Capítulo 1

3 0 0
                                    

Desearía ser capaz de ver el mundo como lo ve un niño, pero no cualquier niño, quisiera ser como aquel niño al que no le faltó amor, al que nunca le hizo falta comida y nunca tuvo que presenciar ningún tipo de violencia. Quisiera ver el mundo como lo ve un niño feliz, con inocencia y despreocupación. No quiero ver más al resto como si fueran mejores o peores que yo, lo único que hago es juzgar, incluso si no quiero, desconfío de las personas que me extienden su mano. Y por eso, terminé sólo, estoy sólo.

Y pensar que en algún punto tuve personas a las que les importé, personas que me cuidaban la espalda, personas a las que yo les cuidaba la espalda. Personas. Pero ahora solo veo monstruos y uno de ellos está en el espejo que veo todos los días. Cometí muchos errores, al igual que cualquier otro, es solo que en mi caso, mis errores afectaron las vidas de muchos otros, lo que los hace peores.

Bueno, ya fue suficiente autocompasión y remordimiento. Me presentaría, pero ya no sé ni cómo me llamo, la última forma en la que se refierieron a mí fue con el nombre de Andrés, aunque ese no es mi propio nombre, lo usaré de todos modos. Mi edad es algo complicada de explicar, ya que vivo y no vivo al mismo tiempo, pero soy tan joven como viejo a la vez. Lo único sencillo de entender en mí, es mi aspecto, soy un hombre de 1.71, luzco como alguien de entre 30 y 40 años, aunque bueno, eso sigue siendo una descripción muy vaga. Discúlpenme, es todo lo que se puede explicar, ni siquiera yo mismo entiendo quién soy, pero estoy haciendo mi mejor intento para contarles mi experiencia. Mi experiencia luego de haber mirado el vacío.

Todo comenzó hace varios segundos o años, en ese entonces sabía quién era. Era un joven entusiasta del arte, había tenido acceso a materiales artísticos desde muy pequeño e inevitablemente me obsesioné con el dibujo. Mis amigos y casi todos los que conocía me llamaban Lápiz, ya que era bastante delgado y siempre llevaba un lápiz HB en la oreja izquierda, además de varios otros tipos de lápices en un estuche que tenía en una pequeña mochila negra con azul que tenía un dibujo de una carita feliz amarilla en medio. Tenía un gusto terrible para vestirme, siempre usaba camisetas monocromáticas o con dibujos ridículos, además de pantalones cortos y sandalias rojas. Aún así era algo atractivo, según varias personas. En fin, eso no importa.

Nunca fui alguien carismático o popular, pero era feliz con lo que tenía, ya que ese punto de mi vida era el mejor que había vivido, mi niñez por otro lado... Bueno, digamos que mi relación con mis padres era algo conflictiva, por no decir abusiva. Todo lo que tenía me lo habían dado otros familiares, incluyendo los materiales de arte, esos me los daba mi abuelo que era pintor. Mis progenitores se limitaban a darme comida, pero era tan poca que acabé casi en desnutrición. Los días tranquilos eran cuando no había nadie conmigo, pero cuando estaban era todo gritos. Varias veces traté de huir o ir a vivir con mi abuelo, pero por alguna razón nunca lo logré. En el momento en el que cumplí 18 me largué de la casa de mis padres, incluso si no tenía a donde ir. Mi vida solo mejoró después de irme. Hice amigos de confianza e incluso tuve mi primera novia, empecé a trabajar y estudiar al mismo tiempo, todo parecía acomodarse a mi favor, pero, nada es perfecto y lo bueno nunca dura.

Un día, después de salir de la academia de artes, tuve que separarme de mis amigos y mi novia ya que tenía que ir a pagar mi servicio de energía o la cortarían al día siguiente, así que corrí hasta un punto de pago. Todo parecía más apagado ese día, como si tuviera un filtro gris o algo así, es curioso que no me diera cuenta de que no había ni una sola persona a mi alrededor, estaba tan concentrado en ir a pagar que no observé mis alrededores. Cuando llegué vi que estaba cerrado, pero no podía resignarme porque tenía cosas muy importantes para hacer que requerían de electricidad.
-¿Hola? ¿Hay alguien aquí?- Mire alrededor sin encontrar a nadie, también vi la calle completamente vacía. En eso note una puerta abierta justo al lado del sitio, no tuve más remedio que entrar. Era como una especie de salón, seguí sin suerte de ver a nadie, todo el sitio se veía más grande de lo que creía y todo parecía abandonado, vi un martillo en el suelo así que lo tomé en caso de emergencia. Más adelante vi una puerta con un candado, además de un letrero que decía "No pasar, solo personal autorizado". Ya ni siquiera me importaba el tema de la energía por pagar, ahora estaba invadido de un espíritu de aventura que nunca antes había tenido, por lo que tomé el martillo y destruí el candado.
-No puedo creer que estoy traspasando propiedad privada- Me dije a mi mismo mientras entraba cada vez más a la madriguera del conejo sin darme cuenta.

Al otro lado de la puerta había un largo pasillo blanco con un suelo de madera oscura, todo me transmitía una sensación de adrenalina que me obligaba a poner el martillo arriba, me aferré a esa cosa como si fuera mi salvavidas. Seguí avanzando, quería ver qué más había, pero solo había más del mismo pasillo. Luego de caminar lo que para mí solo fueron unos minutos, me di cuenta de que el cabello me había crecido unos 2 centímetros.
-¿Pero qué carajo? Recién me lo corté ayer- No tardé mucho en darme cuenta de que esto no era un sitio normal.

En eso me desperté en la calle, rodeado de gente, sin camiseta y completamente lleno de mugre, todavía sosteniendo el martillo.
Mi novia corrió hacia mí junto a mis dos amigos.
-¿Qué sucedió? ¿Abigail eres tú? Siento la boca seca.
-¡Lápiz! ¡Estuviste desaparecido por dos meses!- Mi novia, Abigail, estaba abrazándome muy fuerte a pesar de la suciedad-¿Dónde diablos estuviste?
-No tengo ni idea, yo solo quería pagar la energía, pero ahora probablemente todo en mi nevera está arruinado.

Regresé a casa, mis amigos y mi novia me acompañaron hasta mi apartamento. Me bañé, me afeite la barba, que por cierto nunca me había salido tanta y finalmente me vestí. La verdad no entendía cómo era posible que hayan pasado 2 meses, para mi solo fueron unos minutos, se sentía como despertar de un sueño. Revisé que todo estuviera en orden, afortunadamente Abi entró y se llevó las cosas de mi cocina que se pudieran echar a perder. Obviamente no había electricidad ni agua ya que no había pagado nada, mis amigos me dieron lo de un mes, les agradecí y fui a pagar de nuevo, pero esta vez con Abi acompañándome para que no me volviera a perder.
-Gracias amor, de verdad aprecio que quisieras venir.
-No pasa nada, aunque la verdad no comprendo cómo desapareciste.
-Dudo que me creas.
-Ay, depende, pero prometo no juzgarte.
-Obviamente no me vas a creer, pero igual te voy a cont... No puede ser- En eso llegamos al sitio y vi que la puerta por la que entré ya no estaba.
-¿Qué? ¿Qué pasa mi vida?
-Estaba justo... Ahí...- Me senté en el borde del andén con las manos en la cabeza- Es imposible que haya desaparecido así.
-Creo que es mejor que te vayas a descansar.
-Opino lo mismo, paguemos esto y vamos a casa.

Después de pagar y de que reconectaran todo, regresamos a mi apartamento, mi novia se fue y yo me quedé solo. Me quedé pensando en lo que había sucedido y lo imposible que era todo esto, sabía que era real porque el martillo todavía estaba conmigo, eso es todo lo que necesitaba para saber que era cierto.

Una breve mirada al vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora