El mes de celebraciones finalmente llegaba a su fin. El banquete de clausura fue tan fastuoso como se esperaba. El salón brillaba con candelabros encendidos, el aire perfumado con azahar y rosas, y las mesas cubiertas de manjares de todo el imperio. Entre risas y brindis, la gran Haseki se sentaba rodeada de dulces turcos, devorando con alegría junto a la sultana Sharazad y la joven sultana Mihrimah. Las tres se turnaban entre bandejas, vaciándolas como niñas traviesas.
—Sha, ¿qué son esos modales? —preguntó Hafsa con una sonrisa indulgente.
—Una sabia sultana recomendó comer de a tres, madre.
—¿Ah, sí? ¿Cuál sultana?
—Mihrimah —respondió Sharazad, divertida.
—Allah… —suspiró Hafsa, negando con la cabeza.
Era un momento de aparente paz, pero el alma de Hürrem no hallaba reposo. Beyhan, la única hija de Hafsa que aún no se había marchado, se levantó tras un breve silencio.
—Me retiro. Buen provecho. —Su voz era cortante.
Suleimán intentó detenerla, pero Hürrem le sostuvo la mano.
—No… sigue molesta. Dale tiempo, su dolor es profundo —susurró, con mirada comprensiva.
—Sultán, nuestra madre tiene razón —intervino Mehmed, de tan solo seis años, cuya voz rara vez se oía en público. Para él, la palabra de su madre era ley.
Suleimán soltó una risa suave.
—Bien, entonces no tengo cómo ganarles.
—Sultán —dijo Sharazad con solemnidad—, me quedaré unos meses más, pero después partiré hacia mi palacio con mi hija Esmehan.
—Sharazad, si no deseas estar con tu esposo, ven con la niña al palacio. Le hará bien convivir con mis hijos.
—Así será. —La sultana se inclinó con respeto y se retiró.
Ibrahim también se puso de pie.
—Hatice, debemos irnos.
—No —interrumpió Hafsa con firmeza—. Hatice está próxima a dar a luz. No permitiré que viaje. Iré yo a su palacio.
—Como desee, madre sultana —respondió Ibrahim con frialdad, y ambos se marcharon tras hacer una reverencia.
—Firial —llamó Hafsa con voz serena.
—Sí, madre sultana.
—Prepárate. Irás con Hatice. Ayudarás hasta después del parto.
Firial sonrió y se inclinó en gratitud, mientras Daye la guiaba.
—¿Es buena decisión? —preguntó Suleimán en voz baja.
—Lo es. Hatice no debe estar sola ahora.
Mientras tanto, Hürrem, ajena a todo, observaba con inquietud. Su mirada se desvió hacia Mahidevran y Mustafa, que comían en silencio. Una angustia le oprimía el pecho, una pesada carga que solo ella conocía. El dolor del secreto la partía en dos.
—¿Estás bien? —preguntó Hafsa, tocando su mano con ternura.
—Sí, madre. Todo está bien. ¡Nilüfer! Vamos. Buen provecho a todos.
La sultana se levantó rápidamente. El aire comenzaba a faltarle. Caminó con pasos firmes, acelerados. Nilüfer la siguió con preocupación.
—¡Hürrem, alto! —gritó, pero Hürrem no se detuvo hasta apoyarse en una pared. Lágrimas gruesas comenzaron a rodar por sus mejillas. Nilüfer la abrazó.

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Serpiente Rusa |En Edición|
FanfictionTras ser despojada de su libertad y obligada a presenciar el brutal asesinato de su familia, Alexandra es vendida como mercancía humana en el mercado de esclavos. Su destino cambia cuando es adquirida como un exótico regalo para el sultán del Imperi...