El infierno empieza

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Capítulo 1

Kevin

Un suspiro pesado abandona mis labios intentando relajar a ni mi mente que se encontraba divagando por la obscuridad y crueldad de los recuerdos que me atormentaban desde aquella noche a quien perdi a quien más amaba.

Habían pasado apenas unos días desde que Lizbeth llego al mundo, fue un tormento el haber decidido que hacer con el cuerpo de mi amada novia.

No quería deshacerme del cuerpo aun. No tenía el valor para hacerlo, le tenía demasiado afecto, pero ya había empezado apestar todo el departapento, si seguía asi, pronto alertaría a las pocas personas que vivian en el mismo edificio.

— Vaya problema en los que me meto. —Susurré mientras abria mis ojos lentamente diriguiendo la mirada al frente para toparmencon una cabina de telefono oxidada.

— Joder, el puto gobierno tiene dinero para incubrir cosas pero no para renovar las cabinas de telefono. —Me queje intentando despejar mi mente y liberar algo de rabia que tenía conmigo mismo por no poder tomar una desición en ese momento. ¿Debía ir aquella cabina y llamarlo? ¿Era lo correcto?.

Relami mis labios secos por el frio de esa nueva noche. —No lo es
—Respondí a la ultima pregunta mental que me hice a mi mismo, no era lo correcto llamarlo, lo correcto era entregar el cuerpo a la policía, pero si lo hacía me quitarían a mi pequeña niña, era lo último que me quedaba de mi gran amor; no podía perder eso tambien.

Un pequeño estornudo me saco de mis pensamientos trayendome de regreso a la realidad; dirigi mi mirada hacia la fuente de aquel estornudo viendo a Lizbeth dormida en mis brazos con su nariz y mejillas rojas por el frio, no tenía la ropa adecuada para cubrirla del frio, y por un lado, no me importaba demasiado.

— Vaya problema niñita, parece que tendremos que hacer una llamada. — Me levanté de aquel banco de parque en el que estaba sentado desde hace ya 15 minutos y me dirigí a cabina de telefono.

Al entrar aquella cabina un olor a humedad inundó mis fosas nasales, para muchos pudiera ser desagradable, tal vez el olor sea la razón por el que siempre esta vacia esta cabina. Para mi el olor no era tan desagradable, me traia recuerdos de aquel atico en el que vivia con mis padres, me termine acostumbrando a este tipo de olores al fin y al cabo.

Coloque a la pequeña Lizbeth que aun se encontraba dormida de una forma que quedara libre uno de mis brazos para poder tomar el telefono y marcar aquel número al que recientemente estaba recurriendo mucho.

Fuera de donde me encontraba las calles de la ciudad eran demasiado ruidosas esta noche, no habia un silencio momentáneo para poder respirar y relajarse como siempre.

Aunque para ser francos mi mente no captaba del todo aquellos ruidos escandalosos, ya que estaba concentrado en colocar correctamente aquel número al que una vez más debía recurrir.

Puse el telefono en mi oreja para esperar a escuchar que alguien contestara, esperaba que fuera rápido, odiaba tener que esperar, nunca fui demasiado paciente para varias cosas, y llamar a alguien era una de ellas.

Mis nervios comenzaban aumentar y empezaba a desesperarme más al solo escuchar el sonido del telefono marcando, estaba a punto de colgar cuando alguien contestó el teléfono del otro lado, aunque solo había un silencio profundo entre nosotros. Me relamí los labios nuevamente para poder hablar mejor.

—Necesito un trabajo. —Dije al teléfono en aquella cabina telefónica; apesar de yo haber hablado el silencio seguía, nadie del otro lado se dignaba a contestarme, mi vista empezaba a divagar por todos lados intentando evitar el incómodo silencio que se formaba hasta toparme con la bebé en mis brazos; por suerte seguía dormida aun con su nariz y mejillas rojas por el frio, pero al parecer dormía plácidamente sobre mi hombro.

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