No soy buen hogar.

¿Recuerdas apocalipsis?

Han muerto ilusiones en las mazmorras de mi roto corazón; las mantuve encerradas bajo llave hasta dejarlas marchitas, putrefactas. Ahora son fantasmas brumosos dispuestos a torturarme por el resto de mi absurda existencia, ¿Su fin? Recordarme cuán desdichado soy.

¿Por qué me abandonaste enmedio de éste diluvio? Si tú eras mi milagro.

Tu recuerdo está matándome con ésta sobredosis de añoranza. Juraste tantas cosas, ¿Eran promesas huecas para consolar la invasiva soledad que me envuelve constantemente? ¿Sentías conmiseración? ¿Cuánta humildad existió en ti? Preferiste un interfecto yermo cuando tenías el empíreo a tus pies, pues yo soy inhabitable hogar. Hay tiradero en mi interior ya que nunca esperé visitas, mucho menos permanencia. Y no sé como reparar el deterioro.

Por doquier yacen rotos cristales, agrietados rincones sucios, manchas de olvido, polvo gris acumulado por el deterioro, ríos secos de lágrimas que deslavaron los frágiles colores de una insípida acuarela, historias trituradas: malogradas, amontonadas en pilas gigantes sin mérito a ser legibles o tocadas. El horizonte es árido, desolado, lúgubre.

A caso te preguntaste, ¿Qué podrías sembrar en terreno tan desértico? ¿Notaste que todo perecería pues las nubes surcaban una bóveda vacía? ¿Te diste cuenta, no? Que soy infructuoso, vivo entre sombras que inmortalizan aterido invierno, congelante de corazones tibios y el correr de la cálida sangre.

Aquí, hay monstruos bajo la cama, otros tantos se esconden en los avejentados armarios, acechando, murmurando eternamente para enloquecer a este condenado. Codician la beatitud que tan efímera entregaste a mis inmundas manos.

Para defenderte, carezco de flecha, arco, escudo, espada, ¿Lo sabes?

Ahora comprendo.

Huiste cuál mariposa desesperada buscando nobles amapolas rebosantes de dulzura, frescura, vitalidad pues yo, yo no soy habitable hogar.