Capítulo 10

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--¡Mira mami! ¡¡¡Papi!!! ¡Miren! IUJUUU-- Gritaba con alegría mientras bajaba del tobogán.--¿Me viste ma? ¿Me viste? ¿Me viste?

--¡Sí! Te vi un millón de veces cansadora--. dijo bastante enojada.

--¡Mentira! No me viste. ¡Papá! Mamá no quiere verme cuando me tiro del tobogán.

--¡Callate nena!

Paff, sonó muy fuerte la cachetada junto con el estruendo del llanto.

--Espero que así aprendas a callarte un poco la boca, y a dejar de gritar.

Estaban muy enojados, ya no querían ni ver cuando bajaba por el tobogán. Era tan triste.

--Jorge ¿dónde está Simón?

--¡Qué sé yo dónde está Simón! ¿Me ves cara de GPS acaso?

--Podrías ir a buscarlo, hace una hora no aparece y estamos por comer.

--Silvia, ¿no lo ves? ¡Está ahí!-- apuntó exagerado con su dedo índice.-- Está dándole de comer a los patos.

--¡Simón! ¡Hijito!-- gritaba su mamá-- Dentro de un rato vamos a comer.

Acomodaron todo en el suelo para hacer un picnic mientras Jorge terminaba el asado.

Vasos y platos muy coloridos al igual que los cubiertos, y todos con pequeños detalles de flores, un vaso en el medio del mantel con algo de agua y un par de blancas margaritas daban alegría a la mesa llena de ensaladas multicolores, todo estaba hermoso. Y el día acompañaba esa belleza, el sol cálido alumbraba todo desde arriba y daba una sensación de paz y tranquilidad...

Un ruido fuerte y seco llegó a los oídos de todos, y un escalofrío provocó temblores en todo el cuerpo. La adrenalina y el miedo se apoderaba de cada uno, y el cuerpo se colmaba de sudor. Corriendo se acercaron a donde estaba Simón, no estaba. Buscaron a los costados, tampoco. En los juegos no había señales de él. Era una situación desesperante. No sabían dónde estaba.

Hasta que una mujer gritó y todos corrieron al lugar de donde provenía el grito. Y lo que vieron fue, sin duda, la imagen más escalofriantemente triste de todas. Simón se había caído desde la barranca hacia la orilla del río llena de piedras, la distancia no era mucha, pero una de las piedras había hecho que se golpeara la nuca.

Bajaron desesperados sin saber qué pasaba, él no reaccionaba, lo tocaban, lo movían, le gritaban, pero nada, no podían parar de llorar de la desesperación, no sabían qué más hacer. Cuando lo levantaron notaron el enorme y rojo charco de sangre que había bajo su cuerpo; la señora que estaba allí llamó a la ambulancia, pero cuando llegaron ya era tarde, no había nada para hacer, el pequeño Simón con tan solo tres añitos se había ido, dejándome sin la razón de mi vida, sin la luz de mis ojos, sin mi hermanito menor...

Sueños RojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora