El autobús

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Juegos Olímpicos Tokio 2020. Martes a las 7am. El desayuno está tenso. Frente a mí, se encuentran mis amigas Stephanie y Camila, las patinadoras nacionales de la delegación noruega. Ayer tuvieron su primer programa largo y en algo fallaron. Obvio, mi mente solo sirve para el Tenis por lo que no puedo opinar sobre patinaje artístico. Solo me queda la opción de escuchar sus quejas, quise bromear un poco para aflojar el ambiente y sacarles una sonrisa, pero fue en vano. La expresión de alegría aparecía por unos microsegundos y luego se iba.

En algún punto de la mañana, al lado mío se sentó Martin, defensor de la selección de fútbol, él notó lo tensa y triste que están las chicas, por lo que comenzó a contar una anécdota ridícula de la época en la que iba al colegio.

Con él sí malditas perras, pensé al ver como mis amigas ahora si sonreían genuinamente.

Una vez termino su historia, llegó Alexander a sentarse con nosotros. El ánimo del desayuno definitivamente cambió, las chicas ahora están más tranquilas o al menos eso aparentan. Lo que me suena raro es la ausencia de Erling en el comedor, debería estar acá con su grupito de amigos.

Ah, Erling Haaland. ¿Qué puedo decir de él? Delantero de la selección noruega, estrella absoluta del fútbol europeo y el pilar de esta delegación.

Mi relación con él es extraña. Entre los dos hay una línea borrosa que aún no sabemos si es el hilo que nos une o el límite que nos separa. Todo es confuso, pero el tipo besa bien y es lo único que me importa ahora.

La primera vez que lo vi fue en la televisión. Su foto junto a la mía mientras estábamos siendo catalogados como "la esperanza noruega" de estos Juegos Olímpicos.

Luego lo cruce en la sesión de fotos previa al viaje, conectamos miradas por unos segundos, pero nada más. La gente suele decir que es bastante tímido y esa pequeña interacción me lo confirmo.

Pero todo cambio una semana después de arribar al país de Japón. Mi compañero en los mixtos, Mathias, es hermano de Martín y ese día se empecinó en arrastrarme con él a una especie de reunión secreta que organizaron los futbolistas. Cuando llegamos a la habitación, nos sorprendimos por lo grande que era y la única explicación que encontramos fue que le pertenecía a la estrellita Haaland.

—Bueno, juguemos Verdad o Reto —dijo Alexander, quién está sentado en el sofá rodeado por Erling a su izquierda y Martín a su derecha.

—¿Acaso no tuvieron adolescencia ustedes? —preguntó Nadia, pivote en el equipo de Vóley.

Nos reímos, en mí caso, con sorna. Volteé al sofá y vi a Erling mirándome serio, desde que entré a la habitación, no ha dejado de echarme miradas con distintas expresiones.

—Me voy, no quiero hacer esto —le susurré a Mathias. Él solo asintió y no dijo nada, sabe que está vez no podrá convencerme.

Aun así, se paró de su lugar y me acompañó hasta la puerta. Le avisé que me iría a dormir y le advertí que no vuelva tarde, ya que los entrenamientos son mucho más intensos ahora.

Camine hasta el ascensor con mucho cuidado de no ser escuchada por ningún integrante del cuerpo técnico, subí y toque el botón de la planta baja. Primero quería pasar por la cocina para tomar una botella de agua. El susto que sentí al ver a Erling asomándose apresurado por la puerta casi me para el corazón.

—Pensé que eras alguien más —expliqué mí reacción. Él entro y asomo su mano a la botonera, pero no apretó nada.

—¿Vas a la cocina? —me dirigió la palabra por primera vez, solo asentí como respuesta.

Erling Haaland - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora