☆ ; dos.

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Jungkook estaba a punto de gritar de felicidad, agradeciendo al universo, al destino, a Dios, a los dioses griegos y a la madre Luna por estar de su lado. ¡Iba a hacer el trabajo con Min Yoongi! Esto era una bendición total.

Por supuesto, tendría mucho trabajo por delante y tal vez Yoongi lo mandara al infierno un millón de veces, pero la idea de pasar tiempo juntos era lo que más le alegraba. Jungkook solo quería ser amigo de ese chico de ojos gélidos y solitario. No le gustaba verlo siempre así; adoraba a las personas cuando eran más felices. Por eso, siempre había querido ver a Yoongi sonreír.

Llevaba un tiempo buscando la mejor manera de hablar con Yoongi sobre el tema, pero nada funcionaba. Yoongi seguía concentrado en su cuaderno, gastando su lápiz en dibujos.

Jungkook miró a sus amigos, buscando fuerzas, y estos se las dieron con gusto, levantando sus pulgares y puños, animándolo con un “fighting”.

Bufó, sintiéndose más motivado. Finalmente, después de unos minutos de ansiedad, tomó su cuaderno y comenzó a escribir:

“Hyung, en serio, necesitamos hablar del trabajo.”

Yoongi arrugó más sus labios, volviendo a su dibujo y ignorando aún más al peliazul. Jungkook dejó caer su cabeza en el escritorio con un golpe seco.

—Tremendo genio eres, Jeon... —murmuró Soyeon desde cerca.

—Estoy de acuerdo, fuiste muy tonto al emparejarte con Min. —comentó la chica que se sentaba cerca del pálido.

—Lo sé, Soyeon... No molestes. —respondió Jungkook, con la cara hundida en la madera.

Yoongi se asustó al notar el ligero temblor a su lado. Miró a su compañero de trabajo con la cara en la mesa y un puchero pronunciado en sus labios. Rodó los ojos y suspiró, tomando el pequeño bloc rosa.

“Por el momento no se me ocurre nada. ¿Y a ti?”

Tocó el hombro del chico, que levantó la vista rápidamente. Le entregó la nota y Jungkook balanceó la cabeza negativamente.

“Bien, entonces hablaremos de esto cuando tengamos un tema. Ahora deja de babear en la mesa.”

Jungkook frunció los labios. No quería esperar; cada segundo contaba para acercarse.

Observó a Yoongi rebuscando en su cartuchera con el ceño fruncido en confusión. Sus labios, ligeramente abultados, aparecían inconscientemente. Jungkook picoteó su hombro y preguntó:

¿Qué pasa?

Yoongi tomó el bloc de la mano de Jungkook y escribió:

“Buscaba mi lápiz color menta con un personaje en la parte del borrador... olvidé que lo perdí.”

Jungkook abrió los ojos. Había encontrado ese lápiz hace una semana y, por si acaso encontraba al dueño, lo había guardado en la manga de su chaqueta. Sonrió al tener una idea.

“Hyung, ¿te gustan los trucos de magia?”

El pálido hizo una expresión confusa y más fruncida que antes.

“Viniendo de ti, no.”

Jungkook abultó sus labios, pero llevó su mano detrás de la oreja del pálido, que se asustó y se apartó. A pesar de eso, Jungkook logró sacar el lápiz y mostrárselo.

“Mira, estaba detrás de tu oreja.”

Yoongi negó con la cabeza, sonrió con la boca cerrada y levantó sus manos en señal de agradecimiento.

Jungkook nunca hubiera imaginado que ese lápiz tan infantil fuera del gruñón Yoongi. Mucho menos que el pálido le agradeciera por haberlo encontrado.

De nada, hyung.

Yoongi, con curiosidad, empezó a preguntar a Jungkook dónde lo había encontrado, cuándo y por qué lo tomó. Al parecer, el lápiz le gustaba mucho, y ver los ojitos felices de Min le emocionó.

—Eres tan lindo cuando estás feliz... —murmuró Jungkook sin pensarlo.

Soyeon y su compañera escucharon y miraron a Jungkook, que se sonrojó al darse cuenta de que lo habían oído.

—Fingiremos que aquí no pasó nada. —dijo Soojin, calmándolo, mientras Jungkook se daba un golpe en la frente.

Yoongi se sonrojó al leer los labios de Jungkook, una habilidad que había aprendido hace tiempo, pero que solo él sabía que tenía. También leyó lo que decían los demás y no pudo evitar reír al ver la cara sonrojada de Jeon.

Jungkook tenía la piel casi tan blanquecina y porcelanosa como la de él, por lo que el sonrojo era muy notorio y se veía muy... lindo.

Yoongi parpadeó un par de veces, dándose cuenta de que estaba mirando demasiado al peliazul. Suspiró silenciosamente. Debía concentrarse en el trabajo y no permitir que sus pensamientos se desviasen hasta el día de la entrega.

Picoteó la mejilla de Jeon, que dio un pequeño brinco y emitió un chillido que nadie más escuchó.

“Creo que ya sé de qué podemos hablar en la redacción.”

La animación en la sonrisa de Jungkook, esa sonrisa de conejo —como le gusta decir a Yoongi por esos grandes dientes de enfrente— le hizo volver al bloc con una pequeña sonrisa.

Jungkook es muy lindo, lo admitía.

redacción ୨୧ kookgiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora