Final alternativo.

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La historia continuaría con Aristo, dando la noticia de que la familia está en bancarrota.

Filaminta. ­– Los verdaderos sabios no necesitan el dinero, pues, están más que enriquecidos de conocimiento, y es bien sabido que es el único bien que realmente importa.

Crisalio. – No dejaremos que una desdicha como esta, amargue el floreciente y tierno amor de mi hija hacia mi buen Clitandro!

Armanda. –Si bien, aún no concibo la idea de que mi hermana sucumba ante la tan vulgar idea de ser la simple esposa del joven que pretendía mi corazón, lo que más anhelo es que su corazón se regocije como el mío con los saberes del mundo; los cariños y ternuras vehementes de Clitandro hacia Enriqueta, seguro causan el mismo efecto que la filosofía de los griegos, inspira en mis adentros... ¿Quién soy yo para desdeñar el amor?

Clitandro. – ¡Soy inmensamente feliz por su aceptación a nuestro compromiso! Sé que no soy tan ávido en las artes escritas, mucho menos resulto suntuoso a la hora de pronunciar palabra alguna, pero, mi mente y corazón se someten presos a esas bellas almendras que desbordaron mares de alegría en cuanto confesé mis sentimientos hacia ellos. Con completa honestidad y entrega, profeso amor eterno a mí amada (tomando con firmeza las manos de Enriqueta). (A la familia de Enriqueta) Estoy más que agradecido con todos ustedes, y aunque por infortunio se han quedado sin bienes materiales, no harán falta en una casa llena de sabias.

Enriqueta. – Aunque fascinada por cada una de tus palabras, no puedo dejar a mi familia en desdicha cuando yo me desbordo en lo contrario. Mi naturaleza hogareña me lo impide rotundamente. Por favor, si es que siente tal afecto con vehemente tempestuosidad, espere por mí. Cuando se estabilice de nuevo la economía de mi apellido, y pueda ofrecerle más que mis brazos, volveré a usted.

Filaminta, Crisalio y Armanda. – Pero ¡¿qué diantres estás diciendo?!

Enriqueta. – Lo que escucharon, palabra por palabra.

Crisalio. – Hija mía, inspiraste en mí la firmeza que tanto me faltaba, no puedo permitir que ofendas a tu palabra con tal grosería como quitarle el oxígeno a la llama que arde vivaz en tu corazón, por nosotros. Mi anhelo es tu felicidad y la veo encarnada delante de ti (viendo a Clitandro).

Armanda. – Termina con todo este drama innecesario y vive el sentimiento que tantos autores se han cansado de embelesar hasta el hartazgo.

Clitandro. – ¿Me harías el honor de pactar hasta la eternidad nuestro compromiso?

Enriqueta. – Claro que sí.

Filaminta, Crisalio y Armanda. – ¡Vivan los novios!

Sería así como después de tanto, por fin se casarían. Escasos de dinero y sin lujos, celebrarian por lo alto su amor, junto con ambas familias. A pesar de que no tendrían un <<felices por siempre>> estarían el uno para el otro, recordándose por qué se habían elegido mutuamente. 

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2023 ⏰

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