Capitulo dos

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✧✩✧

Ahí estabas de nuevo, apoyado en la misma pared de aquel edificio donde te había visto por primera vez el día anterior. En esta ocasión te encontrabas solo y también llevabas un cigarrillo en la mano, pero lo tiraste en cuanto pasé por tu lado y me seguiste calle abajo.

―Taehyung, Taehyung... ―murmuraste bajito. 

Te miré. Reprimí una sonrisa. La tuya se acentuó. 

―Necesito que me hagas un favor ―dije. 

―Vale. ¿Y qué me darás a cambio? 

Fruncí el ceño y eso te hizo gracia.

Tenías luz en la mirada. Se te marcaban los hoyuelos en las mejillas cuando curvabas los labios. Y, al mismo tiempo, parecías misterioso e inteligente. O quizá era cosa mía, que quería verte así, porque recuerdo que pensaba que nunca había conocido a un hombre más guapo que tú, con ese aire rebelde y calmado ala vez. Ni siquiera entendía por qué parecías interesado en mí.

―No sabía que tuviese que devolverte el favor.

 ―Todo tiene un precio, Taehyung. 

Frene delante de la puerta del Mercado Central. Ya desde el exterior se distinguían las voces de los vendedores, el olor a pescado y a fruta fresca de primera calidad. 

―Está bien. ¿Qué es lo que quieres?

 ―Una cita. ―Me observaste con atención. 

―Yo... ―Inspiré hondo―. No sé si... No puedo. 

―¿Por qué no? ¿Estás casado? ―Te falló la voz. 

―No, pero no tengo tiempo para tener citas. 

―¿Acaso no libras ningún día? 

―Los sábados por la tarde. Y los domingos.

―Vale, el domingo me va bien. 

―Pero esa no es... no es la cuestión... ―titubeé, con el corazón en la garganta. Incapaz de sostenerte la mirada, la fijé en la bolsa de tela que llevaba colgada del brazo―. Ni siquiera te conozco. No sé nada de ti. Y no puedo permitirme distacciones... 

―Distracciones ―me corregiste.

―Eso. ―Estaba avergonzado. 

―Pregúntame lo que quieras. 

―No entiendo qué pretendes... 

―Has dicho que no me conocías y tienes razón. 

―Pero no sé... no sabría por dónde empezar. 

Me reí, porque la situación era tan surrealista que empezó a parecerme divertida. Tú siempre conseguías eso, que todos los momentos se llenasen de risas. Quizá fue la determinación que encontré en tus ojos o que, en el fondo, a mí también me apetecía averiguar qué significaba ese cosquilleo que sentía cada vez que estabas cerca. 

―¿En qué trabajas? ―Las palabras escaparon en voz baja. 

―¿Eso es lo que más te interesa saber sobre mí? ―Alzaste una ceja y negaste con la cabeza, como si supieses que mentía. Y tenías razón. Porque lo que de verdad deseaba saber sobre ti eran otras muchas cosas, como si te gustarían las cerezas maduras o la sensación de la arena cálida de la playa contra la piel, si eras de los que cantabas en voz alta sin avergonzarte o si te asomabas al anochecer a tu ventana y mirabas las estrellas―. Trabajo en el taller de tapicería de mi padre, aunque sigo estudiando, pero esa es una larga historia... 

―Yo también estudio. Aunque es algo básico.

―¿Qué quieres decir con eso? ―Casi de forma natural, tú retomaste el paso y entraste en el mercado, así que te seguí mientras pensaba en la mejor manera de decirlo.

 ―Viví y crecí en una casa de campo a las afueras de la ciudad hasta que nos marchamos hace unos años. No fui mucho a la escuela cuando era pequeño, estaba lejos y además tenía que ayudar con los animales y las tareas del día. Pero al mudarnos a la ciudad convencí a mi padre para que me dejase ir a clases nocturnas después del trabajo. 

―¿Qué te enseñan en esas clases? 

―Matemáticas. A leer y a escribir. En realidad, ya sabía hacerlo, pero era muy lento y ahora cada vez voy tomando más... más... 

―Práctica ―dijiste sonriéndome. 

―Sí. ¿Qué estudias tú?

 ―Filosofía y Letras. Entonces, ¿nos veremos el domingo? 

Sonreí antes de apartar la mirada de ti y centrarla en un puesto de fruta.Recordé que la señora Jung me había pedido que comprase naranjas, y las que había al lado de las manzanas tenían un aspecto estupendo. Cogí también mandarinas para el pequeño Hoseok, que prefería comerse los gajos poco a poco a la hora de la merienda.

Cuando terminé de pagar, retomé el paso. 

―Me estás haciendo sufrir, Taehyung. 

―No pretendo eso. Es solo que... no lo entiendo... 

―¿Qué es lo que no entiendes? Sé claro conmigo. 

Respiré hondo y dejé de caminar. Te miré a los ojos.

 ―No entiendo por qué quieres salir conmigo. 

―Ya. Así que eres una de esas personas que necesitan una explicación lógica y detallada para todo, ¿verdad? De las que nunca se lanzan al vacío sin pensar.Vale. Entonces te diré que quiero salir contigo porque me gustas. Y antes de que tú respondas que no te conozco, me adelantaré y te aclararé que esa es precisamente la razón por la que quiero que pasemos juntos el domingo por la tarde. Si aún tienes dudas sobre qué es lo que me hizo fijarme en ti el otro día cuando te vi en esa calle, bueno, no lo sé, y eso es lo mejor de todo, la parte del iceberg que se esconde bajo el agua, lo que no puedes ver ni aunque lo tengas delante de tus narices. No puedo darte una respuesta que aún no tengo, solo sé que me encanta tu mirada desconfiada, que parezcas pensar cada palabra antes de atreverte a decirla, que ahora mismo estés interrogándome antes de aceptar salir conmigo...

Tu tono de voz me calentó por dentro hasta el punto de que, por un segundo,olvidé que estábamos en medio de un mercado, acompañados por gritos, por el olor a comida fresca y personas que se movían con prisa a nuestro alrededor. 

―Quizá podría salir contigo, sí... 

―Me gusta cómo suena eso. ―Tus labios se curvaron. Ese es el gesto que mejor recuerdo de aquel día, cómo dibujaron una media luna en tu rostro. 

―... porque tengo que averiguar de dónde es el pan. 

―Eso le ha dolido a mi orgullo ―bromeaste.


Constelaciones | kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora