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Dicen que la vida sólo florece en el peligro, que si no vives peligrosamente, no vives

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Dicen que la vida sólo florece en el peligro, que si no vives peligrosamente, no vives. Para que tu vida florezca tienes que correr riesgos. Pero ¿Qué pasa cuando ese riesgo es demasiado grande? Cuando tienes que dejar todo atrás y tu única salida es escapar, o incluso la muerte, aunque el señor de la oscuridad sería más generoso.

Hay veces en las que tomas riesgos peligrosos, riesgos que sabes que saldrán mal, terriblemente mal, pero no encuentras otra salida y te toca aceptar la que crees más segura. Aunque al final, esta te lleve a ver la oscuridad.

Lena estaba segura de que los pequeños raspones, con rastros de sangre, que se encontraban en sus brazos, eran superficiales, a comparación de lo que le pasaría si dejaba de correr. Sus pies estaban helados, había perdido sus zapatos, y estaba segura que pronto dejaría de sentirlos. 

A medida que corría su respiración se hizo errática, sus ojos se nublaban levemente sin dejarla ver, así ganándose nuevos raspones, pero estos eran más profundos. 

Si no fuese por la Luna, que estaba tan redonda y brillante, ya se habría caído un par de veces. Corrió por unos minutos más, hasta que llegó a un lago congelado. Puso un pie en el, notando las áreas rojas en este, eran de un rojo tan intenso que la asustó. Dudó un poco,  no estaba segura si el hielo resistiría su peso. 

A lo lejos vio pequeñas luces que se hacían más grandes. Si no tomaba una decisión rápidamente, la encontrarían y eso no sería bueno.

Apretó los labios al mismo tiempo que cerraba los ojos fuertemente, recordando como es que llegó hasta ese punto. Todo inició unos días antes de cumpleaños número diecisiete. 

—Lena —dio un respingo al escucharlo. 

Volteó en su dirección sin verlo a los ojos. Era mejor así, mientras menos interactuara con él, todo estaría bien.

—En unos días vendrá alguien importante, quiero que te comportes. —asintió, sabía lo que significaba— Y otra cosa.

Comenzó a temblar al notar que se acercaba. Se encogió en lugar cuando su querido padre estaba a centímetros de ella. Sintió sus dedos en su barbilla e instintivamente cerró los ojos, tenía miedo.

—Mírame, Lena. —fue una orden. Se obligó a si misma a abrirlos, mientras él levantaba su barbilla— Te dejé un regalo, lo usarás para conocer a tu futuro esposo.

Retrocedió mientras negaba, lo último que quería era eso. 

—Padre... por favor. —suplicó. 

Sus ojos se llenaron de lagrimas al ver como le daba la espalda y la dejaba sola. Se limpió la pequeña lagrima que se le escapó y caminó hacia la pequeña biblioteca que tenían en casa, su padre creía que no podía entenderlos y era mejor que eso siguiera así. Se aseguró de que el hombre estuviese dormido y se dispuso a terminar aquel libro que dejó inconcluso. 

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⏰ Última actualización: Aug 30 ⏰

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Grey Eyes || JAPER HALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora