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Las olas del inmenso mar abierto movían de un lado a otro aquel barco de madera que no tenía mucho tiempo de haber zarpado, solo unos cuantos días

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Las olas del inmenso mar abierto movían de un lado a otro aquel barco de madera que no tenía mucho tiempo de haber zarpado, solo unos cuantos días. En su interior se encontraban cientos de hombres hablando y siendo solicitados por el capitán ante cualquier petición y estar pendientes de cualquier situación en caso de riesgo.
Nadie sabía navegar más que el capitán, toda la tripulación era constituida por simples prisioneros que la mayoría tenían la pena de muerte.
Si su tripulación era una llena de convictos ¿realmente saldría algo bueno? No lo sabe, pero está seguro de que no sería una pérdida si la mayoría no sobrevive en aquel lugar donde se lleguen a encontrar, total, la muerte la tenían asegurada y era un 50 sobre 50, como podía que adelantaran su muerte o como que la retrasaran y llegaran a España con una nueva anécdota que contar.

"Era cruel, Hernán lo era y de cortés no tenía nada" pensó un hombre castaño con el flequillo cubriendole un ojo, ojos los cuales eran de un hermoso Iris carmín que con el sol se tornaba a un precioso color Rubí. Ese hombre de apodo Luzu era el más atractivo de los demás, siendo víctima de constantes burlas y a su vez insinuaciones obscenas. Odiaba estar en ese lugar, era un asco total pero si iba a morir, mínimo lo haría en otro lugar que en la fútil cárcel, no se permitiría terminar con su vida en un mugroso lugar como las otras escorias humanas.

¿Que crimen había cometido? Nadie lo sabe, le han preguntado pero siempre pasaba de largo evitando a toda costa el responder, nadie debía saber de su vida privada. Al menos no ellos.

. . .

—¡Eh! ¡Muñequito de porcelana! Venid, venid, que ocupamos de una mano— Llamaron hacia el de ojos carmesí, el cuál con un suspiro pesado dejó el cuchillo encima de un barril, pausando por un momento su tarea de pelar patatas.

Se enderezó y caminó con pereza hasta llegar al lugar solicitado y sostener con fuerza una cuerda gruesa con ambas manos y tirar de ella. Las velas se habían atascado.

—No se puede, se ha atorado— Mencionó al momento que divisaba desde abajo la tela. — Venga, pues sube y ve a arreglarlo, de algo han de servir esas piernas, ¿no creéis eso? —

Otro suspiro pesado salió de sus labios y asintió con la cabeza.
Sacó una venda de su bolsillo para amarrarla a su cabeza y así sus cabellos castaños no le estorbaran al momento de subir y que el aire le golpee en el rostro.

Con una espada prestada entre los labios se subió por la madera que sostenía las velas, sujetándose de donde podía para evitar caer. A medida que avanzaba el aire le golpeaba en el rostro, era un aire bastante fresco y relajante que amaría estar ahí de por vida sino fuera por sentir con mayor intensidad el bamboleo del barco con las olas.

Al llegar, sujetó la espada con su mano derecha y cortó la cuerda, que se había enredado con la que servía para soltar la vela. Al hacerlo la vela se abrió y pudo sentir el jalón del barco al agarrar velocidad, sujetándose con fuerza mientras bajaba poco a poco con temor de que sucediese un falso movimiento y ahí quedara.
"Una forma muy estúpida de morir" Pensó al momento que sus pies tocaban el suelo de madera y dejaba salir una bocanada de aire, detestaba ser utilizado como el maldito imbécil que tenía que hacer lo difícil o peligroso.

Bound to fall in love [Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora