Esa misma noche, después de la tensa mañana, Bjorn y Kimmy estaban sentados en la sala, con la luz cálida de una lámpara baja iluminando suavemente el espacio. Él aún parecía distraído, cargando en su rostro el peso de la inesperada aparición de Melissa.
Kimmy lo observaba en silencio, sus ojos llenos de determinación y cariño.
—Bjorn —dijo ella al fin, con voz firme pero dulce—, sé que esto te ha removido mucho. Y sé que no quieres que vuelva a pasar algo así.
Él asintió sin palabras, sin levantar la mirada.
Kimmy tomó su mano con suavidad, entrelazando los dedos.
—Quiero que sepas algo… —comenzó, mirándolo directo a los ojos—. Yo no solo quiero estar contigo. Quiero proteger lo que somos. Quiero que seas mío, para siempre.
Bjorn parpadeó, sorprendido por la intensidad de sus palabras.
—¿Quieres… casarte? —preguntó, dudoso, pero esperanzado.
Kimmy sonrió, un poco tímida, pero segura.
—Sí. No solo por el amor, que ya tenemos, sino porque quiero sellar esto. Porque cuando alguien como Melissa aparece, me doy cuenta de que no solo es cuestión de querer, sino de proteger. Protegernos de lo que nos pueda dañar.
Bjorn sintió cómo el peso en su pecho empezaba a aligerarse, y una calma nueva lo envolvía.
—Nunca pensé que diría esto tan pronto... —musitó—. Pero contigo, Kimmy, siento que todo tiene sentido. Que puedo enfrentar lo que venga.
Ella le apretó la mano con fuerza.
—Entonces hagámoslo. No por miedo, sino por amor. Por nosotros.
Bjorn la miró con ojos brillantes y una sonrisa sincera.
—Eres más valiente que nadie que conozca —dijo—. Y quiero que seas mi compañera para siempre.
Se abrazaron en silencio, sabiendo que la vida no sería perfecta, pero que juntos podrían construir algo sólido y verdadero. Y esa noche, con la promesa de un futuro compartido, ambos durmieron con el corazón un poco más ligero, y la certeza de que lo que tenían valía la pena proteger, con todo y sus imperfecciones.
Los días se deslizaron tranquilos y dulces, con la rutina de preparar poco a poco el compromiso que tanto deseaban. Todo parecía fluir con calma, como si el tiempo se adaptara a ellos, dándoles espacio para disfrutar cada detalle.
Una tarde, mientras Kimmy se arreglaba frente al espejo, Bjorn la observaba desde la puerta del dormitorio con una mezcla de admiración y amor profundo.
Ella llevaba un maquillaje sutilmente afeminado, con tonos cálidos que resaltaban su mirada brillante y suave. Su cabello, antes oscuro y rebelde, ahora lucía un vibrante color amarillo, alborotado pero cuidadosamente peinado para que su melena cayera con naturalidad y gracia, dando una sensación de alegría y frescura.
Kimmy sonrió sin voltear, sabiendo que Bjorn la miraba.
—¿Qué te parece? —preguntó, con un dejo de coquetería en la voz.
—Estás hermosa —respondió Bjorn, acercándose lentamente y tomando su mano—. Te ves como siempre te he imaginado: única, valiente, y absolutamente mía.
Ella rió suavemente, un sonido lleno de ternura.
—Y yo tengo a mi chico, enamorado y listo para hacerme la mujer más feliz del mundo —dijo, acariciando su mejilla con el dorso de la mano.
Bjorn sintió el corazón latir con fuerza y la certeza de que ese momento era solo el comienzo de una nueva etapa para ambos.
Mientras continuaban con los preparativos, escogiendo flores, detalles para la ceremonia y hasta planeando la pequeña celebración, la calma se convertía en una melodía compartida que los envolvía. No había prisas, solo la dulzura de estar juntos y construir un futuro que los uniera más allá de cualquier sombra del pasado.
Kimmy, radiante y segura, se sentía completa con su chico enamorado a su lado. Y Bjorn, con el brillo en sus ojos y el amor profundo en el alma, sabía que jamás dejaría escapar esa luz que ella era para él.
La noche había caído suave sobre la ciudad. El departamento estaba en penumbra, apenas iluminado por las luces cálidas del balcón y el parpadeo de unas velas que Kimmy había encendido más por juego que por necesidad. El aire olía a jazmín y a algo más... algo que siempre flotaba en el ambiente cuando ambos estaban solos, cómodos, sin pretensiones.Bjorn estaba en la cocina terminando de guardar unos papeles cuando ella se deslizó detrás de él, descalza, con una camiseta suya puesta que apenas le cubría el muslo. Su cabello amarillo, suelto y alborotado, caía en ondas desordenadas sobre su rostro. Se apoyó contra la isla de la cocina y lo observó, con esa media sonrisa que combinaba malicia y ternura.
—¿Sabes qué me recordó esta semana? —dijo ella, arrastrando la voz—. Aquella noche en el bar… cuando te pedí fuego solo para tener una excusa para hablarte.
Bjorn sonrió, dejando los papeles a un lado.
—Y después me robaste un trago. Ni siquiera me preguntaste.
—Mmh… y luego te robé un beso, ¿recuerdas?
Antes de que él pudiera contestar, Kimmy se acercó con pasos lentos y sensuales, alzando una ceja, y lo besó otra vez, suave al principio, luego más juguetona, con una risa ahogada entre sus labios.
—Así —murmuró—. Así fue. Así empezó todo esto.
Bjorn le rodeó la cintura y apoyó su frente contra la de ella, con una sonrisa rendida.
—Nunca supe si eras una tormenta o un refugio —susurró—. Ahora sé que eras ambas.
Kimmy mordió suavemente su labio inferior, traviesa, y lo empujó suavemente hacia la sala, donde el ambiente parecía suspendido en un tiempo sólo para ellos.
—Todo está listo, ¿sabes? Las flores, el lugar, incluso el tipo de pastel. Pero lo único que de verdad me importa es saber qué día voy a convertirme en tu esposa —dijo ella, en un tono bajo, ronco, cargado de emoción.
Bjorn la miró a los ojos, acariciando su mejilla. Sus dedos se enredaron en el borde de la camiseta que ella llevaba.
—¿Y si fuera el 15? Me gustaba ese número desde antes de conocerte. Pero ahora me gusta más porque sería el día en que te vuelves mía, por completo.
—¿Por completo, eh? —Kimmy rió—. Pues prepárate, abogado… porque yo no soy una esposa común. Te pienso besar en cada rincón de la casa, alimentarte hasta que revientes de amor —le pellizcó suavemente la barriga, haciéndolo reír—, y robarte todos los días un pedazo de ropa para dormir.
—Y yo te pienso amar hasta que me falte el aliento —respondió, con la voz grave y honesta—. En lo bueno, lo salvaje y lo cotidiano. Así como eres. Así como somos.
Esa noche no hubo más que decir. Se besaron lento, profundo, con la certeza de que todo estaba donde debía estar. Y entre caricias, risas y susurros, la fecha quedó sellada entre promesas y piel, en la intimidad de un amor que empezó con un fuego robado... y que ahora ardía con la fuerza de algo eterno.

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Una Promesa [feederism]
NouvellesEn un mundo que va demasiado rápido, a veces el amor se encuentra en los detalles lentos: una comida hecha con cariño, una caricia sin apuro, una risa compartida en medio del caos. Esta es la historia de dos personas completamente distintas que desc...