Espero no ofender a nadie con cualquier tema tocado en este capítulo.
[🥀]
Desde el principio de la historia las mujeres han sido condenadas a vivir en sumisión e inferioridad, desde que el ser celestial creó a la mujer de la costilla del hombre no ha habido quién les quite de la cabeza que son seres superiores y que, las mujeres deben estar a su disposición, cada vez que se les antoje.
No fue diferente para Tae, quien desde que tiene memoria vio como las chicas eran criadas para dos cosas: ser esposas abnegadas y madres ejemplares.
Puras e inocentes, el fruto de la ignorancia, las víctimas de una historia injusta y desigual.
Tae no quería eso para ella, que ella era diferente, y que su historia sería diferente, nació para algo más que parir hijos, limpiar y esperar a su marido con la comida lista. Al menos no a sus quince años como era la costumbre en su pequeño pueblo, no mientras ella no quisiera.
Sería bajo sus condiciones y cuando lo deseara.
Por ello, se dio a la fuga un día antes de que su padre llegara a un trato con un viejo amigo suyo, no quería casarse con un hombre de más de cincuenta años, barbudo y panzón, que seguramente le daría palizas si su comida no tenía suficiente sal, o si sus camisas no estaban bien planchadas. Lo supo al ver su mirada filosa, su inflado pecho, sus manos formando puños, y ni hablar de su gran altura, él era del tipo que tanto aborrecía, un macho de pies a cabeza.
Su actitud desbordaba ego.
Recuerda perfectamente el día en el que decidió liberarse, tomó un tren hasta la gran ciudad, donde prometió triunfar, por ella y por todas sus amigas que algún día fueron víctimas de sus propias familias.
Y lo logró.
El proceso fue muy difícil, tuvo que arreglárselas para poder sobrevivir en un nuevo ambiente, al principio pensó que encontraría trabajo fácilmente dado que la ciudad era enorme, sobraría quién necesitara empleados, pero esto no fue así.
Nadie quería contratar a una chica de quince años.
Supo que tendría que cambiar de estrategia, iría más allá de buscar trabajo en fábricas y tiendas de conveniencia.
Tuvo que hacer pequeños trabajos informales, la limpieza en casas de personas adineradas fue lo mejor, buscaba aquellos que no perdían el tiempo en pedir un currículum o experiencia, no cuando tenían cosas más importantes que hacer.
Con el paso del tiempo, esto le ayudó a mejorar su comportamiento, memorizó las reglas de etiqueta, cambió su forma de comer, caminar y sentarse. Pero, lo más importante, su forma de hablar, anotaba palabras nuevas en una vieja libreta, buscaba su significado y lo añadía a su repertorio.
Estas personas al notar su cambio quedaban hipnotizadas, poseía demasiado encanto.
Así es como empezó a crear contactos.
Sobre todo, el de una mujer en sus treinta y tantos años, sin hijos, sin esposo y con mucho dinero ahorrado. Eun Ji, era una mujer muy exitosa, su arduo trabajo como presentadora en el programa de noticias más visto del país la deslumbraba.
Ella fue su primera inspiración, anhelaba ser como ella en un futuro.
De ella nació su gran pasión por la justicia, a diario solía contarle las cosas tan horribles que le sucedían a las personas y su impotencia por no hacer más allá de contar tales desdichas a través de una pantalla.
Ella quería ayudar, convertirse en la mejor abogada de la ciudad.
Estudió arduamente durante años, la escuela era un completo compromiso para ella, el cual la llevaría a entrar a la universidad más importante del país, la carrera de derecho la esperaba.