SUELTAME

6 1 0
                                    

A casi tres meses de su repentina y dolorosa despedida. Viviana se encuentra entre los peores cuadros depresivos de su vida, pues su más grande amor se le habría escapado entre sus delgados y pálidos brazos. Deprimida y sin esperanzas por volver a ser quien era hace tres meses, ella sueña constantemente con el espejismo de ese amor, un recuerdo tan hermoso que tiene que ser proyectado en la gran pantalla de nuestra mente todos los días.

Siendo una noche a las dos y media de la mañana que viviana decide irse a descansar por primera vez en días, pues se encontraba demasiado desanimada como para seguir bebiendo litros de vinos caros y baratos. Se levanta por primera vez en todo ese día y noche del sofá hacia su cama tomando antes sus antidepresivos y calmantes para conciliar un mejor sueño sobrepasando la medida recetada por los farmacéuticos.

Viviana abre la gran sábana blanca de su colchón, posado en un cuarto lleno de suciedad, cosas y ropas regadas por doquier siendo un desorden total. Ella solo toma sus pastillas y toma reposo en el gran colchón quedándose por fin dormida quince minutos después haciéndole efecto aquellas drogas.

De repente Viviana despierta, pero algo andaba mal, pues no estaba en su habitación, ni en su casa; estaba parada sobre el cielo, en un rígido piso translucido que reflejaba las nubes de aquel celeste cielo sintiéndose como si caminara entre nubes. A lo lejos ve una silueta algo peculiar, estaba vestido con blancas e impecables ropas, de un porte alto e imponente dando vuelta para reflejar unos celestes ojos inclusos más claros que el cielo que le hacía contraste viendo fijamente a Viviana, pues ella no podía creerlo, estaba viendo a ese amor que se le escapó de entre los brazos, estaba solamente a diez metros de él. Ella corrió lo mas veloz que pudo para poder solamente consumar toda su necesidad en un abrazo esperando recibir lo mismo; llega a el con los brazos entrelazados a su cuello con sus verdes ojos remojados de lagrimas, por fin pudo encontrarlo después de tanto llanto y desconsuelo, todo fue hermoso hasta que pasado los sesenta segundos el articula sus primeras palabras.

- Suéltame – Le dice acompañado de una fría mirada clavada al suelo.

Ella quedo atónita por lo que había dicho, pero seguía con la ilusión de haberlo visto otra vez.

- No, no quiero dejarte – Negándose como niña pequeña a poco de hacer un berrinche.

- Porque te sigues aferrando a mi débil cuerpo si sabes que igual tendrás que irte – Responde el chico sin cambiar de expresión.

- Porque no quiero tenerte lejos de mí, no otra vez – Respondió con voz trémula y ojos desbordados en llanto.

- Todo en esta vida tiene un principio y un final, y hay veces en que esos finales son forzados.

- Pero porque tuviste que irte, por ti estuve pasando el peor momento de mi vida, y cada día que pasaba me ardía más la herida que me dejaste.

- Yo no decidí irme, solamente que ya no daba para más.

- No me interesa, quiero seguir aquí contigo, por favor, no me obligues a irme.

- Entonces seré yo el que se vaya otra vez.

- No por favor, no vuelvas a decirlo.

El notaba en su rostro que estaba pasando por una especie de combinación sentimental entre tristeza, melancolía, esperanza, angustia y sobre todo de amor y admiración con solo ver por unos segundos sus ojos, sintiéndose mal, porque por su culpa hizo que derrame tristeza por el rasgo que el más amaba de ella.

- Por favor, no gastes tus lágrimas en espejismos de una noche, se lo que lloraste y pasaste por mi culpa, me atraviesa el pecho todo el desconsuelo que tuviste que aguantar sola – Le menciono con un ligero cambio de tono en su voz pues esta se habría vuelto más compasiva y cálida que la primera vez.

- Quiero que mis espejismos sean reales, quiero verte más allá de un espejo – Responde ella ante las palabras cálidas de aquel amor.

- Siempre tendrás mi fotografía y recuerdo contigo, seré como el buen vino, en vez de hacerme amargo con el tiempo veras como me vuelvo dulce para ti –

- ¿Lo prometes? – Le pregunta controlando un poco su llanto y limpiándose las lágrimas secas de su rostro.

- Lo juro, pero ya es hora de que vuelvas, recuerda que el reloj toca a las seis –

- No quiero irme, quiero seguir contigo, abrazada y ligada a ti, por favor te extraño demasiado. No lo soportaría –

- Si lo harás, porque estaré ahí de vuelta para ayudarte, aun que no me veas en carne –

- Me quedare aquí, ambos seremos felices otra vez sobre este basto cielo, hasta preferiría morir en esta posición que lejos – Replica con el mismo tono de niña pequeña.

- Solo perdiste mi físico, pero lo que queda de mi sigue a tu lado, siempre estaré ligado a ti – Responde con voz tierna y suave a su amada.

- Por favor, no me fuerces a dejarte –

- Los espejismos no son para siempre y menos verdad –

- Pero si estas junto a mí, te puedo ver, puedo sentirte, te puedo oler, aun te veo con tus cadenas doradas –

- Viviana, soy tu almohada –

Después de esa corta pero reveladora frase Viviana despertó agitada y con los ojos rojos del llanto, abrazando fuertemente a su única almohada blanca, dejándolo de lado desconcertada por aquel sueño que experimento. Sus ventanas reflejaban un vasto cielo celeste traspasando su luz al cuarto para luego escuchar sonar su reloj que marcaban las seis en punto de la mañana, para luego ver aquel pequeño marco de fotos en su mesa de noche, y en el resaltaba una figura esbelta y un porte alto, haciendo juego con unos hermosos ojos celestes más claros que el cielo. En ese momento Viviana olvido todo por un momento y solo agarro aquel pequeño marco sonriéndole de frente y besando la fotografía del ser que más amo.

VOCES SIN FUERZAWhere stories live. Discover now