces, jamás lo intentó siquiera y dudaba que lo hiciera.
Había alguien, siempre estaba esa persona dándole vueltas en la cabeza, creando así escenarios e incontables imágenes, pero no eran más que eso, imágenes sin significado, sólo existiendo para hacerle más daño.《Estúpido.》, su voz interior le gritó con crueldad, haciéndolo saltar en su lugar; no era la primera vez que tenía esos pensamientos intrusivos, pero sí que estos eran tan claros y directos.
《Por favor, ¿quién podría quererte? No vales nada. Vamos, sabes que Soobin no te quiere, ¿por qué siquiera sigues pensando en él?》
Inconscientemente, su pluma se clavó con fuerza en una de sus hojas y cuando lo notó, su nombre estaba separado por un agujero, uno que había echado a perder todo ese trabajo que le tomó horas de su vida.
Yeonjun se restregó los ojos y recargó su cuerpo levemente en el escritorio, suspirando antes de que sus pensamientos fueran a parar a ese rincón que intentaba evitar pero bien sabía que no podía.La viva imagen de un Choi Soobin que parecía que sólo era sincero con él, que sólo hablaba cuando se trataba de él, y que sólo sonreía por él; porque el menor era de esa forma, y mayormente presentaba una forma de ser fría y dura, pero con él su máscara se caía con una facilidad inimaginable.
El mayor se podía jactar de conocer el interior de ese chico si quisiera, porque así era; amaba conocer detalles del joven, como el porqué disfrutaba el café amargo o por qué prefería visitar la playa durante la noche, entre decenas de detalles que este le había confiado.