Capitulo IV

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Harrison

—¿Qué estás haciendo? —grita mientras le quito las mallas y las tiro al suelo.

—Podía olerte mientras me la chupabas. —Aparto sus piernas de un tirón y la miro fijamente. —Mírate. Está a la mitad de tus muslos .

Aparta la mirada, incapaz de enfrentarse a lo puta que se ha vuelto cuando la obligue a chuparme la polla. Me río, y ella me mira con ira en sus hermosos ojos.

—No te rías de  mí. —Ella dice, mientras su rostro se enrojece.

Me quito la capucha de la cara y sus ojos se abren como platos. —Está bien si te gusta. No lo diré. —Le guiño un ojo antes de bajar mi boca a su coño.

Antes de que pueda hacer contacto, ella intenta moverse debajo de mí. Pongo mis brazos sobre sus caderas y la sujeto al asiento hasta que deja de intentar luchar. Ella es mucho más pequeña que yo, así que es fácil mantenerla donde la quiero.

—Deja de pelear conmigo. Voy a probar esto antes de follarte.

—Entonces, ¿me dejarás ir? —Hay una súplica en su voz, porque ambos sabemos cuál va a ser la respuesta a esa pregunta.

No me molesto en responder mientras respiro por la nariz, oliendo su bonito coño. Es rosada, casi sin pelo, y no mentía cuando dije que la crema le llegaba hasta la mitad de los muslos. Está cachonda como la mierda, y su pequeño clítoris me está mirando.

Cubro su coño con mi boca y gimo por su sabor. Es cálido y dulce y sabe como en casa. Beso su coño como lo haría con su boca, lento y con propiedad.

—Detente, —gime, pero ambos sabemos que no lo dice en serio.

Sus manos alcanzan mi cabeza, y por un segundo trata de apartarme. Entonces sus dedos se enrollan en mi cabello y me acerca más.

—¡No! —llora de nuevo, pero se le corta el aliento a medida que se acerca el clímax.

Empujo dos dedos en su coño mojado y empujo con fuerza. La maltrato un poco mientras froto su punto G y lamo su coño con ternura. La división entre lo rudo y lo gentil confunde su cuerpo y sus protestas se desvanecen cuando sus muslos se abren más para mí.

Su cuerpo se tensa en silencio y se arquea fuera del asiento. Un rubor oscuro se extiende por su cuerpo cuando abre la boca y grita su clímax en la cabina de la camioneta. Los sonidos de su corrida resuenan en mis oídos y saco mis dedos de ella y los lamo para limpiarlos. Me muevo hacia atrás entre sus piernas para besar su coño por última vez antes de pasar por encima de ella.

Sus ojos están a media asta mientras trata de recuperar el aliento, y en el segundo en que se da cuenta de que estoy sobre ella, trata de sentarse.

.Ponte de rodillas. Te quiero por detrás —le digo mientras empujo mis pantalones de chándal hasta las rodillas y empiezo a sacudir mi polla.

Ella comienza a decir algo, pero la agarro de la cintura con ambas manos y la giro boca abajo.

—De rodillas ahora, pequeña niña. Estoy listo para follar.

Tomando Lo Que Me Deben | Relato Erótico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora