candle.

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Dicen que lo bueno no dura mucho, y eso Minho podía corroborarlo.

Había sido un día feo. No, eso se le quedaba corto... Horroroso. ¡No, aún peor! Un día terrible, horrible, malo, muy malo.

Todo había comenzado con normalidad, desayunó su cereal favorito y salió a la universidad como haría cualquier otro día, solo que ese día no era cualquiera.

Relatemos los sucesos.

Al llegar al campus, mientras caminaba tranquilamente con su mochila sobre sus hombros, no se percató de que habían algunos estudiantes jugando con un balón de americano, y mientras estaba cantando la nota alta de Bad Romance en su mente, este fue a parar en su cabeza, haciendo que tropezara y cayera de bruces al suelo.

Su concierto imaginario fue arruinado y sus manos se rasparon un poco, pero un amable beta que por ahí pasaba le ofreció su ayuda para levantarse y seguir con su camino, no sin antes mostrarles el dedo medio a los tontos alfas que estaban riéndose de él por haberlo golpeado con su balón.

Luego de ello, avanzó hacia su casillero. Una vez en él, se dispuso a tomar el libro correspondiente a su primera clase, y quiso golpearse muy fuerte contra la chapa al haber sido tan tonto por olvidar que la última vez se lo había llevado a casa para estudiar. Refunfuñó y caminó hasta su salón, rogando al cielo que Felix asistiese para pedirle prestado el suyo.

Gran error, porque el cielo parecía reírse de él.

Pasó toda la hora sin entender del todo lo que explicaba su profesor, además de recibir un regaño por parte del hombre mayor quién era de esos viejos que no tenían paciencia y quería restregarte en la cara hasta el más mínimo error. Aunque una compañera le dijo que podía leer con ella, no pudo hacerlo realmente porque ella le sacaba mil y un temas de conversación que solo lo ponían un poco incómodo.

Para su segunda hora, todo pintó peor. No recuerda que su tarea tuviese patas o la capacidad de salir de su mochila, porque de otra manera no encontraba razón alguna por la que no estaba ahí. Suspiró.

Para la media mañana, ya veía todo gris.

Su almuerzo lo salvó un poco, excepto por la parte que el chico que le caía mal se había robado su postre preferido antes de que él lo pidiera a la cocinera. Pero bueno, al menos había podido tomar un poco de esa leche de banana que le gustaba tanto, eso había levantado su ánimo.

Ánimo que luego hizo piummmm, en picada. Con efectos de sonido y explosiones, cuando se dio cuenta de que además de su tarea había olvidado uno de los trabajos más importantes para su siguente materia, ese en el que se había esforzado demasiado y había pasado noches sin dormir para terminarlo. Quizás por eso mismo lo había olvidado, pues las horas de sueño que tuvo el día interior no fueron las necesarias.

Para ese entonces deseó echarse a llorar, y estaba seguro que estaba a nada de hacerlo. Al menos la profesora de aquella clase era más compasiva, y conocía lo buen estudiante que podía ser Minho, así que le dio la oportunidad de entregarlo luego, con la única condición de que no podría obtener la nota máxima.

El final de la jornada no fue tan turbulento, se despidió de los pocos amigos que estudiaban con él, y se puso en marcha con un pucherito adornando sus tiernos labios.

Su cabecita gacha, sus ojitos algo apagaditos, y cuando nada pudo ser peor, el mundo se giró a verlo como Shaggy y le dijo: "¿me estás retando?"

Comenzó a llover.

Corrió por las calles, queriendo llegar a casa para poder lanzarse al sofá y chillar un rato, empapándose con cada segundo que pasaba. Estaba comenzando a pensar que el mundo estaba teniendo algo en su contra ese día.

Una vez en su departamento, estaba hecho un conejito remojado. Probablemente su nariz estaba rojita al igual que sus mejillas, como siempre que el clima se ponía algo más frío. Dejó su mochila en una esquina, y se dirigió al baño para secarse, regresando a su habitación después para ponerse su cómoda, grande y suave pijama, acurrucándose en ella.

El puchero aún seguía en sus labios, aún cuando se sentó en el sofá y se cruzó de brazos, observando con desinterés la pantalla del televisor. Ni siquiera eso lograba sacarle una sonrisita.

Tomó su teléfono y decidió tratar otra cosa. Pero no tuvo mucho éxito. Chan no respondía, Jisung tampoco, Seungmin estaba de viaje con sus tíos y Jeongin. Su única opción, o al menos la que más quería en ese momento era un alfa de cabellos rubios, sin embargo, no tenía su número.

Sin dudarlo un segundo, se levantó de su lugar y avanzó a la cocina. Buscó un banquito y lo puso donde lo creyó apropiado. Tomó una vela del gabinete y un fósforo, encendiéndola. Se subió sobre el banquito, y dudó un poco, antes de levantar el fuego sobre su cabeza, haciendo sonar segundos después la alarma contra incendios.

Después de ello esperó, esperó largos minutos, el tiempo suficiente, y cuando la puerta fue tocada, salió corriendo como un perrito ansioso por ver a su dueño llegar.

"Hola, boni–..." saludó Hyunjin, viéndose interrumpido por el bonito omega que se había abalanzado a sus brazos, escondiéndose en su cuello. No tardó mucho y lo rodeó con sus brazos, acariciando suavemente su espalda. "¿Todo bien, precioso?"

Minho negó, refugiándose en el aroma y cuerpo del mayor, deseando permanecer así durante horas, tan solo hasta que su corazoncito se sintiera mejor.

Entraron al departamento, se sentaron juntos en el sofá y Minho se mantuvo cerca de Hyunjin, quién no vio problema alguno en ello y rodeó su cintura con su brazo, proporcionándole algunos mimos hasta hacerlo sonreír.

No preguntó el por qué, simplemente se aseguró de que estuviera mejor. Y eso planeaba hacer siempre.

ᝂ̸ 𝙛𝙞𝙧𝙚𝙢𝙖𝙣│𝐡𝐲𝐮𝐧𝐡𝐨. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora