El palacio se llenó de júbilo cuando Hürrem dio a luz a un hermoso varón, el pequeño príncipe Abdullah. El eco de la noticia se propagó rápidamente entre los muros del harén, causando emociones diversas. Las concubinas se sintieron aún más alejadas del corazón del sultán, como si la figura radiante de Hürrem y su recién nacido fueran un muro infranqueable.
Nurhan Hatun, en cambio, no podía sentirse más feliz por la Haseki. A diferencia de muchas, no amaba a Suleimán; lo que ansiaba era una pequeña fracción del poder que Hürrem ostentaba. Pero al haber tenido una niña, su deseo se vio frustrado. A pesar de que la ley le permitía exigir otra noche con el sultán —como madre de una hija que podía ser igualada con un varón si así lo dictaba el soberano— Nurhan jamás consideraría semejante enfrentamiento con Hürrem. No quería ver a su hija, Esmeray, crecer en medio del desdén y la ausencia, esperando un padre que solo existía en las sombras de los relatos del harén.
Caminaba sola por los pasillos, sin criadas ni compañía, como si necesitara sentir el silencio para ordenar su alma. Fue entonces cuando un joven funcionario la vio y, con galantería, hizo una reverencia ante ella.
—Es la mujer más hermosa que he visto, señorita.
Nurhan se detuvo. Aquel hombre, de mirada firme y voz suave, no debía tener más de cinco años sobre ella. Sonrió, divertida.
—Gracias, pasha —respondió con modestia.
—¿Una dama tan bella me regalaría su nombre?
Ella vaciló por un segundo, pero deseaba por una vez ser mirada por lo que era y no por su condición.
—Nuray Hatun —dijo, con una sonrisa luminosa.
El funcionario quedó prendado.
—Ni la arquitectura del palacio podría compararse con la perfección de su rostro.
—No sea exagerado, pasha. Todo el mundo sabe que el palacio de Estambul es una obra maestra.
—La belleza es subjetiva, mi señora. A mis ojos, las joyas más preciosas y las rosas más exquisitas pierden brillo ante su presencia… Mademoiselle.
—¿Mademoiselle? ¿Es usted francés?
—Mi madre lo es. Una dama encantadora de Lyon. Mi padre, en cambio, es de Constantinopla. Fui educado en varias lenguas y disciplinas para servir al Imperio.
—Asombroso… aunque yo le di mi nombre, caballero, y usted no me ha dicho el suyo.
—Yusuf. Soy el Pasha encargado de la administración fiscal de Egipto, Edirne y ahora, por designio imperial, de Anatolia y Hungría.
—Espero verlo de nuevo…
—Insha'Allah, Nuray Hatun.
Mientras se alejaba, Nurhan sintió algo que no había experimentado en años: una emoción cálida y ligera que le revoloteaba en el pecho. Pensó en su mentira. Había ocultado su verdadero nombre, sí, pero no su esencia. Era, al fin y al cabo, una mentira blanca. ¿O no?
Al doblar el pasillo, divisó a Mahidevran observando con ojos apagados al pequeño príncipe Bayaceto, que dormía en brazos de una criada. Nurhan, instintivamente, se acercó.
—Sultana —llamó con firmeza.
Mahidevran se giró, su mirada helada.
—¿Qué quieres, hatun?
—Ni se te ocurra hacerle daño al hijo de la Haseki Hürrem. No olvides que ya una princesa desapareció sin dejar rastro. No provoques que Hürrem te mande a bailar con los peces en el Bósforo.

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Serpiente Rusa |En Edición|
FanfictionTras ser despojada de su libertad y obligada a presenciar el brutal asesinato de su familia, Alexandra es vendida como mercancía humana en el mercado de esclavos. Su destino cambia cuando es adquirida como un exótico regalo para el sultán del Imperi...