*

414 38 1
                                    

—Satoru Gojo...

Se estremeció al escuchar su nombre salir del alfa frente a él.

Estaba arrodillado y amarrado. Había sido descubierto, justo cuando Yaga le advirtió no llamar la atención si entraba al territorio de Itadori.

—¿Que mierda hace el más fuerte en territorio de las maldiciones?—Una mujer la cual parecía tener  algún tipo de ramas saliendo de los costados de sus ojos. Hanami, alfa, había escuchado de ella.
En la guerra final ella destruyó y comió muchos humanos.

No le contesto, solo la ignoro. Necesitaba pensar en un plan de escape.

Sabía que no tenía que entrar a territorio de las maldiciones, estaba en contra de las reglas. El no era humano, al menos no uno normal. No debía entrar, ni pelear contra ninguna maldición.

Se había metido con el peor de todos los "clanes". Los Itadori, eran maldiciones que naturalmente nacieron con la apariencia humana y mayor razonamiento. Pero eran peligrosos, muy peligrosos, tenían muchas técnicas secretas, y una unión familiar grande, si alguien tocaba a uno de los suyos todos los pagaban.

Pero lo más importante. Su territorio era tierra sagrada.
Había escuchado que odiaban a los humanos, y que cualquiera que entraba en su territorio moría, con la excusa de que los habían profanado su tierra sagrada.

Estaba completamente rodeado, rodeado por maldiciones muy poderosas.

Era el humano más fuerte de todos. Pero aún no las podía matar, matarlos le causaría más problemas, sin mencionar que todas las maldiciones a su lado eran de clase especial, sobretodo Sukuna Ryomen Itadori. La maldición más poderosa de todas.

Sukuna estaba frente a él. Jogo a su izquierda. Hanami a su derecha. Dagon detrás de el.

Sukuna solo había dicho su nombre, lo que resto del tiempo, solo lo observó.

El ambiente no era el mejor. Sukuna le restregaba sus feromonas en forma de amenaza, al igual que los otros tres. El intentaba contenerse para no responderles de la misma forma.

—¡¿Es cierto que ahora encerraste a Satoru Gojo?!—. Una voz gritando, junto con unas pisadas, anunciaron la llegada de alguien más.

Entro al cuarto oscuro, solo con una luz dándole a él directamente, al principio no lo logro distinguir, pues no tenía olor, hasta que la luz lo roso. Chosso Itadori.

El pelinegro lo miraba sorprendido.

—Sukuna, conoce tus límites...—. Parecía que lo amenazaba.

—Se acercó a la tierra sagrada. Un miserable humano...—.
Sentía el odio en su mirada, se notaba que se contenía de asesinarlo.

Era cierto, se metió en las bocas de muchos lobos, por descubrir la tierra sagrada, no sabía que era ni por qué todo mundo la protegía. Quizás en el camino robo unos cuantos diamantes y joyas, pero eran una señal, tierra sagrada estaba rodeada de diamantes, oro y joyas, que se podían sacar de la tierra con solo escarbar un poco.

—Miren esto—Jogo mostró una bolsa. <Mierda> —Rubi y diamante. Alguien se quiso pasar de listo—.

De un momento a otro sentia su como su cara le dolía. Sukuna lo había golpeado. Empezó a sentir un chorro de sangre salir de su nariz, junto con el sabor metálico en su boca.

—Maldito humano ¡Por esto no debimos aceptar la paz! ¡Ustedes jamás lo hacen!—Sukuna, empezó a soltar mas feromonas y energía maldita, por todas partes. Se notaba furioso, lo sabía sin la necesidad de oler el ambiente, solo con verlo y oírlo.

Hechicero...¡¿Enamorado?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora