𝗧𝗵𝗲 𝗣𝗮𝗰𝗸𝗮𝗴𝗲

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Clever got me this far

Then tricky got me in


Tambaleándose por las calles desoladas de esa ciudad que sus ojos borrosos y privados de iluminación sólo podían ver cómo un lugar donde los gusanos se retorcían, llamándole a su día a día una rutina.

Él no era parte de ese monótono paquete, estaba fuera de él, como un mosquito irritante que busca sólo una cosa, y cuando la encuentra, cada vez se arriesga a ser aplastado como una molestia.

Sus pies se movían. Sus zapatos manchados de lodo o alguna otra cosa, tal vez su vómito, tal vez el vómito de alguien más.

Se había arrastrado de un agujero para ir a otro. Últimamente la vida se trataba de eso: arrastrarse con manos, con dedos sin uñas.

Bajo las luces de la calle naranjas, cualquiera que lo viera en ese estado le tendría lástima, pero él ya no se la tenía a sí mismo, así que poco le podía importar.

Seokmin estaba jodido. Se había jodido. Él había caído en eso, ¿dónde estaba? ¿Quién era? ¿Qué era? Eso último no era fácil de aceptar.

Con las ropas sucias, llenas de la sangre ya seca que había escurrido de su nariz dos noches atrás cuando tuvo que pelear por su adorado tesoro, el mismo que lo había llevado a la ruina.

Los brazos le dolían, estaban destrozados, estaban llenos de marcas. Los ojos con las pupilas muy dilatadas, el caminar inestable, la sangre ensuciada. Olía pésimo, pero no sentía dolor. No tenía consciencia para preocuparse de su estado deplorable.

Hacía frío, la brisa de febrero soplaba. Pronto sería su cumpleaños, pero en ese momento no podía recordar el día de su nacimiento.

¿Cuándo fue condenado a vivir esa vida de mierda viniendo al mundo que parecía más un infierno que el destierro de un paraíso? ¿29 años atrás? ¿Eso era? ¿Eso sería? ¿Cuándo era su cumpleaños?

Sonrió, sin dejar de caminar, pero fue una mueca. ¿Cuándo fue la última vez que sonrió de verdad como antes lo hacía? Antes de inyectarse el veneno de la adormidera en las venas. Antes de ponerse las cadenas en sus propias muñecas y la soga al cuello.

Sólo esperaba que se elevara, impidiendo que el aire llegara a sus pulmones. Asfixiarse e irse a dónde tuviera que ir.

¿Qué podía ser peor que eso? Un hombre vagabundo, un hombre con la mirada perdida como todo en él. Solo, extraviado en el mundo.

Caminando por las calles nocturnas, con el frío colándose en las ropas de su traje incompleto y sucio, lleno de su vómito y el de alguien más, la camisa blanca manchada de sangre seca, el rostro demacrado y la vida arruinada.

Sonrió de nuevo y creyó ver una luz más allá, de un carro que a esas horas se movía cuando los demás no. Era una zona de mala muerte, sólo la escoria de la sociedad se encontraba ahí.

Seokmin alegremente pertenecía a ellos ahora, y ahí se quedaría, esperando por su final. Esperando que la amapola le concediera el sueño definitivo.

Cerró sus ojos, porque esa era la luz al final del túnel. Cambió la dirección de sus pasos.

La luz se acercó, él tropezó cayendo de la banqueta hacia delante en la calle como un peso muerto, golpeando el suelo con su cabeza con un ruido que le disgustó, que fue mayor en su ceja, aunque no le dolió.

Y esperó.

Esperó por nada.

El tren de carga no lo arrolló.

Thirteenth Step (SeokSoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora