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Intenté llegar temprano como de costumbre a su oficina.

Ahora me lamento de haberme enfocado tanto en mi imagen. Desperdicié mi fragancia, la tarde con mis amigos por venir a sentarme a uno de estos cotidianos sofás rojos. No hago nada más que jugar con mi celular o ver mi galería. No quiero hacer ruido, porque eso puede distraer, no quiero parecer tampoco un impaciente, no puedo irme aunque quiera porque él me acaba de prometer que pronto iremos a nuestra cita.

Es así, siempre así. Una cita cada fin de semana, donde nos ponemos al día, supuestamente, porque yo lo único que escucho es como van las ventas, lo bien que va el negocio de su familia, anécdotas que intentan ser graciosas pero para mí son insignificantes, vagas.

A decir verdad, mi prometido no me gusta mucho, no hay química entre nosotros.  Kazutora Hanemiya es atractivo, pero más allá de eso, es solo un cerebrito intentando lucirse, es solo el hombre que muestra gran nivel de liderazgo, paciencia y disciplina, un aburrido.

Escucho como va tecleando, luego toma su celular y marca un número, habla de cosas que no sé y ni me importan. Regresa a la computadora, bebe café y sigue tecleando, leyendo y anotando, lleva así por casi media hora, y yo sigo esperando como su buen imbécil.

—¿Estás aburrido?— me toma por sorpresa. Quise evitar no asustarme pero el se rió de mi salto inesperado.—Lamento hacerte esperar, no creí que tendría tan ocupado este día— se excusa, sinceramente no convence.

—No te preocupes, entiendo— sonrio. ¿Qué otra cosa podría decirle? ¿Acaso lo puedo regañar para que se apure y me lleve a comer?

—Dame otros diez minutos para terminar con esto, por favor.

—Toma el tiempo que necesites, no tengo prisa— miro hacia la puerta, queriendo ser una persona misteriosa e interesante ante él.

Nuevamente caí en su mentira al ver cómo los números cambian en mi celular y superan el tiempo propuesto, han pasado otros veinte minutos y Kazutora, parece que se olvidó de mi presencia. Cuando finalmente se pone en pie, es solo para estirarse y caminar apurado hacia la salida, pasando delante de mí sin siquiera verme.

Otra vez me quedo como idiota, aunque ahora me siento mal. ¿De verdad soy tan invisible para él?

¿Por qué no me dice algo?, es descortés mentirme así, con tanto cinismo. Al menos, debió avisarme que pronto volvería, en cambio me deja con la intriga de sí estará otra vez en la oficina o que definitivamente, prefirió pensar que no existo e irse a casa.

Suspiro. Odio mucho nuestras citas obligatorias.

—Listo, podemos irnos.

Estaba abofeteándolo en mis pensamientos cuando de pronto apareció, con un saco negro y el rostro remojado. Lo observé mejor, a sus espaldas vi pétalos rosados, era mi momento de hacerme el ciego y disimular sorpresa.

Siempre son tulipanes los que me regala, no dudo que las pida el mismo día para obsequiarme el ramo. Kazutora es capaz de olvidar cualquier cosa que tenga que ver conmigo.

—¿Ya?—sacudo pelusas de mis pantalones que sé que no existen, camino forzando una sonrisa amable.— ¿A dónde iremos?

—A un lugar sorpresa.

¡Qué emoción! Me pregunto qué lugar será...¿Podría ser el restaurante al que fuimos la semana pasada?, ¿O al que fuimos hace tres semanas?, ¡No, ya sé!, iremos al que fuimos hace dos meses.

¡Siempre vamos al mismo restaurante del demonio!

—¿En verdad?— ojalá que note mi sufrimiento.— Tengo curiosidad, dime a dónde.

Estoy pensando seriamente en huir de mi futura boda [Kazufuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora