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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀El joven Ying Zheng, algunos dicen que se parece a su padre aunque el no podría amar a la hija de alguien pues su dedicación está en su imperio completamente. El rey del imperio más grande de asia y por mucho el más poderoso de la época gracias a su gran líder, un hombre nacido en la miseria provocada por otros pero que se alzo superando y pisando a cada uno hasta levantarse en la cima como un tigre acechando hasta tener lo que deseaba: el logro de ser el verdadero y único rey.
La sonrisa ligera en su rostro se formó mientras aquellos ojos verdes se reflejan en la oscuridad de la noche como los de un gato negro, la lluvia que mojaba su ropa así como el frío hacía que sus mejillas se pintarán de rosa bebé. Su paso era lento y titubeana pues estaba agotada de tanto caminar sin rumbo tanto tiempo y ser rechazada en tantos hogares mientras pedía auxilio.
¿No qué la gente del emperador era amable? Dioses...
Fue cuando se poso frente a aquella puerta que de un empujón la abrió incluso si con eso se lastimaba más. La mano en su abdomen hacía presión para evitar perder más sangre.
- ¡Ahh! ¡Ahhh! ¡Yue, Yue! - los gritos asustados de la mujer de la servidumbre alertaron a las demás chicas que llegaron inmediatamente.
Frente a ellas la imagen de una mujer joven sobre el suelo mientras se desangraba y su ropa blanca se tiñe de rojo espanto a más de una.
Cuando los primeros rayos de sol se asomaron sobre el alba los ojos esmeralda reflejaron la luz, desde su sitio mientras sentada sobre aquella cama se asomaba por la ventana para ver el paisaje. La venda en su abdomen fue resultado del tratamiento que le dieron las mujeres de la servidumbre y aquella habitación también fue prestada por ellas al verle casi muerta.
