3. Freen

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Siempre he intentado evitar los problemas, el momento en el que yo heredaría todo no estaba tan lejos y sabía que no podía hecharlo todo a perder o almenos eso había estado claro en mi mente, hasta ahora.

-Realmente quieres problemas conmigo Sarocha?- el hombre en el piso saco su arma y nos apuntó -Ella me pertenece-dijo. Antes de que acabe la frase una de mis manos se delizó por la cintura de la peliroja y la atrajo más hacia mí mientras que la otra cogío sutilmente la empuñadora de mi arma. En unos segundos ambos habiamos pasado a apuntarnos directamente a la cabeza, la música se apagó y solo se escuchó el eco de cuando puse mi pulgar sobre el martillo de mi revolver para cargarlo.

-Hey!. Los dos conocen las reglas, los altercados estan prohibidos en este territorio- Cher se puso entre los dos como una pared.

-Vete de aquí Sarocha, usa la puerta de atrás y luego me das las gracias por salvar tu trasero- mi amiga murmuró.

A pesar de que tenía una válida cantidad de alcohol rondándome la cabeza, guardé la compostura porque si hubieramos estado en otro lugar sin dudarlo hubiera tirado del gatillo, sin duda hubiera hecho lamentarse al imbécil que había dejado malherida y llena de moretones a la chica que  ahroa pasaba los brazos por mi cuello buscando protección.

-Todo estara bien- le susurré en la oreja, guardé mi arma y me la llevé por la puerta trasera practicamente cargandola tal como me había aconsejado mi amiga. 

Agradecí que la señorita Duapen, mi auto amarillo estuviera estacionado a pocos metros del club asi que nos dirijimos hacia el.

El cuerpo de Rebeca no se me hacia pesado en absoluto, yo intentaba no tocarle los moretones ni ningún lugar donde la habían lastimado para no hacerle daño mientras la cargaba.

-Recuerdas donde vives?- acaricie su rostro para levantarla mientras aún la tenía entre mis brazos.

 -Solo dime una dirección y te llevaré allí- 

La pelirroja entreabrió los ojos como una niña que no quería despertar -Te puedo pedir un favor?- dijo y yo asentí -No me dejes- suspiró y descasó la cabeza contra mi pecho. Yo me quedé allí, estática por primera vez en mi vida, sin saber que decir.

-No lo haré- dije demasiado firme sin saber porqué y aunque odiara romper la posición en la que estábamos, sabía que tenía que darme prisa en alejarnos de aquel lugar y ponernos a salvo.

-Te subiré al auto esta bien?- dije abriendo la puerta trasera y metiéndola para recostarla. Rebecca instantaneamente se aferró a mi cuello de un momento a otro aún con los ojos cerrados, lo que me hizo caer sobre ella poniendo justo a tiempo las manos en el asiento para no hacerle cargar con todo mi peso  -No me dejes.. no me dejes- repetía. Sentí su aliento en la cara y a pesar de que la luz a penas llegaba al interior de mi auto me concentré demasiado en el color de su labial rosa y  en el olor dulce de su perfume. Habíamos terminado en una posición donde sus piernas me rodeaban y mis caderas ejercían presión, mi mente al darse cuenta de eso simplemente había dejado de funcionar.

En contra de mi deseo interior me libere de su agarre y me mordí la lengua para frenar cualquier clase de pensamientos que pudieran pasarme por la cabeza

- Te prometo que no te dejaré- le dije lanzándome al asiento del conductor y acelerando con fuerza para sacarnos de allí.

No me había  dicho ninguna dirección específica, así que decidí llevarla a una de las casas que tenía a mi nombre y que no compartía con mi abuela hasta que ella recobre sus sentidos. Al llegar me aseguré de cargarla con cuidado y llevarla hasta mi recámara. Sus manos durante todo el trayecto me buscaban y no paraba de repetir que no la dejara apesar de que todo el tiempo me tocaba la cara o los brazos para asegurarse de que siguiera allí.

Tenía un par de botellas de agua en mi recámara, le alcancé una por una conforme fue pasando la noche para que se mantenga hidratada y para que su cuerpo eliminara lo que sea que le hubieran dado. Ella aún semidormida me permitía levantarle la cabeza con cuidado para ayudarle a beber y no soltaba la parte de mi cuerpo que estuviera cogiendo en ese momento para que no me fuera, así que yo solo me quedaba a su lado recostada mirándola dormir.

-Necesito ir al baño- me dijo cuando ya estaba cerca a amanecer, en aquel momento me estaba sujetando la mano.

-Quieres que te ayude?- pregunté con la cara roja agradecida de que no me pueda ver. La pelirroja asintió así le ayudé a ponerse de pie y caminar unos pasos hasta el baño. 

-Esperaré afuera- dije cogiendo la manija de la puerta.

Ella se negó y fue al baño con la puerta abierta rehusándose a dejar mi mano, estaba 100 por ciento segura de que a ese punto mi cara estaba tan roja como un tomate.

Cuando volvimos a la cama ya eran cerca de las 5 de la mañana. Ella me daba la espalda pero aún sostenia mi mano, pegué mi frente conta su espalda y ella suspiró y nos quedamos así a unos centimetros de distancia pero con las  manos cogidas, iluminadas por la luz de la luna que  ya se iba y se colaba por la ventana y en lo recóndito de mi mente desee que aquella chica pelirroja que me necesitaba tanto no sea la de la foto que estaba en algún lugar de la habitación.

SHOT THE GUNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora