4. 🥢 Difícil de explicar...

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Las luces azules y rojas trasladaban las ventanas de aquella casa hogareña. Alrededor un montón de vecinos aglomerandose  para saber que demonios había ocurrido y la policía colocando precintos a la escena del crimen. El capitan Seo mordía su labio con frustración mientras sus asistentes intentaban consolar a la esposa del reciente fallecido quien colgaba de la ventana.

Era una escena extremadamente grotesca de ver, las madres tapaban los ojos de sus niños rezándole a algún dios que alguien tapara los de ellas. Sobre el jardín del frente goteaban rastros de sangre fresca que caian por las paredes de la fachada de la casa, manchandola de otro crimen más.

—Capitan...— Le llamo el Sargento Lee, sacándolo de su trance. — Es el mismo patrón...

—Es el mismo imbécil Minho, solo que está vez no desapareció el maldito cuerpo— Hablo entre dientes apretando con fuerza los puños. Antes de respirar profundo y relajar su cuerpo —¿No hay testigos? —

—Los vecinos aseguran haber visto al Señor Park con una jovencita de cabello negro muy largo y ojos azules —

— ¿Le era infiel a su esposa? — El capitan alzó su ceja sintiendo una punzada en sus hombros del estrés... ¿Existía la mínima posibilidad de que ese maldito asesino tuviese un cómplice?  ¿O se había sumado un nuevo peón al juego?

— Es posible... Un matrimonio roto, los hijos se fueron a la universidad, peleaban todos los días— Explicó el atractivo policía revisando sus notas sobre los testimonios de los vecinos. — Usted cree que la esposa...

— Llevenla a la comisaría, hay que interrogarla —

.

El humo que salía de su boca tenía sabor a fresas. Por eso era que disfrutaba aquellos cigarrillos con tonalidades pasteles y sabores exóticos. No solo eran dulces y de empaque bonito. También dejaban un agradable aliento en su boca y relajaban completamente su cuerpo.

La falda que traía acentuaba muchísimo su prominente cadera, junto al corset negro que apretaba su cintura le daba una apariencia esbelta, sexy y delicada.

Quienes pasaban por la entrada de aquel edificio no podían evitar quedarse pasmados con su belleza, algunos abusadores le dedicaban palabras sucias mientras que otros solo tragaban pesado y abrían sus ojos con sorpresa antes de seguir caminando. Muchos intentaron pedirle su número a la linda chica pelinegra que fumaba tranquila frente a ese conjunto residencial y Félix solo pensaba en lo irritante que son los hombres. ¿No podían dejarle fumar en paz?

—Hola preciosa... ¿A dónde tan linda? — Pregunto un joven que pasaba en una motocicleta con voz coqueta.

— A follarme a tu madre, imbécil — Contestó el pecoso con aquella mirada cínica y su gruesa voz que hizo palidecer al motociclista quien arranco a toda velocidad.

Estaba un poco estresado, el estruendo agudo de las sirenas policiales atravesaba su vecindario repetidamente, rompiendo la calma con su clamor insistente. Era como si cada paso de sus patrullas llevara consigo un mensaje inequívoco, un intento desesperado por infundir seguridad en un ambiente ya tenso.

No le habían dejado grabar en toda la mañana. Tantas horas de trabajo desperdiciadas dónde pudiese estar generando miles de dólares por cada reproducción de un nuevo vídeo.

Inhaló profundo el humo de su cigarro, cerrando los ojos mientras intentaba relajarse cuando otra vez, al inicio de la cuadra sonaba la estridente sirena...

—Dios, ¿Que tengo que sacrificar para que desaparezcan de mi vista a estos imbéciles?— Se quejó mirando al cielo, tirando al suelo la colilla de su cigarro y pisándolo con sus caros tacones de patente mientras viraba los ojos.

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⏰ Última actualización: Aug 02 ⏰

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