One-shot

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Regulus de Leo no era un cobarde. El día de su nacimiento, saltó del vientre de su madre sin una pizca de timidez; y "miedo", era apenas una palabra para él.

Durante años, posterior al lamentable fallecimiento de su madre, su padre lo crío bajo la más estricta educación ateniense. El pequeño poco después vivía la pérdida de esta persona tan especial, y luego fue acogido por su tío, el santo dorado de sagitario, quien lo impulsó a entrenar como un guerrero y ser el siguiente sucesor de leo, puesto que alguna vez fue de su progenitor, y en la actualidad, Regulus ocupaba con orgullo.

Años de entrenamiento. Años de disciplina. Y ahora todo se desmoronaba ante algo tan simple, humano y... bello... como lo era ella.

—¿Estás bien, Regulus?

Tensándose, avergonzado, en su sitio, el joven rubio no pudo mirar hacia la gentil y cálida voz.

Su corazón latía demasiado rápido. Su cara ardía. Su cuerpo sudaba.

¡Dioses! ¡Era un tonto! ¡Un tonto con una boca demasiado grande!

¿Cómo pudo pensar que podría con esto?

—Y-yo... lo siento, Co-Conner... yo...

Dioses, esto era una humillación.

Si alguien en el pueblo se enteraba de que él, el gran Regulus, el santo dorado más joven, se había acobardado a la hora de estar a punto de quitarle la toga a su prometida, sería el hazmerreír hasta el fin de los tiempos.

Ella le había dado su consentimiento, ¡ambos habían querido dar el siguiente paso!

¡¿Qué carajos había pasado?!

—¿Regulus?

Hace poco él rompió el beso, con un temor irreconocible, Regulus se alejó de ella, y ahora estaba sentado como todo un perdedor sobre el borde de la cama, decepcionado de sí mismo y temeroso de haber ofendido a Conner, quien se sentó a su lado y sujetó su mano.

—Vamos, no te sientas mal... a lo mejor... aún es demasiado pronto.

¿Demasiado pronto?

¡¿Demasiado pronto?!

Ambos tenían 19 y 20 años respectivamente, él ya era todo un hombre y hasta hace poco había estado soportando una dolorosa erección que le había hecho tocar a Conner con ímpetu debido a la desesperación que sentía.

¿Qué había pasado? ¿Acaso era un idiota? ¿Estaba defectuoso?

—Perdóname, Conner. Soy un desastre.

—No lo eres —trató de animarlo ella, como siempre—, no tenemos que... ya sabes... terminar. Podemos ir poco a poco. Lento.

¿Poco a poco? ¡¿Lento?!

¡Él no era lento! Y eso era lo que más le desagradaba de esta situación. Ya había hecho esperar a Conner por mucho tiempo. Todas sus amigas, ya eran madres, todas ya eran unas mujeres echas y derechas; y Regulus temía que cada vez que ellas hablasen sobre sus maridos y sus cualidades, Conner no tuviese nada que decir a su favor.

Siempre era él quien terminaba jodiéndolo todo. Él era la razón por la que seguían durmiendo con ropa en la cama que compartían en el interior del templo de leo.

Esto era... tan deshonroso. Tan patético.

—Conner, si no soy capaz de complacerte, ¿qué tipo de hombre soy? ¡Mierda! Doy pena —y seguía insultándose, sintiendo lástima por sí mismo, como cada vez que él se veía imposibilitado de siquiera quitarle la ropa a su mujer—. Lo lamento.

Su auto-compasión se vio interrumpida cuando percibió cómo Conner se subía a la cama, se sentaba atrás de él y lo abrazaba por la espalda, apoyando su delicado mentón sobre su hombro. Él aceptó con agrado su acercamiento, percibió la redondez de sus pechos y la calidez de su cuerpo, el aliento de ella sobre su oreja derecha, y las manos pequeñas de Conner pasando por sobre sus costados, uniéndose por encima de su abdomen.

No era la primera vez que ella lo abrazaba por la espalda; pero sí la primera que lo hacía cuando él no tenía ropa que lo cubriese en esa zona.

—Sé que esto te estresa mucho, pero... seré tu esposa. Te amo. Y no tengo ninguna prisa —le susurró dándole un delicado beso a su oreja, estremeciéndolo.

Eso... también era nuevo.

Buscando relajarlo, darle más confianza, Conner fue bajando sus manos poco a poco por encima de su abdomen hasta llegar al borde del pantalón, que era toda la ropa que él llevaba, a diferencia de ella que usaba una toga blanca aun cubriendo su cuerpo.

—Conner... —musitó Regulus percibiendo cómo su corazón se aceleraba nuevamente.

—Shusss —chitó ella con suavidad, introduciendo su mano derecha adentro de su pantalón, alcanzando su miembro, el cual, ante su toque, luego ante su delicado agarre, retomó firmeza.

—Por favor —imploró él, agachando la cabeza hacia adelante, temblando, llevando una de sus manos a la muñeca de ella sin hacer ningún tipo de fuerza.

Con cierta torpeza, ella lo masajeó.

—Tranquilo —susurraba a su oído—, sólo siéntelo. Déjate llevar, cariño.

Arriba abajo. Lento. Tembloroso. Tardado.

Él suspiraba su nombre, perdiendo noción de sus pensamientos; ella además de acariciarlo y hablarle suave sobre su oreja, daba pequeños y delicados besos a su cuello, llevándolo poco a poco a un estado del cual no quería salir.

Al final, Regulus se tensó, liberándose sobre su ropa y la mano de Conner, la cual dejó su miembro y se alejó un poco para darle su espacio a su prometido para que volviese al mundo real.

Cuando por fin pudo mirar hacia atrás, hacia su futura esposa, la encontró acostada sobre su espalda, con su toga arriba de sus caderas y las piernas abiertas, cuyos pies se apoyaban en la cama, mostrándole a él su sexo apenas cubierto por un poco de vello púbico. Las manos de Conner, la derecha aún manchada con su semen, estaba masajeando la piel interna de su intimidad.

¿Debería...? ¿Acaso...?

—Conner...

—Tranquilo, no tienes que hacer nada —le dijo amable, tal cual era ella; estimulando con dos de sus dedos un punto específico que la hacía estremecer. Podían llamarlo morboso, pero el ver su propia esencia haciendo contacto con aquella piel de Conner, le producía mucho placer—. Sólo mira... mírame. Mírame mientras me toco. Y si quieres... tócate también.

Con la cara ardiendo en rojo, Regulus asintió, incapaz de hablar.

Y a pesar de no haberse tocado mucho mutuamente en toda esa noche, ambos pudieron dormir con la satisfacción de que por primera vez, lo habían hecho desnudos, abrazados en la misma cama, y sintiéndose sexualmente satisfechos.

Aunque todavía les quedase camino por recorrer antes de unirse como pareja, tal cual los dioses lo dictaban, tanto Conner como Regulus sentían que habían hecho un buen progreso.

—FIN—

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𝓑𝓮𝓼𝓸 𝓘𝓷𝓸𝓬𝓮𝓷𝓽𝓮  | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora