Parte I

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Una fría y lluviosa mañana, tan oscura que no se distinguía si acababa de amanecer o estaba a punto de anochecer, las puertas del principal hospital psiquiátrico de la ciudad, se abrían para darle la bienvenida a un nuevo grupo de voluntarios. La mayoría, estudiantes de psicología, otro, estudiantes de medicina. 

El trabajo que tendrían sería sencillo; ayudar a los médicos y enfermeros en sus labores, mientras estudiaban a los pacientes. Cada uno sería asignado a un pabellón, dependiendo del grado de avance que tenían en su carrera. No todos serían capaces de soportar lo que se vivía allí adentro. Ahí estaba el reto personal de cada uno.

Muy lejano a lo que se ve en las películas de terror, los pasillos estaban muy bien iluminados, y las instalaciones en perfecto estado. La institución contaba con tecnología de punta, cámaras de seguridad en prácticamente cada esquina. Puertas con seguridad biométrica, y en algunos casos, doble seguridad. Detrás de aquellos muros vivían personas que habían perdido completamente la razón, hasta criminales de alta peligrosidad.

El grupo empezaba a separarse mientras se le asignaban sus casos, se iban adentrando al corazón de la institución. Por aquellos pasillos en la retumbaban los gritos desgarradores, golpes y hasta risas que te helaban la piel. Esto ultimo fue lo que pasó con la joven Christina mientras caminaba junto a la doctora que sería su guía. La mujer volteó a mirarle cuando notó su reacción.

—¿Asustada señorita Ravenet? –La joven cayó en sí y negó. -

—No, para nada. Solo que es la primera vez que camino por estos pasillos y, no deja de ser sorprendente.

—Y aun no ha visto nada. –El gesto que había hecho la doctora con su rostro le puso un poco nerviosa, y hasta le hizo cuestionarse la decisión que había tomado al elegir el hospital psiquiátrico antes que un hospital para niños. Tragó fuerte y siguió caminando. Antes de cruzar el pasillo, la doctora se detuvo, tomando la carpeta entre sus manos. - Antes de entrar, necesito su compromiso y su discreción.

—Lo tiene, se lo aseguro.

—Eso espero. –Abrió la carpeta. - Porque podría ser peligroso si no guarda esto como un secreto. –La pobre joven movió los ojos nerviosamente. - Al final de ese pasillo está su paciente, Daniel Webster.

—¡¿Daniel Webster?! ¿El empresario? –La doctora no hizo gesto mayor a torcer un tanto la boca. - Pero, él desapareció hace unos 5 años. Los noticieros le dieron por muerto.

—A veces se deben contar algunas historias que disfracen la realidad. –Empezó a caminar seguida por la chica. - El paciente se encuentra bajo un estado de sedación constante. Lo suficiente para no dejarle consciente.

—¿Por qué? ¿Es violento?

—No, no lo es. Pero que no sea violento, no quiere decir que no es peligroso. –Se detuvieron frente a la puerta. - ¿Lista? –Christina asintió. - Perfecto. –La doctora abrió aquella puerta para dejar entrar a la joven. La primera imagen que tuvo esta al adentrarse a la muy bien iluminada habitación, fue la de aquel hombre medio sentado en la cama. Estaba conectado a lo que a simple vista podría ser un suero, pero también podría ser fácilmente el conducto por el cual le mantenían sedado. -   Buenos Días Daniel, -Le hablaba muy serenamente. - Hoy no te estás perdiendo de nada afuera, porque el día está fatal. Pero, no todas son malas noticias. Ella, es Christina Ravenet, y a partir de hoy será tu enfermera durante el día. Así que, sé gentil y colabora con todo. –Al decir esto, se acercó a Christina y le entregó la carpeta que tenía en las manos. - Aquí vas a encontrar toda la información del caso y el tratamiento a seguir… -Mientras mas le hablaba, su voz se le iba difuminando. Christina estaba concentrada en aquel hombre que apenas hacía un esfuerzo por entreabrir los ojos, pero podía sentir como le estaba mirando. Quizás eran simples sensaciones, y estaba todo en su cabeza. - ¿Escuchó lo que te dije?

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