Harper tiene veinte años y cero ideas sobre cómo encauzar su vida.
Aceptando que la Bioquímica nunca será su pasión, deja la universidad, es echada de casa y acogida por su mejor amigo.
Tras días sombríos, una gran oportunidad se le presenta: el an...
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—Tampoco es para que enloquezcas.
—¿Yo? ¿Enloquecer? Para nada —Mi voz tiembla y la perspectiva de que todo se arruine altera mis nervios—. Es que no podría ser peor. Necesito crear un cóctel antes de medianoche y mi catadora y mejor amiga me ha dejado tirada.
Mi ansiedad es tal, que creo que quedaré calva si sigo lidiando con estos niveles de estrés.
—En verdad lo siento. Wade lo planeó en secreto para San Valentín. ¡Apenas lo supe esta mañana!
Niego con la cabeza a pesar de que sé que no puede verme, sumamente arrepentida por haber proyectado toda mi desesperación hacia ella.
—No tienes la culpa Bree —Ahora me siento fatal por hacerla sentir culpable—. Estoy siendo dramáticamente egoísta. No te preocupes, ya me las apañaré.
No estoy convencida de lo último, pero debo intentarlo de alguna manera.
—¿Estás segura? Entiendo lo importante que es esto para ti. Podría hablar con…
La interrumpo antes de que salga a relucir la organizadora y controladora compulsiva que es y enumero las razones por las cuales debería permanecer al margen:
—Uno: Nadie jamás podría superar tu paladar, Breanna Kwon. Dos: Tomarás un vuelo pronto y no tendrás tiempo para nada. Tres: Debo resolverlo sola.
La escucho suspirar mientras hace silencio por un momento—. Perdóname, siento que te fallé.
—No digas tonterías —Sonrío un poco y decido que debo acabar esta conversación de inmediato si quiero obtener un resultado decente a tiempo—. Ahora ve y disfruta tu fin de semana romántico. Eres estupenda y te lo mereces. Me alegra que Wade sea capaz de verlo.
—Aw, eres una dulzura Harper —Río cortamente cuando percibo su voz conmovida—. Ten un bonito San Valentín.
—Tú también, Bree —Y soy completamente sincera al decirlo—. Te quiero mucho.
—Yo igual —Me lanza un beso y yo le envío otro antes de colgar—.
Hago ejercicios de respiración para liberar la tensión acumulada en mi cuerpo antes de constatar que solo me quedan seis horas para crear el cóctel para enamorados perfecto o mis posibilidades de conseguir este empleo se irán por la borda.
—¡Manos a la obra!
…
Anoto un nuevo intento fallido en mi cuaderno después de probar mi última fórmula.
—El zumo de granadina definitivamente no es una opción.
Hago una mueca recordando el desagradable toque agrio de la mezcla y marco mi más reciente fracaso en la agenda que mi mejor amiga ha bautizado como mi “libro de pócimas”.