Alivia mis dolores, vino, en esta noche oscura y sin brillo,
en la que con las cabeza nublada y ojos enrojecidos
ante su pueda cerrada me hallo escondido,
pues han puesto custodia implacable a mi amada.
¡Puerta de malvado dueño, tan odiada!
¡Que la lluvia te castigue y los truenos te alcancen!
¡Maldigo a tu creador y la madera de tus partes!
Escucha mis súplicas, condenada,
mueve tus goznes en silencio y permíteme ya la entrada.
Debes recordar las cosas que dije con voz suave,
las guirnaldas con que te adorné y las horas que pasé implorante.
Has de saber que no me daña el frío gélido de las noches de invierno,
ni si la lluvia empapa mi cuerpo; no me duele el esfuerzo
si mi amor abre la puerta de mi tormento.
Ten valor para enfrentarte a tus guardianes, Delia mía,
no temas nada, pues Venus es quien nos guía.
Ella propicia el reencuentro y ayuda a ocultar los amores secretos.
Ella elige a los amantes sinceros y sé que ha escuchado todos mis ruegos.
Te ayudará a escapar sin ruido, por favor, Delia, huye conmigo
a un lugar de aquí lejano, junto a la vega de un río.
Allí, donde poder los bueyes uncir y pastorear el rebaño en el monte,
trabajar con la laya, plantar vides, huertos y flores;
y para tener buenas cosechas rezar a los dioses;
descansar contigo a solas a la sombra de un árbol
escuchando el agua que corre,
y retenerte con tiernos abrazos en la noche.
Rechaza, mi Delia, la riqueza,
pues una vida sencilla nos dará la pobreza,
alejados del bullicio, los enemigos, la ciudad y la guerra.
Has de saber que yo bienes y oro no quiero,
tan solo una pequeña siega, comida en la mesa y un lecho.
No hay nada más valioso que dormir al calor de la lumbre en invierno,
acostado con la amada en el regazo tierno
y en la lejanía escuchar la furia del viento.
Y dormir sueños tranquilos y vivir días sencillos
hasta que en el fúnebre lecho llorando
me colmes de amor con tus besos.
Pero mientras los hados nos dejen, no esperes,
ya llegará el momento de la muerte,
ya llegará la edad que todo marchita.
Hasta entonces, unamos nuestras vidas.
Ahora es el tiempo de Venus, de amores,
de disfrutar de la belleza y las pasiones.
Esto es, mi Delia, lo que yo te ofrezco.
Abundancia, lujos ni espada poseo.
No tendrás adornos, perfumes ni joyas en tu cabello.
Una vida apacible y discreta,
rodeados por la admirable naturaleza,
y mi amor puro y sincero te entrego.
No más gritos, envidias, angustias o peleas,
nadie será tu diseño si abres esta puerta.
Es tu enamorado quien de rodillas te espera
pidiendo que tomes su mano
y brindándote este humilde obsequio
para que vivas con él en un hogar modesto
donde poder regalarte dulces palabras y mil tiernos besos
hasta el día en que respire su último aliento.