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——————El pitido que emana del monitor de signos vitales se combina con las cuerdas del violín que se transmite por los parlantes a un volumen moderado. El médico interno, Cleo, había sido el responsable de la selección de la pieza aunque con seguridad nadie en esa sala podría afirmar que era gran fanático de Bach.
Sin embargo el alfa de largos rizos y espalda ancha estaba gratamente complacido, después de una larga jornada un poco de gustillo para sus tímpanos motivaban a sus dedos a moverse con desmesurada destreza, tal como si estuvieran sobre teclas produciendo melodía y él supiese tocar el piano.
Corta tejido dejando una pequeña ranura para drenar una arteria, es con la pinza quirúrgica que logra extraer un émbolo que estaba obstruyendo el pase continuo de oxígeno. Suelta la masa sobre la bandeja sostenida por el enfermero y luego lleva la atención hacia la pantalla, donde se registraba el ritmo cardiaco.
Todo estaba bien.
Libera un suspiro mezclado, por el cansancio y por el alivio a culminar con otra cirugía exitosa y por supuesto la última de ese largo día.
Las pinzas pasan de las manos del cirujano a las del beta que desprendía un olor asustadizo que incomodaba a tanto enfermeros como anestesistas, pero no a él, ya había estado en diversos quirófanos como para lidiar con la inquietud de médicos aprendices.
Si no hubiese sido por que sus manos se encontraban ensangrentadas tal vez le habría concedido un apretón en el hombro.
—Sé que no has asistido demasiadas cirugías, Moen —retrocedió solo un paso—. Pero creo que tienes bastante experiencia como para suturar.
El joven castaño dio un asentimiento, aunque apostaría que debajo de la máscara su labio debía estar temblando, porque sabía que era apenas la tercera cirugía asistida por su parte y porque sabía que era el único de los especialistas que estaba dejando a un interno intervenir en un procedimiento. Muchos ponían en juicio las habilidades que tenían pero él no. Se visualizaba a sí mismo; el miedo, la angustia y frustración en su primer año de internado, había sido una experiencia desastrosa.
La intervención terminó para su fortuna, el cielo ya tenía toques anaranjados con matices violeta y Harry se encontraba con músculos tensos, impaciente por ir a casa, había tomado un turno de doce horas, por lo que desfallecería si no finalizaba ahora, tenía qué porque pronto estaría abrumando a todos con su aroma disparado en todas direcciones y todo porque no había podido comprar su dosis de inhibidores del mes. Tenía responsabilidades que pagar, pero por supuesto sino fuese por el esfuerzo físico que se ha estado impuesto, probablemente no necesitaría los inhibidores.
Ya no había guantes, ni barbijo luego de anunciarle el estado de su paciente a familiares se deslizaba con altivez entre los pasillos del hospital, listo para recoger sus pertenencias y marcharse. Sus sienes lo agradecían.
—¿Ya te vas? —de alguna parte de entre las incontables puertas emerge un castaño corpulento de metro setenta y nueve, solo un poco más bajo que él.
—Sí, ya terminé mi última cirugía.
—Perfecto, por cierto llamó tu hermana para que no olvidáramos la salida del sábado.
Liam su compañero tanto en el hospital como de vida se une a su andar hacia el cubículo donde podría deshacerse de la bata quirúrgica.
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Havoc In The Street | l.s
FanfictionEn un mundo de a/o/b donde la tradición de encontrar a la pareja destinada se ha convertido en un mito, las castas ya no buscan el fantasioso "vivieron felices para siempre". Harry Styles un traumatólogo ya divorciado, trabaja horas extras para sost...