Llegué a casa. Mi hermana Ana estaba sentada en el gran sofá del salón.
Ana: Hola, que tal?
Yo: Bien. Y tú?
Ana: Bien... Eh... A que viene esa cara tan roja?
Yo: Yo? Roja? Tu alucinas...
Ana: No no. Cuenta.
Yo: Que fuera hace mucho calor.
Ana: Cuantos grados?
Yo: 30.
Ana: Vale vale...
Yo: No me crees?
Ana: Claro que sí...
Yo: Se te nota el sarcasmo.
Ana: Sisi... Ts...Me pegué una ducha con agua fría, porque la verdad, sí que hacía calor. No estaba colorada por eso, pero era verdad lo del calor. Sólo podía pensar en él. Tenía una cara de niño travieso, pero a la vez parecía un inocente y frágil cachorrillo. Sentía que mi corazón latía cada vez más rápido. Me puse un vestido muy mono, de color blanco y unos tacones no muy altos.