Ecos del pasado

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Sediento, hambriento y con la ropa arrugada por el largo viaje, el hombre de mirada clara y andar seguro llegó por fin a la capital del imperio otomano.

—¡Disculpe! —llamó con voz firme a un mercader que organizaba rollos de seda junto a su tienda.

—Sí, dígame, Efendi.

—¿Sabe dónde se encuentra el Palacio Topkapi?

—Claro, está a unas seis calles hacia el centro. ¿Busca al sultán?

—No, busco a Ibrahim Pasha.

—Oh... —el mercader alzó una ceja con respeto—. ¿Es un visir?

El hombre esbozó una sonrisa ladina, segura.

—Soy pintor. Mi nombre es Leo.

Hürrem se despertó con una inquietud difícil de explicar

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Hürrem se despertó con una inquietud difícil de explicar. Una presión en el pecho la obligó a sentarse en la cama, donde las sábanas aún conservaban el aroma de su esposo y sus hijos. El sultán había ido temprano esa mañana, dejando sobre la almohada un ramo de rosas rojas.

Hermoso gesto. Pero frío.

—Gracias por las rosas —le dijo cuando él volvió brevemente para jugar con los niños. Suleimán asintió con gesto austero mientras tomaba su capa para marcharse nuevamente. Sus ojos evitaban los de ella.

—De nada.

Hürrem lo observó en silencio. Algo no estaba bien. Lo sentía en la forma en que la miraba... o no la miraba. En la falta de calor de sus abrazos. En la rigidez de sus labios cuando rozaban los suyos.

—¿Puedo preguntar algo?

Él la miró de reojo, sin responder.

—¿Rechazaste a la mujer que entró hace unos días a tus aposentos?

La pregunta cayó como una piedra entre ambos. Suleimán enderezó el cuello de su túnica, con el ceño levemente fruncido.

—Veo que ya te sientes mejor del intento de envenenamiento. Aún no hay culpables.

—Suleimán...

—Quizá te vea más tarde —dijo, dando la espalda con lentitud, esperando una reacción.

—¡SULEIMÁN! —gritó Hürrem, perdiendo el control. El sultán giró con brusquedad.

—¿Qué?

Ella lo miró, dolida, con una mezcla de furia y desconsuelo.

—Así que no echaste a esa mujer...

—No. No volveré a sacar a ninguna mujer del palacio.

—Entonces tráela al harén, que se una a todas las demás. ¿No fue para eso que tus ancestros construyeron este lugar? ¡Un palacio tan grande como el ego de cada sultán que ha vivido aquí!

Serpiente Rusa |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora