Los tres A

16 1 0
                                    

Los tres A eran tres amigos de la infancia, súper populares, ricos y guapos.
Son tres, como dice su mote y se llaman Christian, David y Ares. Lo de la A no sabia de donde venía, solo sé que desde qué vine a este instituto de lo único que hablaban era de esos tres. Los tres eran hijos de familias con empresas multimillonarias.
Podrían hacer lo que les diera la gana, los profesores no les dirían nada.

Christian era el delegado del colegio, sacaba las mejores notas de todo en instituto y tenía una novia dos años mayor que el, de universidad, o eso se rumoreaba, ya que todos los días lo recogía del insti una mujer guapísima y con estilo de unos 20 años en un Porsche.

Respecto a David, era un mujeriego, se ligaba todo lo que se movía, daba igual si era hombre o mujer o si era guapa o fea, eso sí, cuando se trataba de los líos de sus amigos los dejaba.

Luego estaba Ares que era por así decirlo el líder del grupo, si el decía de hacer algo los demás también lo hacían. Habían rumores que decían que era gay, porque nunca se le había visto con una chica en alguna relación.

Os estaréis preguntando, como es que me sé su vida tan bien, y es que Mía, mi mejor amiga está obsesionada con ellos desde el primer momento que los vio, decía que les recordaba a la típica banda de chicos populares de las películas y me contaba todos los días cosas nuevas sobre ellos.

–¿Te vienes hoy a mi casa?–me preguntó Mía

–Ok, pero me tendré que ir temprano a casa, que mi madre quiere que estudie historia. Como el año pasado lo aprobé raspado ahora se pone pesada siempre hay un examen de historia.

–¿Examen de historia?

–Si, tía el viernes hay uno.

–Ostia, mierda se me había olvidado, bueno pues da igual, estudiaré un día antes.

–Ya, ojalá pudiera yo hacer eso, y después sacar buenas notas.

–En fin, nos vemos ahora después en tu casa.

Nos separamos y me fui a mi casa con el autobús. Me quise sentar al lado de Robert, pero vi que alguien ya había ocupando mi lugar, era Ámbar. –Ehm, Ámbar, ese es mi sitio– le dije a Ámbar en un tono bajo.
–¿Ah, sí? Pues los siento, ya me voy.

 –No, espera–dijo Robert cogiéndole de la mano –Puedes quedarte aquí. Aída, ¿no te puedes sentar en otro sitio?

–Si , supongo...–contesté yo y me senté en otro asiento.


El corazón me dio un pinchacito. ¿Qué cojones acababa de pasar? ¿Robert había detenido a Ámbar para que se sentara al lado suya? ¿ Y yo por qué me tengo que sentar en otro sitio? Me estaba cagando en todos los muertos del cabrón de Robert por reemplazarme en cuestión de un día por la Ámbar esa de las narices hasta que llegué a casa.

–Mamá, me voy ahora a las 16:00 a casa de Mía ¿vale?

–¿No ibas a estudiar para el examen de historia?

–Si, llego temprano de casa de Mía y estudio ¿Ok?

–Bueno vale... Tienes que estar aquí a las 18:00 como muy tarde.

–Por cierto te importaría ayudar a Robert a estudiar, que su madre ha venido hoy a casa y me ha estado contando que últimamente no le va muy bien en el colegio.

– Si, ya le preguntaré. Me voy ya ¿vale?

–¡Espera! Llévale a Mía este pastel, que hoy he llegado temprano del trabajo, me aburría y he hecho un pastel de plátano.
Llévaselo y comeróslo juntas, a ver que tal.

–¿Tú haciendo pasteles? ¿Qué pasa de repente ahora te gusta hacer postres? A ver si está bueno...

Mi madre era la asesora financiera de mi padre, que dirigía hoteles en varios países de Europa. En un principio solo era la asesora financiera, pero como asesora de mi padre, se fueron conociendo más y más hasta que acabaron enamorándose y bueno... Acabaron teniéndome a mí.

Mis padres estaban muy enamorados... Quizá demasiado, se les escuchaba todas las noches haciendo "el amor". Ni siquiera se molestaban de que pudiera escucharlos. A veces me daban ganas de decirles que fueran más precavidos, de verdad,  es que no tienen límite, por lo menos podrían irse a algún hotel o algo.
En fin, respecto a mis padres y a mi forma de ser, no es que fueran cosas que pueda cambiar así que había que vivir con ello.

Salí de casa y me fui a la casa de Mía.

AidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora